El mundo laboral ha experimentado cambios significativos en los últimos años.
Ahora, las empresas operan con márgenes más estrechos y costos más bajos, lo que ha llevado a un aumento en la cantidad de profesionales independientes y freelances.
En 1995, Charles Handy publicó el libro “La organización por dentro” del cual tomo esta frase:
“Las empresas del futuro funcionarán con el 20% de su propio personal, con empresas subcontratadas 40% y los empleados de tiempo parcial y temporales el 40% restante”
Pues ese futuro ya llegó y es probable que para quedarse.
Esto nos lleva a la necesidad de aprender a destacarse y a mostrarse, ya sea como profesional independiente o como como empleado.
Una de las habilidades clave en estos tiempos que vivimos es la capacidad de promocionarse efectivamente.
A menudo, la idea de “venderse” puede parecer incómoda debido a estereotipos negativos asociados con los vendedores, que nos parecen tercos e insensibles. Sin embargo, todos, de una manera u otra, estamos constantemente en el aparador, presentándonos junto con nuestras ideas a otras personas en diversas situaciones de la vida.
Es crucial reconocer entonces que, de una forma u otra, todos somos vendedores de nosotros mismos todo el tiempo. Ya sea en una entrevista de trabajo, en una reunión de negocios, o en nuestras interacciones diarias, intentamos convencer a los demás de nuestras ideas y de lo que podemos ofrecer como profesionales.
Aunque a menudo no somos conscientes de ello, esta habilidad es esencial para lograr nuestros objetivos. Una imagen positiva de nosotros mismos puede abrir puertas, establecer conexiones y crear sinergias. No basta con ser competente; también es importante parecerlo, ya que una imagen coherente con nuestras habilidades es crucial.
Es importante recordar que no se trata tampoco de arrogancia, sino de confianza en uno mismo. Debemos ser honestos sobre nuestras cualidades y demostrar lo que prometemos. También es vital diferenciarnos y resaltar nuestras ventajas competitivas.
No omito comentar que la mejor inversión es la que hacemos en nosotros mismos. Así que la capacitación continua; el auto aprendizaje; autoestima; autoconfianza; expresión oral; expresión escrita y nuestra imagen y mejores modales, entre otros, deben estar presentes en nuestro diario quehacer para abonar a la congruencia de vendernos bien y luego cumplir las expectativas generadas.
En resumen, aprender a promocionarse es una habilidad valiosa en un mundo laboral en constante cambio. Debemos enfocarnos en lo positivo, ser coherentes en nuestras acciones y mantener una actitud abierta y receptiva.
Al final, somos nuestro propio producto y nuestro principal vendedor. Entonces, hay que hacer un esfuerzo constante por destacar, no ser “invisibles” para dejar que el mundo conozca nuestras capacidades y nuestra valía.
El autor es Miembro de la Comisión Fiscal del ICPNL.