Monterrey

Jorge O. Moreno: Andrés Manuel López Obrador, balance de un sexenio

El Producto Interno Bruto se ha mantenido relativamente estancado durante la mayor parte del sexenio.

El próximo 30 de septiembre de 2024 concluye el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, un periodo marcado por profundas transformaciones y una polarización política sin precedentes en la historia reciente de México.

A lo largo de seis años, y como lo documentamos en nuestras entregas en este espacio, su administración impulsó una agenda ambiciosa de cambio económico y social, bajo la bandera de lo que denominó la “Cuarta Transformación” (4T), con un enfoque, al menos en el discurso, en combatir la desigualdad, la pobreza y la corrupción.

Sin embargo, los resultados que entrega a la siguiente administración, y en general a la ciudadanía mexicana, han sido dispares y suscitan debate en distintos sectores y especialistas.

En el ámbito económico, sus resultados son estables pero altamente controversiales.  López Obrador se presentó como un presidente austero y ortodoxo en cuanto a las finanzas públicas, destacando los cambios de secretario en la SHCP.

A pesar de las críticas iniciales, el mandatario evitó recurrir al endeudamiento excesivo y la destrucción de fideicomisos sociales para financiar sus programas sociales y proyectos de infraestructura, como el Tren Maya o la refinería Dos Bocas. Estos proyectos se caracterizaron por falta de evaluaciones de impacto económico y ambiental.

El Producto Interno Bruto (PIB) se ha mantenido relativamente estancado durante la mayor parte del sexenio, en gran parte debido a factores externos como la pandemia de COVID-19 y las tensiones comerciales globales.

Sin embargo, a partir de 2023, la economía comenzó a mostrar signos de recuperación postpandemia, con un crecimiento moderado impulsado principalmente por el T-MEC y el nearshoring, que atrajo inversiones extranjeras.

Aun así, la distribución de la riqueza sigue siendo un desafío persistente, y la inflación, aunque controlada en la segunda mitad del sexenio, erosionó el poder adquisitivo de millones de mexicanos.

En el plano político, López Obrador consolidó un estilo personalista y polarizador, caracterizado por una comunicación constante con la ciudadanía a través de sus conferencias matutinas, conocidas como las “mañaneras”, en donde planteó la agenda de discusión de cada día.

Esta estrategia le permitió establecer una narrativa directa con su base de apoyo, pero también alienó a sectores críticos que percibieron en su gobierno, desde muy temprano en su administración, una amenaza al equilibrio democrático.

Probablemente uno de los logros más destacados de su administración fue el fortalecimiento del poder presidencial, un retroceso en la administración del poder político en el país que nos remonta a la época de mayor poder del casi extinto PRI. Esto se reflejó en la centralización de decisiones estratégicas y en la disminución del poder de organismos autónomos.

Por ejemplo, el Instituto Nacional Electoral (INE) fue blanco recurrente de críticas por parte del presidente, lo que provocó temores sobre la independencia de las instituciones democráticas en el país.

Además, su constante crítica a Banco de México, y la consolidación de una Junta de Gobierno y de su misma Gobernadora como personas cercanas a su gobierno, puso su autonomía institucional innecesariamente en tela de juicio.

Así, al cierre de este sexenio, su partido, Morena, logró consolidarse como la fuerza política dominante, manteniendo el control de la mayoría en el Congreso y gobernando la mayoría de los estados, impulsando rumbo al cierre de su administración una serie de radicales reformas constitucionales entre las que destacan los cambios en el poder judicial y la destrucción de organismos autónomos.

Tal vez, el sello distintivo del gobierno de López Obrador fue su enfoque en la justicia social. A través de programas como “Sembrando Vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro”, buscó atacar de raíz las causas de la pobreza y la desigualdad entre la población. Además, la implementación de pensiones universales para adultos mayores y el aumento en las becas educativas reforzaron su discurso de apoyo a los más vulnerables.

Sin embargo, los resultados de estos programas son objeto de debate. Aunque han beneficiado a millones de personas, la efectividad de largo plazo en términos de reducción de la pobreza estructural y movilidad social es incierta, contrario a las fuertes cargas financieras que se generaron por ascender dichos programas al orden constitucional para garantizar su permanencia.

Adicionalmente, el aumento en la violencia y la inseguridad en diversas regiones del país —pese a la creación de la Guardia Nacional— sigue siendo una de las grandes sombras sobre los avances sociales, con más de 198,000 homicidios registrados durante su mandato, sin contar el estimado de casi un millón de muertes en exceso, resultado de la pandemia por COVID-19.

En conclusión, el sexenio de López Obrador deja un legado mixto que invita a la profunda reflexión del estado actual del país, y de su futuro inmediato. En lo económico, se podría destacar una relativa prudencia fiscal y un cierto grado de estabilidad macroeconómica, aunque con un crecimiento limitado y una fuerte carga de gasto público en programas sin transparencia y una evaluación rigurosa.

En lo político, su administración transformó profundamente la relación entre el poder presidencial y las instituciones democráticas, lo que ha generado una discusión continua sobre el equilibrio de poderes en el país.

Finalmente, en el ámbito social, si bien sus políticas asistencialistas brindaron cierto alivio a sectores marginados, aún queda por ver si se éstas ayudas en forma de transferencias monetarias se traducen en mejoras sostenibles, o solo son un paliativo a un problema estructural.

El próximo gobierno de la primera Presidente Claudia Sheinbaum Pardo, recibirá un país fuertemente polarizado, con una sociedad más consciente de las desigualdades, un sistema político en pleno reajuste y una economía que, si bien ha comenzado a recuperarse, sigue enfrentando retos significativos en términos de inclusión y crecimiento.

Esperemos que la gran apuesta de la ciudadanía mexicana en las pasadas elecciones, concentrando el poder político legislativo en torno al partido Morena y por tanto a la presidente entrante, dicte una agenda que lleve a mejor rumbo nuestro país. La historia se sigue escribiendo.

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