Cada inicio de sexenio, el Paquete Económico presentado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se convierte en el eje rector del debate financiero del país.
Este conjunto de estrategias define cómo se gestionarán los recursos públicos y proyecta el rumbo de la economía nacional en un contexto de incertidumbre global y desafíos internos.
El Paquete Económico no solo establece el marco de ingresos y egresos, sino que refleja una visión política y económica del gobierno entrante. Variables clave como el control de la inflación, la deuda externa, las tasas de interés y el fomento a la inversión extranjera e interna son los pilares de esta estrategia.
Sin embargo, en un país donde la educación financiera ha sido históricamente relegada, el impacto real de estas políticas suele ser poco comprendido.
Entre las proyecciones presentadas, destaca un crecimiento estimado entre el 2 y el 3 por ciento del PIB, con una inflación controlada en 3.5 por ciento.
Aunque estas cifras muestran optimismo, la historia reciente nos enseña que raramente se cumplen.
Desde el sexenio de Carlos Salinas hasta el actual, las metas de crecimiento han sido más aspiracionales que reales, condicionadas por factores externos e internos como la dependencia económica de Estados Unidos y las tensiones comerciales globales.
El presupuesto proyectado para 2025 asciende a 9.2 billones de pesos, con un déficit del 3.9 por ciento.
La mayor parte de los ingresos provendrá de la recaudación fiscal (5.2 billones), mientras que los ingresos petroleros aportarán 1.1 billones.
Aquí radica un punto crítico: Pemex, lejos de ser el motor económico que fue en el pasado, se ha convertido en la petrolera más endeudada del mundo.
¿Es sostenible seguir apostando por esta industria en lugar de diversificar las fuentes de ingreso?
Por otro lado, los proyectos prioritarios como el Tren Maya recibirán 40 mil millones de pesos, en contraste con los recortes en otras áreas.
Además, más del 57 por ciento del gasto social se destinará a pensiones, una medida necesaria, pero que requiere ser sostenida por ingresos sanos y un crecimiento económico sólido.
Finalmente, el endeudamiento público, proyectado en 1.5 billones de pesos, plantea interrogantes sobre la sostenibilidad a largo plazo.
México sigue siendo un país altamente dependiente de Estados Unidos, lo que, aunque benéfico en términos comerciales, también genera vulnerabilidades.
La clave para transformar estas cifras en beneficios tangibles radica en una ejecución eficiente, transparente y justa.
Sin incentivos claros para el sector empresarial, difícilmente se podrá fomentar un crecimiento sostenido.
Es momento de replantear no solo cómo se gasta, sino cómo se genera y distribuye la riqueza.
La economía no es solo una ciencia de números; es el reflejo del bienestar de las familias mexicanas.
Mejores finanzas públicas deben traducirse en mejores finanzas familiares. Solo así, el Paquete Económico podrá cumplir su propósito de ser un plan viable para el desarrollo nacional.