Desde hace años se ha discutido cómo México es de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en los que la fuerza laboral dedica más tiempo a trabajar. De acuerdo con los reportes de este organismo, durante el 2022, los mexicanos trabajamos aproximadamente 43 horas a la semana, lo cual contrasta con el promedio de los países de la OCDE el cual se sitúa en 34 horas.
Si además añadimos que se han firmado tratados internacionales donde nos comprometemos a asegurar “condiciones aceptables” de trabajo concernientes con la jornada laboral, podemos entender cómo es que iniciativas como la reducción de horas laborales semanales se encuentran en discusión en la cámara de diputados.
Aunque sería apropiado cuestionarnos qué consideramos “condiciones aceptables” de trabajo y la forma en la que se calculan algunos indicadores, es importante reflexionar sobre los resultados actuales. Al revisar la información de la OCDE, podemos encontrar que nos ubican dentro de los países considerados con menor productividad dentro de este organismo (junto con Chile, Costa Rica, Sudáfrica y Colombia).
Cuando hablamos de productividad, nos referimos a la medición de qué tan eficientemente se utilizan insumos como la mano de obra y el capital para llegar a un nivel determinado de producción.
Pero ¿qué implicaciones tiene esto? Esto conlleva que tenemos diversos retos con respecto a eficientar el uso de nuestros recursos ante la disminución de la jornada laboral. No obstante que la Organización Internacional del Trabajo menciona que se ha encontrado una relación entre el bienestar del individuo con el incremento en la productividad, pareciera que estamos ante el dilema del huevo y la gallina en el corto plazo, dado que la productividad ocasiona una mejora en el nivel de vida de las personas. Entonces ¿qué hacemos?
Una de las respuestas probablemente la tenemos a nuestro alcance. En uno de sus reportes, la OCDE encontró que los niveles de productividad pueden variar debido a factores como el uso intensivo de mano de obra calificada en el proceso de producción, la capacidad de innovación, la exposición a la competencia y la difusión del conocimiento a través de la participación en las cadenas globales de suministro y el comercio global.
Siendo así que programas de capacitación para el uso de la tecnología en la mano de obra, así como la implementación innovadora de tecnologías como la inteligencia artificial en los procesos se presenta como un área de oportunidad que permitirá mantener la competitividad de nuestras organizaciones cumpliendo con los estándares establecidos en los convenios y tratados internacionales.
Además, dentro de los hallazgos de la OCDE, se encuentra también que las recesiones y los cambios estructurales importantes (como la digitalización y la descarbonización de la industria) producen la necesidad la reasignación de la mano de obra lo cual también puede impactar positivamente nuestra perspectiva económica.
Dado que, al tener que migrar parte de la fuerza laboral de industrias con un desempeño pobre a industrias más dinámicas, podemos ver un incremento en la productividad de las personas.
Como es posible observar, el panorama no es necesariamente negativo pues a pesar de que de acuerdo al INEGI el índice global de productividad laboral en México ha mostrado una tendencia a la baja desde el 2015, las tasas de crecimiento han tenido periodos de crecimiento.
Aunque sí es posible detectar algunas áreas de oportunidad relacionadas con la eficiencia en el uso de nuestro tiempo, afortunadamente algunos de los factores que podemos identificar que afectan la productividad laboral van más allá de atributos del individuo y pueden ser atendidos por las organizaciones apalancándose de la tecnología.
Dentro de los factores que afectan la productividad, tradicionalmente encontramos el desarrollo de competencias, el manejo del estrés, la creación de un buen clima organizacional, el establecer incentivos alineados a metas y objetivos, entre otros.
Algunas de las formas en las que se puede usar la tecnología para impactar estos factores pueden ser la implementación de programas que desarrollen competencias y habilidades en el uso de la inteligencia artificial, incrementar la automatización de tareas triviales, optimizar la gestión del tiempo a través de asistentes virtuales, entre otras actividades que pueden ayudar a mejorar la satisfacción con el trabajo y disminuir el estrés de las personas.
Abordando el tema de la Inteligencia Artificial en las empresas, nos compartirá su experiencia Erik Brynjolfsson, experto en la aplicación de la inteligencia artificial a la planeación estratégica y director del Digital Economy Lab de Stanford University, quien abordará el tema “Liderando personas en la era de la Inteligencia Artificial” dentro del XI Encuentro de Liderazgo Empresarial a celebrarse en la UDEM el próximo 31 de octubre.
Eventos como este resultan de gran importancia para los tomadores de decisiones, ya que los expertos vienen a abordar temas de cómo se están manejando las grandes empresas en situaciones actuales que tarde o temprano nos tocará enfrentar.
Profesora de Emprendimiento del Departamento de Administración de la UDEM. Cuenta con experiencia emprendiendo con empresas de diversos rubros. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadora en el Área de Estrategia.