Monterrey

Rogelio Segovia: Soledad, el costo oculto laboral

A raíz de la decisión de Amazon de exigir a sus empleados regresar a la oficina, llevé este tema al salón de clases con mis alumnos de licenciatura próximos a graduarse. Algunos de ellos ya están trabajando, casi la mitad del grupo. Les pregunté acerca de sus preferencias laborales, suponiendo que tuvieran que elegir entre un trabajo completamente remoto o uno completamente presencial. Intencionalmente, omití la opción de trabajo híbrido en esta encuesta informal.

Contrario a lo que esperaba ante este dilema binario, la respuesta mayoritaria fue: trabajo presencial. Sí, con todas las implicaciones que esto conlleva, como los tiempos de traslado, comer en la oficina y la reducción en la flexibilidad laboral.

Al preguntarles por sus motivos, la respuesta fue casi unánime: evitar trabajar en soledad. Como contexto, ellos son alumnos que comenzaron su carrera profesional de manera remota. Incluso algunos ya han tenido experiencias laborales en ambas modalidades. Aun así, me aseguraron que prefieren el trabajo presencial.

Para profundizar en la conversación, insistí sobre los beneficios del trabajo remoto. Incluso sugerí que los argumentos tradicionales a favor del trabajo presencial, como la preservación de la cultura organizacional, la productividad o la innovación, podrían ser solo mitos. No obstante, ellos se mantuvieron firmes: preferían el trabajo presencial.

“No se trata de desempeño, cultura o innovación”, argumentó una alumna, “se trata de la soledad. Si te sientes solo, no puedes ser productivo”, concluyó. Y quizá eso es lo que estamos pasando por alto.

Cuando la pandemia de 2020 envió a prácticamente toda la población a trabajar desde casa, y el trabajo remoto se volvió una necesidad, muchas personas descubrieron una forma diferente de trabajar. No solo eso, descubrieron que podían ser más productivas, al mismo tiempo que disfrutaban de más tiempo personal, comían mejor e incluso hacían ejercicio.

El problema es que, al enfocarnos en esos beneficios, nos centramos en un segmento de la población que ya estaba agotado de los traslados largos, de las comidas costosas y poco nutritivas en la oficina, y de la falta de tiempo para convivir con sus familias. Pero las nuevas generaciones, que se están integrando al mercado laboral, no vivieron esa realidad. No entienden el contexto del mundo laboral antes de 2019, y aún no lo hemos asimilado del todo.

Una encuesta realizada a principios de 2024 por la American Psychological Association (APA) reveló un dato sorprendente: el 45 % de los trabajadores entre 18 y 25 años afirman sentirse solos en el trabajo.

Según el director ejecutivo de la APA, “la demografía del lugar de trabajo está cambiando, y los trabajadores más jóvenes parecen ser los que más dificultades tienen para adaptarse”. La soledad es más que un sentimiento: es un costo oculto. Aunque los modelos de trabajo remoto e híbrido ofrecen flexibilidad para muchas personas, también han intensificado el aislamiento en muchas otras.

Hoy en día, muchos empleados deambulan por los pasillos virtuales, sintiéndose invisibles, ignorados y desconectados. Es un hecho que la generación Z, más que otras generaciones, se siente sola trabajando de manera remota, y el regreso a la oficina podría ser una solución.

Sin embargo, los centennials no están esperando volver a la oficina a tiempo completo. Lo que realmente buscan son trabajos flexibles que les permitan trabajar algunos días de manera remota y otros de forma presencial. Y algo muy importante: definitivamente no están dispuestos a convertirse en workaholics, al estilo de los años noventa del siglo pasado.

Lo que mis alumnos me dejaron claro en este breve ejercicio —que desde luego no es representativo de nada— es que valoran su privacidad y su tiempo. En un horario de ocho de la mañana a seis de la tarde, esperan cerrar sus computadoras exactamente a las seis, y no volverlas a abrir hasta el día siguiente. ¿Responder mensajes de WhatsApp o llamadas del jefe? Ni pensarlo.

Aún tenemos mucho por estudiar y aprender sobre esta transición laboral.

Epílogo.— Geoffrey Hinton, ganador del Premio Nobel de Física de este año por sus invenciones que sentaron las bases del aprendizaje automático, fundamentales para los modelos de inteligencia artificial (IA) más potentes de la actualidad, está profundamente preocupado por el rumbo que está tomando la IA. Incluso ha advertido que las tecnologías de inteligencia artificial que ayudó a crear podrían, algún día, destruir a la humanidad.

Por otro lado, Yuval Noah Harari (Nexus, 2024) vaticina que es probable que la IA cree realidades sin precedentes y a una escala sin igual (pg. 267). No obstante, también advierte que, por ahora, los humanos seguimos teniendo el control. No sabemos cuánto durará esto, señala Harari, pero aún poseemos el poder de moldear estas nuevas realidades.

¿Cómo ejercer ese control? Debemos comprender lo que ocurre y asumir la responsabilidad de nuestras acciones.

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx

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