Durante los últimos meses, una de las narrativas más importantes sobre la recuperación de la activación económica de la región, y en particular del estado, ha estado vinculada a los impactos producto de la inversión extranjera resultado de un fenómeno económico denominado nearshoring.
Como lo hemos estudiado en este mismo espacio, el nearshoring, o relocalización industrial, es un proceso económico caracterizado por la reubicación de plantas productivas y de proveduría industrial a zonas geográficas cercanas a la planta de producción central, o al mercado final al cual se destinan los productos generados.
Esta relocalización fue producto de la alta dependencia que, previo a la pandemia por COVID-19, se tenía en las complejas cadenas de logística provenientes principalmente de China, y que ante el repentino cierre y posterior reapertura económica mundial, fueron incapaces de proveer en tiempo y forma insumos y productos necesarios y acordes al crecimiento requerido.
Así, la narrativa de este fenómeno, cuya cúspide fue el aviso de la apertura de la Gigafactory de Tesla a principios de este año, mostraron a Nuevo León como un estado de avanzada cuya ubicación geográfica, alto nivel de capital humano, y gran ambiente de negocio, ha sido capaz de catapultar sus ventajas competitivas, atrayendo fuertes cantidades de inversión extranjera directa, mismas que han detonado un crecimiento en el empleo, mejoras salariales, y expectativas de fortalecimiento y prosperidad en el mediano plazo (claro, con los debidos retos que en este mismo espacio hemos señalado).
Pero, algo interesante ocurre cuando analizamos los datos oficiales de inversión extranjera directa (IED) proporcionados por la Secretaría de Economía del gobierno federal, que al menos, nos pone a pensar si existe una discrepancia entre los tiempos de registro de inversión por nearshoring, y su contabilidad efectiva en la ejecución de la misma.
En particular, si se accede a la base de datos de IED provista por la propia Secretaria de Economía, podemos observar los datos históricos trimestrales para cada estado del país, del año 2009 al cierre del tercer trimestre de 2023. En este caso, para Nuevo León, los números de esta base reflejan una realidad muy distinta. Analicemos tres indicadores que nos ayudarán a identificar si, efectivamente, la inversión por nearshoring ha tenido un cambio estructural significativo en el estado.
En primer lugar, estudiemos la composición relativa de la IED en tres elementos fundamentales: nueva inversión realizada (podríamos pensar, aquí se registraría el impacto del nearshoring por tratarse de nuevas empresas), reinversión de utilidades de empresas ya establecidas, y las cuentas entre compañías. Para evitar o reducir sesgos históricos, analicemos las tendencias de estos tres componentes en tres períodos: uno de 2010 a 2019 (antes de la pandemia por COVID-19), los números entre 2020 y 2022, y finalmente los indicadores correspondientes al año 2023.
La información pública muestra que, por ejemplo, la inversión nueva representó en promedio durante el primer periodo analizado 32.9 por ciento, mientras que la reinversión de utilidades representó un 45.26 por ciento de la IED. Si analizamos estos mismos resultados para el periodo 2020-2022 observamos que la nueva inversión mantuvo su participación en 33.81 por ciento mientras que la reniversión de utililidades aumentó a 61.82 por ciento. Finalmente, si consideramos los primeros dos trimestres de 2023, el porcentaje de la IED que es nueva inversión solo representa 1.66% mientras que el gran grueso de la IED, esto es 78.90 por ciento.
Los datos anteriores revelan al menos que, en términos de inversión registrada, los patrones de inversión nueva (podríamos pensar como una variable aproximada para nearshoring) no son dramáticamente diferentes a los históricos registrados, y que más bien, la creación de empleos y mejoras salariales podrían ser atribuidas a la inversión realizada por empresas que ya operaban en el estado, a través de la reinversión de utilidades.
Lo que es más, el estado de Nuevo León no está ubicado entre los estados del país con mayor registro relativo en en este rubro, como son Baja California Sur, Jalisco, Nayarit y Quintana Roo, quienes en 2023 tienen una atracción relativa de nueva IED significatiamente superior a sus promedios históricos.
En el evento reciente de la evaluación al Gobernados realizada por Como Vamos, tuve la oportunidad de preguntarle la naturaleza de este registro de datos al Secretario de Economía del estado, Iván Rivas Rodríguez. El Secretario comentó que existe un desfase en el registro de la inversión, pero que los compromisos de la realización de la misma existen con empresas de India, China, y claro, con Tesla. Lo que es más, que además de los compromisos, ya se tienen nuevos objetivos de inversión así como una estrategia para permitir que esta inversión siga siendo atractiva y rentable a nuevas empresas, consolidando al estado como un destino atractivo.
Por todo lo anterior, es importante entonces dar el lugar que corresponde a los impactos económicos observados en la región que son producto de la inversión realizada con el esfuerzo de las empresas que ya operan, y esperar que los impactos marginales (que se esperan sean significativos) producto de la contribución de las nuevas inversiones catapulten los buenos números que reporta la economía del estado en los próximos meses.