Cuando Adam Smith definió los factores de producción, como “la tierra, el capital y el trabajo” para generar riqueza, supongo que no tuvo en cuenta los costos indirectos de dónde, cómo y cuándo se produce la energía, ni los costos de regenerar el impacto ambiental que causan las cadenas de producción.
Sin energía es imposible mantener nuestra calidad de vida actual y mucho menos tener un crecimiento económico viable.
El físico R. Ayres describió el “sistema económico como un sistema para extraer, procesar, y transformar energía como recurso, en energía materializada en productos y servicios”, lo que convierte a la energía como el eje fundamental de transformación del progreso de nuestra civilización.
Es relativamente sencillo evaluar las aportaciones energéticas directas a partir del consumo de Kw/hr de los procesos de producción de un producto, pero calcular los flujos indirectos de energía, invertidos en la producción y consumo, es complejo y trae sorpresas que nos hacen reflexionar sobre si realmente somos conscientes del gasto que generamos sólo para sobrevivir y mantener nuestros estándares de vida, muchas veces fuera de la realidad energética, económica y ambiental a la que pertenecemos.
Por ejemplo, el hecho de tener 1 Kg. de pollo asado en nuestra mesa, después de criarlo, refrigerarlo, transportarlo, cocerlo, etc., requiere un gasto energético de entre 300-350 ml de diésel. Un kilo de pan blanco entre 210-250 ml/kg; y un delicioso tomate producido en los invernaderos plásticos de Almería en España, con eficientes fertilizantes nitrogenados para ser consumido a más de 3000km, requiere aproximadamente 650 ml de diésel por cada kilo, y si este combustible viene de recursos fósiles, nuestra comida realmente no es nada sostenible.
Pero lo más grave de esta situación lo describe el reporte State of Climate Action (SCA) 2023, promovido por el World Resources Institute, que mide cómo van los países hacia las metas de no subir más de los 1.5 grados centígrados, establecido en el acuerdo de Paris.
Por un lado, los países demandan crecer económicamente (PIB), pero por otro lado este crecimiento está generando enormes cantidades de gases de efecto invernadero (GEI) y la meta que han puesto de incrementar del 39% (2022) al 90% las fuentes de electricidad de 0-carbono en el 2030, parece que no se alcanzará. Y esto es sumamente grave porque los 4 productos clave (acero, cemento, plástico, amoniaco) para apoyar un crecimiento económico y poblacional, son precisamente los que más contaminan el ambiente con GEI.
Es imposible seguir sobreviviendo con más de 7 mil millones de personas, sin fertilizantes nitrogenados provenientes de los hidrocarburos. Que el 75% de la población quiera vivir en ciudades (2050), requiere de infraestructura: carreteras, puentes, edificios, barcos, contenedores, camiones, torres de comunicaciones, etc.; que depende altamente del cemento, del acero y del plástico. Actualmente, el hecho de desacoplar la sobrevivencia de la población de la generación de emisiones de GEI no es posible ni para el 2030 y será muy difícil para el 2050, si no se tienen en cuenta nuevos mecanismos para el enverdecimiento de los grandes contaminantes.
Por ejemplo, el SCA muestra que el 36.4% (2021) del total de 56.8 Gtons de GEIs fueron producidos para la generación de electricidad (generadores, represas, turbinas eólicas, campos de energía solar, torres, etc.) y calor, el 21.1% por la industria (maquinaria, logística, etc.) y 18.3% por la agricultura (tractores, bombas, etc.), esto sin contar la energía necesaria para transformar estos gases en algo no tóxico.
La ecuación económica depende notablemente de la energía, y ésta de los combustibles fósiles y de sus emisiones y, hasta hoy, no hay ni inteligencia artificial, ni robótica, ni computación cuántica, ni regulaciones, ni políticas populistas, ni modelos matemáticos que puedan cambiar esta situación, en forma viable y efectiva.
Hay que romper paradigmas, implementar una innovación sustentable disruptiva, sistémica, en nuevas tecnologías enfocadas al cambio climático, incluyentes con las condiciones regionales, sociales y ambientales, principalmente para las zonas más deprimidas.
Para alcanzar un crecimiento económico sustentable, se requiere generar nuevas economías orientadas a los negocios sustentables y reducir, urgentemente, el Green Premium de los 4 grandes contaminadores, el cemento, el acero, el plástico y los fertilizantes de hidrocarburos; sin hacer esto, el crecimiento 0-neto será siendo una utopía para el 2050.
El autor es Profesor Emérito del Departamento de Estrategia y Liderazgo de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.
Contacto: cscheel@tec.mx