Monterrey

Fidel Salazar: Los héroes anónimos de la jornada electoral

Acciones de triple impacto.

Tras apenas 15 minutos en la fila, mi vecino atrás de mí comenzó a quejarse con su acompañante: “¿Aquí va la fila? ¿Y cuánto tardará? ¿Por qué no se mueve? ¿Ya llegaron los funcionarios? ¿Para qué se comprometen si no van a echarle ganas? Yo no me voy a esperar 3 horas para votar, tengo hambre, tengo sueño, tengo calor, estoy crudo…”, etcétera.

Y era entendible su molestia. Nuestro centro de votación registraba filas de cerca de un kilómetro de largo, que le daba dos vueltas a la manzana de un colegio en el que operaban más de 10 casillas, al mismo tiempo que se celebraban misas en la iglesia de enfrente, por lo que no había ni dónde estacionarse.

Pero a mi me daba gusto ver las casillas saturadas, aunque la participación siguió estancada en el 60%. Independientemente del resultado, la jornada electoral fue en su mayoría limpia, ordenada y pacífica.

Y eso fue gracias al ejército de más de un millón y medio de patriotas responsables de organizar la operación de más de 170 mil casillas que recibieron más de 55 millones de votos de los mexicanos.

Esta labor voluntaria y no remunerada realizada por nuestros conciudadanos, elegidos al azar e invitados a participar por la autoridad electoral, que deben sacrificar su tiempo libre para capacitarse y servirnos, no siempre recibe el crédito que se merece.

Puede parecer una labor sencilla, pero ser funcionario de casilla en nuestro sistema electoral, es complejo y arriesgado, pues se deben cumplir múltiples requisitos antes, durante y después de que se abren las puertas para recibir los votos.

Además de llegar horas antes de la apertura oficial de las casillas, deben armar las urnas y las mamparas, verificar la validez de la papelería electoral, organizar la logística y las filas, remplazar a los funcionarios que no lleguen, contar las boletas y cotejarlas con el padrón electoral.

Durante la jornada deben asegurarse de que no haya discriminación, inseguridad ni actos indebidos de parte de partidos y candidatos, vigilar la integridad de las urnas y apoyar a los ciudadanos para que voten.

Tras cerrar las casillas, aún les quedan varias horas de trabajo contabilizando los votos, llenando las actas y asegurando el traslado de los paquetes a las sedes distritales para su cómputo.

Todo, bajo la mirada desconfiada y perspicaz de representantes de los partidos políticos, observadores electorales y otros funcionarios.

Y luego, si hay conflicto postelectoral, es probable que su trabajo sea fiscalizado, cuestionado y señalado por cualquier error, voluntario o involuntario, inconsistencia percibida o manipulación manifiesta según la visión de los contendientes.

Como ciudadanos y como país debemos a estos héroes anónimos el reconocimiento y el agradecimiento por su labor patriótica de hacer posible, creíble y válida la elección de nuestros representantes populares y el respeto a la decisión de la mayoría.

Muchas gracias.

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