Diversos estudios revelan que las empresas familiares se desempeñan mejor que las no familiares y que, además, perduran más en el tiempo, lo que las hace más longevas. Al tener que afrontar múltiples adversidades, experimentan fracasos de los cuales eventualmente logran reponerse para cultivar su propia resiliencia y con ello volverse más flexibles y resistentes.
Empresas familiares competentes, longevas, ágiles para responder a los cambios en los mercados, y resilientes para reinventarse periódicamente, son dignas de reconocimiento y por ello resulta imperativo aprender de su fuente de inspiración principal: los valores de cada familia propietaria detrás de estas organizaciones.
¿Qué factores contribuyen al desarrollo de estas características de las empresas familiares? Comencemos por reconocer, por un principio de unicidad, que lo que la familia y sus miembros decidan hacer tendrá impacto en la evolución de la empresa familiar. Sus valores, sus hábitos, sus acciones, su forma de conducirse, entre otros factores, generan resultados únicos en cada familia empresaria.
En esta ocasión hablaremos del espíritu emprendedor, pues cada familia empresaria busca generar el “combustible” con el que serán capaces de reinventarse, al menos en cada vuelta generacional. Construir una plataforma de identificación de oportunidades requiere también de una gran capacidad de acción, de comunicación, con múltiples factores externos, y de agilidad para responder antes que la competencia.
Iván Lansberg, líder de pensamiento en el campo de las empresas familiares, identifica seis factores críticos de éxito en familias empresarias que se aseguran de cultivar el espíritu emprendedor en las nuevas generaciones y de esa manera prepararlos para la continuidad de sus legados.
El primero tiene que ver con el ejemplo que los padres dan a sus hijos en relación con el entusiasmo y gusto por la actividad empresarial que desempeñan, transmitiendo la pasión por lo que hacen.
Con su ejemplo, los padres muestran a los hijos una oportunidad de oro para involucrarse desde pequeños con lo que, eventualmente, se podría conseguir un sentido de propósito que impacte a su entorno, más allá de su círculo social inmediato.
El segundo elemento que abona al emprendimiento familiar es el hecho de compartir narrativas de la historia de la familia. No se deben exagerar los logros, convirtiendo a los personajes de la historia en héroes o heroínas que no puedan ser igualados o superados.
La narrativa debe ser interesante pero humana; es decir, no se trata de poner en un pedestal a los fundadores y con ello sembrar el miedo al fracaso. Se requiere de humildad y honestidad para construir una narrativa congruente e interesante para las siguientes generaciones.
Perseverar juntos como familia es un tercer factor. Los padres de familia deben identificar las oportunidades de colaborar con sus descendientes desde pequeños. Hacer un deporte juntos, establecer un reto para realizarlo de forma colaborativa; cosas simples, donde el foco está en la colaboración para propiciar el sentido de lograr algo juntos.
Es importante esta etapa para ambas generaciones ya que se descubren talentos o preferencias por cierto tipo de actividades, generándose en contextos neutrales o de menor jerarquía. En estos proyectos también se desarrolla el aprecio por los procesos y no sólo por los resultados.
Y muy ligado a este tercer factor está el siguiente, que consiste en nutrir los sueños de los hijos. Darle espacio a los “experimentos mentales” de lo que quieren llegar a ser y no asumir que todos desarrollarán la misma pasión por lo que hacen por el simple hecho de ser de la misma familia y descendientes con las mismas estructuras genéticas.
Esta es una etapa de preparación y descubrimiento de los anhelos y los hijos terminan agradeciendo mucho el hecho de saberse escuchados. Abrir el diálogo, para compartir los sueños desde pequeños, otorga a los hijos la gran oportunidad de explorar posibilidades, se dan permiso y construyen grandes realidades con entusiasmo.
El quinto factor tiene que ver con estimular la curiosidad empresarial. Desde pequeños entendemos las dinámicas y lógicas de negocio; aprendemos lo que significa contar con los recursos que se requieren para transformarlos en algo que sea de valor para otro.
Y por último, el sexto factor sugiere promover una actitud de escasez en un entorno de abundancia. Y lo que esto quiere decir es que, en muchas ocasiones, resulta difícil encontrar el justo medio para no dar tanto que se malgaste y que no se valore lo que se tiene ni se esté dispuesto a luchar por ello. Es un tema complicado pero necesario de abordar desde la responsabilidad y el amor. Con el privilegio se entregan también obligaciones.
La doctora Fonseca es Directora del Instituto de Familias Empresarias del Tecnológico de Monterrey.
Contacto: maria.fonseca@tec.mx