Se afirma insistentemente que la humanidad está viviendo una revolución sin precedentes que podría marcar el fin de la historia humana. ¿Es esto cierto o siquiera posible? No lo sé, pero si lo fuera, dudo que nos toque a nosotros, a nuestros hijos o a nuestros nietos ser testigos de ello. Es más, ni siquiera creo probable que los nietos de nuestros nietos lleguen a verlo.
El hecho de que un evento de tal magnitud parezca tan lejano no implica que los seres humanos de hoy, en el año 2024, no debamos empezar a ocuparnos (y no preocuparnos, ya que en ocasiones detesto esa palabra) de los cambios que estamos experimentando.
La humanidad ha vivido grandes cambios tecnológicos en los últimos trece mil años. Quizás uno de los más significativos fue la invención de la escritura hace unos 5,000 años en Mesopotamia y Egipto. Incluso ese gran avance tuvo detractores; quizá el más notable fue el filósofo Sócrates.
Sócrates no dejó ninguna obra escrita. Su filosofía se basaba en la palabra hablada y creía que el conocimiento no podía transmitirse simplemente a través de la lectura. Irene Vallejo, en El infinito en un junco, explica que Sócrates veía la escritura como una herramienta útil, pero insuficiente para transmitir el verdadero conocimiento y sabiduría que se obtenía mediante el diálogo directo.
Así ha sido la historia de la humanidad: la llegada de nuevas tecnologías siempre ha generado cierto rechazo. Es el miedo a lo desconocido, a lo diferente, a sentirnos abrumados y vulnerables ante aquello que no dominamos.
En la primera mitad del siglo XIX, el académico Dionysus Lardner aseguraba que la gente no podría viajar en tren, pues los pasajeros, incapaces de respirar, morirían asfixiados. En 1876, un congresista estadounidense afirmó que los motores de combustión interna eran demasiado peligrosos para ser permitidos. ¿Y qué decir del comentario despectivo del suegro de Alexander Graham Bell sobre el teléfono? “¡Bah! Solo es un juguete”.
Hasta el telégrafo fue objeto de críticas, como la de la revista The Spectator, que dijo que la constante difusión de información fragmentada deterioraría la inteligencia de quienes usaran el telégrafo.
Hoy, ese lugar de escepticismo lo ocupa la gran tecnología de nuestra época: la inteligencia artificial. Sin embargo, hay una diferencia fundamental: mientras que prácticamente todas las tecnologías creadas por la humanidad han automatizado y facilitado la vida, ninguna había sustituido el cerebro humano en la toma de decisiones. Esto es lo que la inteligencia artificial ya está haciendo: tomar decisiones por nosotros.
En 2023, Benjamín Labatut publicó Maniac, una novela que explora los límites de la razón, desde los fundamentos de las matemáticas hasta los delirios de la inteligencia artificial. La obra culmina con la épica batalla entre Lee Sedol, un jugador profesional de Go, y AlphaGo, la IA desarrollada por Google DeepMind. Aunque el Go es más complejo que el ajedrez, Sedol fue derrotado por AlphaGo, y lo más sorprendente fue que la IA tomó decisiones que no habían sido programadas, demostrando su capacidad de aprender por sí misma.
¿Cómo impactará en nuestro mundo el hecho de que la IA tome decisiones por nosotros y sobre todo, que no siempre comprenderemos? ¿Cómo afectará al mercado laboral? En octubre de 2023, Elon Musk declaró que la IA es una de las mayores amenazas para la humanidad y que hará obsoletos todos los trabajos. ¿Debería esto preocuparnos? Sí y no.
Toda tecnología que hemos creado ha hecho que muchos trabajos desaparezcan. La escritura hizo que los bardos, quienes relataban historias oralmente, quedaran obsoletos. Más recientemente, Uber ha desplazado a los taxis tradicionales.
Es probable que herramientas como ChatGPT hagan que escribir artículos, como este que estás leyendo, se vuelva innecesario. La IA ya puede crear canciones, teorías, manifiestos políticos e incluso artículos con una eficiencia sobrehumana.
Al igual que otras tecnologías, la IA creará miles de nuevos empleos que ni siquiera podemos imaginar hoy. Desarrolladores de IA, científicos de datos e ingenieros de aprendizaje automático son solo algunos ejemplos.
Sin embargo, afirmar que la IA pone en peligro la humanidad de manera catastrófica puede ser tan exagerado como decir que viajar en tren causaría asfixia.
El verdadero desafío es cómo preservamos la dignidad humana en un mundo donde las decisiones ya no están completamente en nuestras manos. Si la IA, en su búsqueda de eficiencia, comienza a ignorar el valor intrínseco de los seres humanos, ¿cómo aseguramos que nuestra dignidad sea respetada?
Pero nuestra respuesta ante todos estos desafíos, especialmente desde los departamentos de recursos humanos de las empresas, no puede ser simplemente ignorar lo que está sucediendo, voltear la cabeza hacia otro lado, hacer como si no pasara nada, o peor aún, asumir que no ocurrirá ningún cambio.
No podemos dejar de apreciar los grandes beneficios y oportunidades que la IA está trayendo consigo: mejoras en la atención médica, educación personalizada, asistencia a personas con discapacidades, y la resolución de problemas complejos.
En los entornos laborales, también encontramos importantes ventajas, como la automatización de tareas repetitivas, que libera tiempo para que los empleados se enfoquen en actividades más creativas y estratégicas.
Además, el análisis avanzado de datos mejora la toma de decisiones, procesando grandes volúmenes de información de manera rápida y precisa. Igualmente, la predicción y prevención de problemas, basada en patrones identificados por la IA, optimiza recursos y permite prevenir fallos antes de que ocurran.
La IA está creando un panorama laboral lleno de nuevas oportunidades y mejoras significativas, beneficiando tanto a empleados como a empresas. Al igual que durante la Revolución Industrial, la sociedad debe abordar los desafíos que esta transformación laboral plantea para asegurar que se mantenga la dignidad humana. Es crucial aprender del pasado, adaptarnos y gestionar adecuadamente esta nueva tecnología para garantizar que todos tengan la oportunidad de beneficiarse de la IA, sin perder nuestra dignidad.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx