Monterrey

Sergio Castellanos: El cambio climático

Una amenaza silenciosa para la salud financiera de las personas mayores.

El regreso a clases ya no marca, como solía, el fin del verano. Cada vez con mayor frecuencia, enfrentamos días con temperaturas que rozan récords históricos. Con la aparición del fenómeno del Niño, declarado por la Organización Meteorológica Mundial (https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/la-organizaci%C3%B3n-meteorol%C3%B3gica-mundial-anuncia-la-prevalencia-de-unas), y julio convirtiéndose en el mes más caluroso registrado en los últimos 120,000 años (con temperaturas globales promedio 1.5°C por encima del período preindustrial), según las Naciones Unidas (https://news.un.org/en/story/2023/08/1139527), el cambio climático exige nuestra atención inmediata. Es hora de poner en el centro de nuestras decisiones de política pública la lucha contra el calentamiento global.

En las últimas semanas, varios estados del norte de México han sufrido temperaturas que superan los 40°C. Este aumento de la temperatura no solo ha llevado a olas de calor, sino también a un aumento en la probabilidad de muertes relacionadas con estas. De acuerdo con la Secretaría de Salud de México, en los últimos 4 meses ha habido al menos 249 casos de muertes relacionadas con estos eventos. Lamentablemente, estas consecuencias golpean más fuerte a las personas más vulnerables, como los pobres y los ancianos.

Es crucial examinar cómo el cambio climático afecta la calidad de vida y la situación financiera de este grupo en particular. Los efectos, cuando se combinan, se multiplican y empeoran. Se pueden dividir los efectos en dos tipos: los directos y los indirectos. En cuanto al primer tipo, ante eventos climáticos extremos, las personas tienden a ajustarse para acercarse al promedio o la norma. En veranos abrasadores, los gastos en bebidas refrescantes y el uso del aire acondicionado o ventiladores, según el acceso a estos bienes y servicios, se disparan. Del mismo modo, en inviernos rigurosos como los del norte de Europa y Norte América, los costos de calefacción, sea por gas, carbón, agua o electricidad, y ropa abrigada, se elevan.

Pero más allá de los efectos directos, también es crítico considerar los impactos indirectos que afectan la calidad de vida y la salud financiera de las personas mayores. Dos aspectos esenciales son el aumento del costo de vida, especialmente en alimentos y servicios médicos, y el deterioro de la salud física y mental. La Organización Mundial de la Salud advierte que el cambio climático empeora estos aspectos y aumenta la necesidad de servicios médicos (https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/climate-change-and-health), que a su vez se vuelven más costosos.

Así mismo, no resulta controversial que el Reporte de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial para 2023 (https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf) refleje estas preocupaciones, situando en los dos primeros lugares la crisis del costo de vida y los eventos climáticos extremos (p.ej. olas de calor intensas, tormentas e inundaciones) como las amenazas más críticas en los próximos dos años (el fracaso para mitigar el cambio climático es el riesgo más importante para los próximos 10 años). Estos riesgos afectan de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables, incluyendo a los ancianos.

¿Qué podemos hacer para abordar esta situación? Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/ ) presentan un mapa de ruta para mitigar los efectos del cambio climático sobre la salud financiera de los ancianos. Una opción viable es asegurar eventos climáticos extremos a través de pólizas que brinden transferencias a estas personas ante la inminente ocurrencia de un evento predefinido, como una ola de calor. En países como México, donde la cultura de aseguramiento es limitada, estas pólizas podrían combinarse con subsidios o transferencias monetarias a través de programas como lo fue Prospera (https://www.iadb.org/es/toolkit/programas-de-transferencias-condicionadas/mexico-prospera) o las becas para el bienestar, siguiendo ejemplos exitosos en otras regiones en desarrollo (https://openknowledge.worldbank.org/server/api/core/bitstreams/aa3a35e0-2a20-5d9c-8872-191c6b72a9b9/content).

Es imperativo promover la resiliencia financiera de los hogares, especialmente entre las personas mayores. Gobiernos, instituciones financieras y organizaciones benéficas deben colaborar para implementar medidas que protejan a los hogares vulnerables de las repercusiones financieras del cambio climático. Esto implica proporcionar ayuda económica en momentos de crisis y también invertir en infraestructuras resistentes al clima y sistemas de alerta temprana.

En última instancia, abordar el cambio climático y sus consecuencias financieras para los hogares vulnerables es una responsabilidad compartida. Solo a través de una estrategia integral, que incluya políticas gubernamentales sólidas, inversiones socialmente responsables y una conciencia pública más profunda, podremos asegurar un futuro seguro tanto para las personas mayores como para las generaciones futuras. El momento de actuar con determinación y empatía es ahora, antes de que el costo financiero del calentamiento global se vuelva insostenible para aquellos que son económicamente más frágiles.

COLUMNAS ANTERIORES

Jaime Lara: Despoblamiento en México
Julia Ruiz: La clave para la agilidad en la cadena de suministro

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.