Monterrey

Rogelio Segovia: Corea del Sur, un país profundamente infeliz

Seguramente no soy la primera persona que le hace esa pregunta, pero tampoco debe de ser muy común que se la formulen.

La semana pasada estuve en la Zona Desmilitarizada de Corea, la franja de seguridad que divide a las dos Coreas. Una franja establecida en 1953 que mide 4 km de ancho y 238 km de longitud. Es una zona libre de personal del ejército, casi despoblada de civiles y diseñada para la contención militar. Durante la visita hice una pregunta al guía que nos acompañaba y quien en ese momento nos compartía algunos datos macroeconómicos y sociales de Corea del Norte: ¿La gente de aquel país, es feliz?

Seguramente no soy la primera persona que le hace esa pregunta, pero tampoco debe de ser muy común que se la formulen. Se quedó en silencio por unos instantes, reflexionando acerca de mi pregunta y sopesando su respuesta. Después de unos instantes, se recompuso, y me dijo que la felicidad era algo interno y que para cada persona significaba algo diferente. Ante mi evidente rostro de fingida insatisfacción por aquella respuesta, trató de darme un poco más de contexto de Corea del Norte, pero sin ahondar puntualmente en mi pregunta.

Minutos más tarde nos presentó un exiliado político del estado totalitario dirigido por Kim Jong Un, que hacía unos pocos años había escapado de Corea del Norte. El periplo de su travesía, donde viajó separado de su esposa e hija, fue largo y penoso. Después de un recorrido por varios países, pudo llegar a Seúl, donde vive hoy en día con su familia.

Durante la conversación con el antiguo residente de Pionyang, un hombre de 52 años, compartió con nosotros su experiencia de vida en Corea del Norte. Nos contó cómo él, su esposa y su hija disfrutaban de un nivel social y económico elevado gracias al alto rango militar de su padre. Mientras escuchábamos atentamente sus relatos, al final reveló por qué decidió escapar del país. Como si hubiera estado presente cuando formulé la pregunta a nuestro guía, explicó que la decisión se basó principalmente en el deseo de proporcionarle a su hija un entorno donde pudiera tomar libremente sus propias decisiones: qué estudiar, dónde vivir, en qué trabajar o con quién casarse. Eso es lo que significa, reveló, la felicidad para él. La capacidad de, como un legítimo ser humano de este mundo, poder tomar sus propias decisiones con libertad.

Entonces, ¿por qué lo que para unos significa un país donde ser feliz, para otros representa un ambiente opresivo e infeliz? La semana pasada, en este mismo espacio, abordé el milagro social y económico que convirtió a Corea del Sur, a pesar de haber sido devastada por una guerra civil y con escasos recursos naturales, en una de las principales potencia tecnológicas y económicas del mundo. Con un sector privado vibrante, una fuerza laboral calificada y una infraestructura de clase mundial, en este país se suicidan, en promedio, 36 personas cada día.

En 2021, Corea del Sur registró la tasa de suicidios más alta entre los países de la OCDE, con aproximadamente 13,000 personas fallecidas (Statista, 2024). A lo largo de las últimas dos décadas, esta cifra se ha duplicado, alcanzando las 26 muertes por cada 100,000 habitantes en 2022. Este fenómeno, que sitúa al suicidio como la sexta causa de muerte en el país, afecta tanto a hombres de edad avanzada como a jóvenes, siendo desde 2011 la principal causa de muerte entre personas de 10 a 24 años.

Unos días después de la visita a Zona Desmilitarizada, le pregunté a nuestro guía porque la tasa de suicidios en Corea del Sur era tan alto, sobre todo entre los jóvenes. Esta vez me respondió sin ambigüedades: porque nos hemos enfocado solamente en salir de la pobreza, en producir más y generar riqueza.

Un país dinámico con una reputación global notablemente positiva enfrenta contradicciones sociales que generan una paradoja. A pesar de los imponentes y modernos edificios, aeropuertos, transporte público e infraestructura urbana que reflejan el poderío de la nación, los ciudadanos viven con estrés, aislamiento, emociones reprimidas y una profunda insatisfacción.

Una nación considerada una oportunidad para hacer una nueva vida para unos, debe aprender a priorizar la socialización y el bienestar de sus ciudadanos. Hoy Corea del Sur es un país profundamente infeliz.

Epílogo.— A raíz del artículo que escribí en estas páginas la semana pasada, una amable lectora me comparte lo siguiente: “Para quienes gustan de la música, filosofía, psicología y literatura: BTS tiene una colección de discos que se basan principalmente en ‘Demian’ de Hermann Hesse y, junto con esto, incorporan ideas de Jung, Nietzsche, Úrsula K. Le Guin y otros. En particular, su canción de “protesta” ‘Spring Day’ hace referencia a ‘Los que abandonan Omelas’ de Le Guin, en memoria del hundimiento del ferry MV Sewol que llevaba estudiantes. Hay análisis muy interesantes de muchas de sus letras en el Bangtan Universe (BU)”.

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx

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