Difícilmente a estas alturas podemos encontrar a alguien, en ambientes laborales de oficina, que no esté familiarizado con alguna aplicación de inteligencia artificial (IA) y que no haya experimentado un poco con ella. Ya sea respondiendo preguntas, creando imágenes, quizá algún video, o elaborando una tarea o reporte del trabajo. Desde luego, habrá quienes hayan hecho cosas más complejas, como algún proceso de programación o de entrenamiento.
Sin embargo, en este momento, aproximadamente 18 meses después de su lanzamiento al gran público, estamos llegando a un punto curioso en el que todo se vuelve confuso y complejo en cuanto a la IA.
Pareciera que esta tecnología no avanza más allá de lo que ya hemos aprendido. Incluso, algunos se sienten un poco desilusionados de que no hayan ocurrido las catástrofes que muchos predijeron. ¿Recuerdan que, tan solo en octubre del año pasado, Elon Musk advirtió que “la IA es una de las mayores amenazas para la humanidad y hará que todos los trabajos sean obsoletos”?
Este sentimiento de incertidumbre es bastante común y en este momento se comparte en muchos sectores, incluyendo a los inversores, quienes temen que la IA no proporcione las enormes ganancias que esperaban.
Además, para los amantes de los datos duros, ni siquiera las empresas están utilizando la IA de manera intensiva. Según datos de la Oficina del Censo de los EUA, solo el 5.1 por ciento de las empresas en aquel país utilizan IA para producir bienes y servicios, por debajo del 5.4 por ciento registrado a principios de este año. Aproximadamente la misma proporción tiene la intención de implementarla en los próximos meses.
De acuerdo con Gartner lo que estamos viviendo se conoce como “ciclo de la euforia”, un concepto ampliamente conocido en Silicon Valley que explica el recorrido típico de las nuevas tecnologías: un primer momento de euforia irracional y excesiva inversión, seguido por un abrupto descenso al “valle de la desilusión”, cuando el progreso y la adopción parecen estancarse. Esto nos lleva a preguntarnos si la adopción de la tecnología se está produciendo con demasiada lentitud y si es difícil obtener beneficios de ella.
The Economist (agosto 2024) también nos recuerda que estos ciclos son relativamente normales. Por ejemplo, la evolución de tecnologías como el ferrocarril y el internet tuvieron su ciclo de euforia y caída. En el siglo XIX, la fiebre ferroviaria en Gran Bretaña atrajo grandes inversiones, lo que llevó a un colapso bursátil.
No obstante, el capital acumulado permitió conectar al país y transformar su economía. De manera similar, el auge de Internet en los años 90 provocó la quiebra de muchas empresas puntocom a inicios de este siglo, pero dejó como legado una infraestructura crucial para la red actual.
Por otro lado, el Financial Times (agosto 2024) sugiere que hemos llegado a un punto en el que los consejos de administración de las empresas deberían considerar nombrar a un director de operaciones de IA.
Aunque esta idea suene futurista, el FT concluye que un director de operaciones de IA podría anticipar, planificar y ejecutar el ritmo y la escala de la eficiencia operativa en todo un ecosistema corporativo de maneras que un humano no podría igualar, principalmente porque la IA puede operar 24 horas al día, 7 días a la semana sin fatiga.
Para cerrar esta reflexión, Harvard Business Review reclama a los consejos de administración de empresas que cotizan en bolsa por ser tímidos a la hora de considerar cuestiones relacionadas con la ciencia y la tecnología, ya que suelen centrarse en la seguridad. Para solucionar esto, insta a las empresas a crear un comité de tecnología dependiente del consejo de administración.
Además, la revista advierte que la IA pronto transformará más del 40 % de toda la actividad laboral, y que la capacidad de aprovecharla de manera eficaz será clave para el éxito profesional. Por ello, las personas deben aprender tres habilidades fundamentales: interrogar a la IA de manera inteligente, incorporar discernimiento humano y ético para obtener resultados confiables, y convertir a la IA en su aprendiz.
Ya sea que, organizacionalmente, estemos en el valle de la euforia o de la desilusión, considerando reemplazar miembros del C-Suite por IA, o simplemente rehuyendo la IA (y al cambio científico y tecnológico en general); o que, personalmente, no desarrollemos las habilidades necesarias para utilizar esta tecnología, debemos ser conscientes de que el cambio tecnológico es rápido. O aceptamos el riesgo, o desaparecemos.
Sería ocioso recordar los ejemplos de Kodak, Nokia, Blackberry o Blockbuster, por mencionar algunos.
Epílogo: La semana pasada fue Starbucks, ahora es Nestlé quien este pasado viernes anunció un cambio inesperado en su liderazgo, nombrando a Laurent Freixe, actual director general de la Zona Latinoamericana, como nuevo CEO de la compañía a partir del 1 de septiembre.
Freixe sustituirá a Mark Schneider, quien deja su cargo tras casi ocho años en el cargo. Ante la caída de las ventas, el principal reto del nuevo director general será recuperar la cuota de mercado perdida por la empresa.
A diferencia de Starbucks, cuyas acciones subieron un 20% tras el cambio de su CEO —como comentamos en este espacio la semana pasada—, las acciones de Nestlé cayeron el día del nombramiento hasta un 4 % en la Bolsa de Suiza, para luego cerrar con una ligera subida del 0.1 %.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx