Hemos visto como recientemente se ha depreciado la moneda mexicana con respecto al dólar. Sabemos -casi por intuición- que a mayor incertidumbre de la situación política tanto interna como externa, el tipo de cambio varará mucho.
Las noticias -a veces- llegan a ser positivas y por lo tanto se aprecia el tipo de cambio, pero parecería que lo normal es que no haya muchas noticias buenas y por tanto se presenta una tendencia a depreciarse.
Las malas noticias desde luego cuentan, pero hay más. Podemos ilustrarlo con un ejemplo. Supongamos que un inversionista americano cuenta con USD$ 1,000. Su primera opción es invertir en Treausry bills pero se da cuenta de que los certificados de la tesorería de México, sus equivalentes, pagan una mayor tasa de interés.
Dado que no hay restricciones de flujo de divisas entre los dos países y considera que no será tan riesgoso invertir a un mes, decide cambiar sus dólares al tipo de cambio al momento inicial, que se denomina spot (aunque, como sabemos liquida 48 horas) e invertir en CETES.
El tema es al final del plazo de inversión, ¿a qué tipo de cambio cambiará sus pesos para regresar a dólares? De haberlo decidido al principio, pudiera haber comprado un derivado conocido como contrato adelantado, denominado futuro sobre el tipo de cambio, pero a su vez ¿cómo es que se fijaría dicho tipo de cambio del futuro? La respuesta está en la relación entre las tasas de interés de ambos certificados de la tesorería.
Dado que la tasa de interés de los CETES es mayor a la de los T-Bills, luego entonces el tipo de cambio se depreciará inexorablemente y aplicará, en principio, al tipo de cambio spot al final del plazo, pero ciertamente al pricing del futuro. La teoría nos dice que el futuro debiera estar valorizado utilizando tasas libres de riesgo porque se asume un supuesto de no-arbitraje, pero las instituciones financieras utilizan TIIE dado que a dicha tasa se fondean.
La principal diferencia en el valor de las tasas de interés es debida al riesgo país, el componente más grande de la tasa de interés nominal de los CETES. Mientras exista riesgo país, el peso se depreciará.
La palabra volatilidad tiene una connotación de sofisticación numérica y hay algo de cierto en eso. Comencemos con la varianza. Su cálculo es simple: se resta el dato observado al promedio de la serie, elevándose al cuadrado dicha diferencia (de otra manera la suma de las diferencias daría cero). Se suman los resultados obtenidos y se dividen entre el número de observaciones (Hay un tecnicismo, pero dejémosle así).
Las unidades del resultado están expresadas al cuadrado por lo que, para que haga sentido, se saca la raíz cuadrada, obteniéndose la desviación estándar: una medida básica de la volatilidad. A mayor dispersión de las operaciones del tipo de cambio, mayor volatilidad (hay más, pero es especializado).
La cuestión es que el dólar a su vez varía con respecto a otras monedas, fortaleciéndose o debilitándose lo que hace que -a veces- el peso “no hizo nada” pero se fortaleció o se debilitó.
A la mayoría de los episodios de depreciación no se le puede estar echando la culpa al dólar, sino tanto a situaciones internas del país originadas por los despropósitos de los gobernantes, como al escenario geopolítico.
Parafraseando a los mercados accionarios, hay una medición de la volatilidad de los precios de las acciones (técnicamente es sobre las opciones cercanas del S&P500): es el CBOE Volatility Index también conocido como el índice del miedo.