Las empresas familiares son el motor de la economía global; generan en promedio el 60% de los empleos y contribuyen con más del 70% del PIB a nivel mundial.
En México, estas cifras son aún más sorprendentes, ya que contribuyen a la generación de empleos con más del 70% y un PIB cercano al 85%, lo que las hace constituir parte de un tejido empresarial de unidades económicas pequeñas y medianas, principalmente, aunque creciendo el número de empresas grandes que triunfan en múltiples geografías, y sobre todo que planifican su continuidad por múltiples generaciones.
Las familias empresarias que están detrás de esta transformación empresarial se hacen cargo también de crear legados que no sólo se conforman de bienes materiales sino de intangibles, a partir de los cuales crean su ventaja competitiva.
Sus costumbres, valores, relaciones, afectos, principios van construyendo una identidad que, a nivel empresarial, es un intangible único. Hablamos entonces de que las familias empresarias son capaces de crecer un patrimonio que trasciende: un legado familiar.
Para la construcción del patrimonio intangible es indispensable reconocer que las enseñanzas que recibimos en el hogar, las conversaciones familiares y las historias compartidas son tan importantes como la educación formal proporcionada en las aulas escolares a lo largo de nuestra vida.
Como me lo contaba una empresaria recientemente, “lo que nuestros abuelos y padres han vivido y creado, nos compromete a actuar en consecuencia porque su ejemplo nos ha definido en lo que hoy somos; más allá del patrimonio material, el respeto y querer mejorarles la vida de las personas nos ha llevado a ser quienes somos en nuestra industria”.
Orgullo de pertenencia, solidaridad, sentido de bien común, reputación, identidad, son dimensiones intangibles que crean valor compartido.
Para garantizar el crecimiento de su patrimonio, las familias empresarias deben entonces poner especial énfasis y cuidado en involucrar a las siguientes generaciones no sólo en las actividades empresariales; es su deber promover su curiosidad por conocer la historia, su compromiso por contribuir a un bien común, y los anhelos de formar parte de un futuro próspero y sostenible.
Hoy en día son diversos los roles desde los cuales se puede aportar y sentirse identificados con las acciones de la familia en la sociedad; descubrirlos y aprender a ejecutarlos puede contribuir al logro de objetivos de continuidad y trascendencia.
El crecimiento del patrimonio familiar se manifiesta a través de la transmisión de tradiciones y valores de padres a hijos. Esta transmisión no es un acto unidireccional, sino un diálogo en el que las nuevas generaciones reinterpretan y adaptan el legado familiar a sus propias realidades y experiencias.
Por ejemplo, una tradición familiar puede transformarse con el tiempo al incorporar nuevas costumbres que reflejen los cambios sociales o culturales. De este modo, el patrimonio no sólo se conserva, sino que también se enriquece, permitiendo una conexión más profunda entre las generaciones.
Cuando una familia empresaria se asegura de que cada integrante, sin importar la generación a la que pertenece, se siente escuchado e involucrado en las actividades de integración tarde o temprano se conecta con una historia de la cual forma parte y a la cual buscará sumar sus anhelos.
Es cuestión de facilitar la buena comunicación para concientizar de la ventaja de crear valor juntos, logrando con ello que el patrimonio intangible se vuelva lo más sagrado.
En un mundo cada vez más globalizado y digitalizado, surge el reto de mantener el interés de las nuevas generaciones por sus tradiciones. Las influencias externas y la rápida evolución de la tecnología pueden llevar a que los jóvenes se desconecten de su legado familiar.
Sin embargo, la utilización de plataformas digitales puede ayudar a crear puentes entre el patrimonio intangible y las nuevas generaciones, de tal manera que les permita compartir historias familiares, tradiciones y nuevas formas de aprender, manteniendo vivo su interés por el legado familiar.
Más allá de ser un motor de nuestra economía, las familias empresarias que construyen legados multigeneracionales, se convierten en organizaciones heroicas capaces de provocar el progreso en nuestra sociedad, creando una riqueza que trasciende lo material, inmortalizando su impacto en las siguientes generaciones.
La doctora Fonseca es directora del Instituto de Familias Empresarias (IFEM) para México y LATAM del Tecnológico de Monterrey.