Monterrey

Jorge O. Moreno: La autonomía del Banco de México y las tasa de interés

Otra vez y las que sean necesarias.

Esta semana se celebraron 30 años del mandato constitucional que da autonomía al Banco de México (Banxico), piedra angular de un sistema financiero sólido, creible y fuerte. En particular, el 1 de abril de 1994, entró en vigor la reforma al artículo 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, mediante la cual se otorgó autonomía al Banco de México y el mandato prioritario de mantener el poder adquisitivo de la moneda nacional.

A lo largo de este tiempo, mucho se ha debatido en el ambiente económico, financiero y político sobre si las decisiones de Banxico debe ser apegada a la ortodoxia (halcona) o mixta y blanda (paloma), independiente o alineada a los objetivos de un gobierno, con un objetivo único o con un mandato dual en estabilidad de precios y simultáneamente crecimiento-empleo.

No obstante todo lo anterior, la autonomía en su funcionamiento y toma de decisiones, ese gran aporte democrático a nuestro sistema económico y financiero, jamás ha estado sujeto a debate.

Al respecto, el pasado jueves 21 de marzo, la Junta de Gobierno de Banxico llegó a la decisión de disminuir en 25 puntos base sus tasas de interés, esto después de tres años de no haber hecho ningún cambio, pasando de 11.25 a 11 por ciento. Cabe señalar que la decisión no fue unánime, pues la subgobernadora Irene Espinosa votó porque las tasas se mantuvieran en 11.25 por ciento. Sin embargo, desde semanas atrás algunos especialistas pronosticaron que la Junta de Gobierno llegaría a esta decisión, ante la aparente disminución en las presiones inflacionarias del país.

Mucho se especuló sobre si esta reducción en la tasa de interés se traduciría de manera directa en mejores condiciones para el crédito de los hogares e individuos, así como reducciones en los costos de financiamiento de empresas a través de instrumentos financieros más baratos, esto es, a una menor tasa de colocación de bonos y deuda. Sin embargo, en ese campo, las noticias podrían no ser tan positivas, y para eso tenemos nuestra siempre útil teoría económica y financiera para analizar el porqué no necesariamente se daría ese efecto de reducción simultánea de todas las tasas.

En el caso de los instrumentos financieros, el surgimiento del estudio de los precios y rendimientos de equilibrio tiene su génesis en el modelo de precios de activos de capital (CAPM) desarrollado a partir de las ideas de Harry Markowitz (Premio Nobel 1990) y empíricamente implementado por Jack Treynor, William Sharpe, John Litner y Jan Mossin. Este primer modelo propone que, en equilibrio, el precio y rendimiento de un activo financiero es función de un factor único común a todos, denominado “prima de riesgo de mercado”.

El éxito de CAPM en la década de los sesentas fue motivado por la capacidad de combinar grandes bases de datos y capacidad computacional; esto permitió el desarrollo de ese vínculo entre las finanzas empíricas y teóricas.

Sin embargo, conforme el uso estadístico de CAPM se generalizó, la incapacidad de este modelo para explicar el riesgo observado de cada activo financiero constituyó un reto no sólo al carácter empírico, sino también a los fundamentos teóricos que le daba sustento. Correspondió a Stephen Ross, profesor de MIT recientemente fallecido, proponer una explicación a la falta de poder empírico de CAPM: existen fallas en los fundamentos teóricos que hacen que el riesgo de un activo financiero no pueda ser explicado por un único factor, y se requieren otros factores que eliminen toda oportunidad de realizar arbitraje en el largo plazo. Así surgió la teoría del precio de activos por arbitraje en múltiples factores (APT).

Las pruebas empíricas del modelo APT desarrolladas por Eugene Fama (Premio Nobel, 2013) y James MacBeth en 1973 permitieron ampliar el conocimiento de los determinantes asociados al premio por riesgo de cada activo financiero. Actualmente se han identificado al menos 4 factores para analizar el riesgo de un activo financiero: los primeros tres debido a los estudios del mismo Fama y Kenneth French (1993), conocidos como “factor de mercado tradicional de CAPM”, “factor tamaño de capitalización”, “factor relación de precio a valor contable”, y un cuarto factor denominado “persistencia” o “momentum” desarrollado por Mark Carhart (1997).

Conocer el nivel de equilibrio en el rendimiento y riesgo permite, de la mano con un análisis bien fundamentado sobre el activo en particular que vamos a estudiar, conocer su estructura de tasas de interés y tomar mejores decisiones.

Esto es particularmente importante en períodos como el reciente en el cual los retos que la incertidumbre de las próximas elecciones representan en términos de riesgo no reflejan necesariamente la fortaleza financiera del país construida a base de años de regulación prudencial y autonomía del Banco de México, pero donde estas últimas son fundamentales para la estabilidad y el funcionamiento de nuestra economía.

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