Monterrey

Rafael Velázquez: Hacia una política exterior de Estado

Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la política exterior de México sufrió retrocesos, fue inconsistente y tuvo una fuerte carga ideológica. Ante esta realidad, es necesario que la siguiente administración adopte una “política exterior de Estado”.

Pero ¿qué significa una “política exterior de Estado”? Existen opiniones de que es muy difícil que una nación pueda proyectar una política exterior de Estado debido a la polarización política que existe en las sociedades. Sin embargo, una política exterior de Estado requiere un consenso mínimo para poder ser realidad.

El interés nacional puede representar ese consenso. En otras palabras, una política exterior de Estado se construye a partir de los intereses primordiales de un país. El argumento es que toda estrategia hacia el exterior debe considerar las necesidades básicas de una población en los ámbitos económicos, sociales, políticos y culturales. En otras palabras, una política exterior de Estado no responde a los intereses del gobierno en turno, sino a los de la sociedad en conjunto.

Una política exterior de Estado debe contener las siguientes características: tiene que mostrar cierto nivel de continuidad para que no cambie drásticamente cuando hay una nueva administración. Pero debe ser lo suficientemente flexible para poder enfrentar los retos que se derivan de las coyunturas y las nuevas demandas del sistema internacional. También tiene que ser racional y estratégica. Es decir, debe orientarse a partir de objetivos e intereses específicos. Pero su énfasis debe estar en la promoción económica, el bienestar social y la seguridad nacional.

Debe ser congruente con la identidad nacional y debe buscar promover los valores socioculturales del país. Por ejemplo, debe estar guiada por los principios normativos, pero sin perder de vista los intereses de la nación.

Además, tiene que ser consistente con el proyecto de nación que gobierno y sociedad aspiran a futuro. Asimismo, debe buscar mejorar la imagen del país en el exterior. Ello generará “poder suave”, lo que se traduce en un aumento en la capacidad de negociación internacional. Un objetivo permanente debe ser tener en cada momento capacidades efectivas para el logro de las metas nacionales.

El uso de principios normativos -como la No Intervención, la Solución Pacífica de las Controversias, etc.- también ayuda a incrementar el poder suave. Como México no es una potencia militar, el gobierno debe usar ese instrumento en sus vínculos con el exterior para alcanzar sus metas.

Una política exterior de Estado toma en cuenta los intereses y necesidades de los diversos sectores de la población como guía básica del proceso de toma de decisiones. Pero también toma en cuenta los intereses de su contraparte externa. Ningún país puede llegar a una mesa de negociación solamente promocionando sus propios intereses.

En una política exterior de Estado, el gobierno nombra a expertos en diplomacia en los puestos clave en la SRE y en embajadas y consulados. En esta misma lógica, el canciller se acerca y se asesora de los miembros del Servicio Exterior Mexicano. También escucha a los especialistas en la materia, ya sean académicos, legisladores, periodistas, empresarios o representantes de organismos no gubernamentales.

Una política exterior de Estado no debe tener una fuerte carga ideológica. Los intereses de la nación deben prevalecer por encima de una visión personal. Es necesario recuperar el principio de la “pluralidad ideológica” que desarrolló el expresidente Luis Echeverría.

La lógica detrás de ese instrumento era que México establecería relaciones diplomáticas con cualquier país, sin importar su ideología, para promover sus intereses sin influencias ideológicas. Es decir, debe tener una suficiente dosis de pragmatismo.

Una política exterior de Estado promociona las diferentes diplomacias alternativas, como son la parlamentaria, la pública, la cultural, la ciudadana, la feminista y, sobre todo, la local. Por ejemplo, el gobierno federal debe, seriamente, tomar en cuenta de los intereses de las entidades federativas.

Las necesidades de Nuevo León, Baja California, Jalisco, Puebla, Querétaro y de todos los estados de la República, son parte fundamental de una política exterior de Estado. En concreto, México necesita urgentemente una política exterior de Estado para la siguiente administración. La tarea parece difícil, pero con voluntad política y una visión de Estado se puede lograr.

El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Es doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT y es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Es presidente del Centro de Enseñanza y Análisis sobre la Política Exterior de México (CESPEM).

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