Las empresas, para decidir qué proyectos llevar a cabo y cuales no desde el punto financiero, estiman el monto que queda después de considerar los flujos de efectivo netos (después de costos y gastos), haciéndolos equivalentes al día de hoy y restándole las inversiones necesarias. Si el monto de dicha resta es positivo, ¡adelante! En caso contrario, pudiera haber otras consideraciones, pero en principio sería rechazar dicho proyecto.
Alternativamente, se puede estimar el rendimiento de un proyecto contra el costo de sus recursos financieros. (Hay al menos otra manera, pero está equivocada).
La determinación del costo que la empresa necesite pedir prestado es tan simple como ver el pagaré. Sin embargo, los recursos que provengan de los socios … Houston we have a problem. Si le preguntamos a cada socio, vamos a tener respuestas muy diferentes que hasta rayarían en lo absurdo ¿A quién le hacemos caso?
Se necesita una manera objetiva sustentada en la teoría, aplicada en la práctica. Ese es el CAPM: Capital Asset Pricing Model o “modelo de valoración de activos”, aunque realmente todos o la gran mayoría de los financieros usamos el CAPM.
Es relativamente directo: Lo mínimo que debe ganar un inversionista sería la tasa de “CETES”, sin riesgo. Dado que son inversionistas, entonces se calcula el diferencial entre el rendimiento del mercado accionario tomando el S&P/BMV IPC menos dicha tasa de “CETES”, para no duplicar. Esta resta se le conoce como premio de mercado. Sin embargo, dicho índice está conformado por acciones de diversos sectores por lo que necesitamos un factor que se denomina la Beta de la acción.
Para aplicación práctica: si la Beta de una acción fuera 1, quiere decir que la acción tiene el mismo riesgo (sistémico) que el mercado accionario. Si es más de 1, es más riesgosa y si es menos de 1, menos riesgosa. No es que esté mal invertir en acciones con betas mayores a 1, solo que sabemos que, a mayor riesgo, mayor rendimiento. (Fuera de Narnia o algún otro mítico lugar, no existe el concepto de “a mi dame rendimiento, pero sin riesgo porque no me gusta el riesgo”).
Por una parte, está fuera del alcance de esta columna dar su explicación, pero otra parte, lo que se acaba de comentar está “platicadito” pero make no mistake como dicen los americanos: hay toda una teoría detrás de esos cálculos y es precisamente el CAPM.
El CFA Institute publicó el artículo: Happy 60th Anniversary CAPM! Why the Capital Asset Pricing Model Still Matters de Stephen R. Foerster, CFA. En él nos dice que “Cuando alguien se entera de que estoy escribiendo la biografía autorizada de William (Bill) Sharpe, la pregunta más frecuente que recibo es: “¿Todavía está vivo?” Sharpe recibió en 1990 el Premio Nobel. Y, sí, en septiembre de 2024, sigue vivo. En junio de 2024 celebró su cumpleaños número 90.
En septiembre de 2024 fue el 60 aniversario de su artículo seminal sobre el modelo CAPM en The Journal of Finance […]el CAPM tiene sus críticos. Existen algunos modelos que capturan factores adicionales más allá del mercado […] sin embargo, el modelo sigue siendo utilizado por los profesionales. Y es un modelo muy intuitivo […] únanse a mí para desearle al CAPM un feliz cumpleaños, ¡y muchos más por venir!”
En México los CAPM de las empresas son muy altos comparativamente con otros países por el riesgo país y falta de estado de derecho, generando un círculo vicioso: mayor costo financiero, menos proyectos se aprueban, menos empleo, menos impuestos, más necesidades de apoyos, mayor déficit.