En numerosas ocasiones me he referido al concepto de antifragilidad desarrollado por Nassim Nicholas Taleb en 2012. Este término, que ha ganado relevancia en los últimos años, describe la capacidad de beneficiarse del desorden y el caos mientras se minimizan los riesgos asociados.
En esencia, la antifragilidad no solo resiste los eventos adversos, sino que emerge fortalecida de ellos.
La primera vez que se escucha este planteamiento, es inevitable cuestionarse muchas de nuestras creencias sobre cómo funcionan los sistemas, las organizaciones e incluso nuestras propias vidas. Taleb ofrece una perspectiva disruptiva que va más allá de la simple supervivencia ante la adversidad: propone prosperar en medio de ella.
Sin embargo, explicar este concepto de manera tangible para quienes no han leído a Taleb puede ser un desafío. Permítame ilustrarlo con un ejemplo práctico:
Imagine que usted gana $100,000 pesos mensuales libres de impuestos. Su estilo de vida, sin embargo, implica un gasto promedio de entre $98,000 y $103,000 pesos al mes.
Este nivel de ingresos le permite vivir en una buena casa, cambiar de automóvil con cierta frecuencia y enviar a sus hijos a escuelas privadas. Aunque ocasionalmente incurre en un déficit mensual, lo solventa con el aguinaldo o un bono anual.
El problema surge ante un evento inesperado, como la pérdida de su empleo. Sin ahorros significativos que lo respalden, cualquier señal de inestabilidad en su trabajo le genera estrés y ansiedad.
Sus amigos le advierten que el mercado laboral está contraído, intensificando su preocupación. Aunque sabe que necesita ahorrar para su retiro, su presupuesto no le permite destinar nada a largo plazo.
Ahora considere un escenario distinto. Si ajustara su nivel de vida a $60,000 pesos mensuales, podría acumular ahorros suficientes para afrontar cualquier turbulencia laboral con tranquilidad.
Un despido no sería una crisis insuperable, sino una oportunidad para explorar ese proyecto personal que siempre ha tenido en mente. Esta flexibilidad financiera le permitiría tomar decisiones desde un lugar de control, no de urgencia.
Este ejemplo demuestra que la antifragilidad no implica evitar el caos, sino prepararse para sacar provecho de él. En vez de ser víctima de las circunstancias, una persona antifrágil utiliza las crisis como catalizadores para el crecimiento y la reinvención. Taleb lo resume de forma contundente: no basta con ser resilientes; debemos aspirar a salir fortalecidos de cada desafío.
Hoy, enfrentamos un futuro sumamente incierto desde perspectivas geopolíticas, económicas y competitivas. En este contexto, las organizaciones deben comenzar a ajustar su cultura para convertirla en una cultura organizacional antifrágil, como mencioné en mi columna del 12 de noviembre de 2024, “5 retos estratégicos para Recursos Humanos en 2025”. Este es el segundo de los cinco retos que, en materia de talento y personas, las empresas deben abordar.
Veamos cinco características de una organización antifrágil:
- Experimentación descentralizada: La antifragilidad florece cuando las organizaciones permiten y fomentan la experimentación a pequeña escala. Esto significa empoderar a equipos en todos los niveles para probar nuevas ideas sin temor al fracaso, controlando los riesgos y aprendiendo rápidamente de los errores.
- Diversificación sistémica: Las organizaciones antifrágiles construyen redundancia intencional en sus operaciones. Esto incluye múltiples fuentes de ingresos, talento diverso y cadenas de suministro variadas. No buscan la máxima eficiencia, sino la adaptabilidad óptima.
- Cultura de aprendizaje activo: El cambio constante exige aprendizaje continuo. Las organizaciones verdaderamente antifrágiles fomentan el pensamiento crítico, el debate constructivo y la innovación perpetua. Sus empleados cuestionan el statu quo y buscan mejoras constantemente.
- Toma de decisiones basada en datos: La intuición debe complementarse con análisis riguroso. Las organizaciones antifrágiles monitorean indicadores clave para anticiparse a las crisis y aprovechar oportunidades, adaptándose proactivamente en lugar de reaccionar tarde.
- Ecosistema colaborativo: Ninguna organización es una isla. Las empresas antifrágiles construyen redes sólidas con proveedores, socios e incluso competidores, creando un ecosistema resiliente que puede adaptarse colectivamente a los cambios del mercado.
La fragilidad te hace vulnerable a las adversidades, la resiliencia te permite recuperarte después de enfrentar dificultades y la antifragilidad te hace prosperar y mejorar en medio de desafíos y cambios. Es hora de que las organizaciones aspiren a lo último.
Epílogo.— Y para muestra de por qué prepararnos para ser antifrágiles, basta un botón: Ayer, lunes, el Wall Street Journal señaló que México está experimentando una significativa caída en la Inversión Extranjera Directa (IED), que pasó de $18 mil millones en 2022 a solo $5 mil millones en 2023. Este descenso responde a múltiples factores, como la falta de electricidad confiable, que desalienta la inversión en el sector manufacturero.
Además, las políticas restrictivas hacia la inversión privada continúan deteriorando el clima de negocios. Aunque el gobierno ha anunciado un plan para reducir el déficit al 3.9 %, las medidas propuestas, como los recortes presupuestarios y la limitada inversión en infraestructura, siembran dudas sobre el optimismo oficial respecto al crecimiento económico.
La trayectoria, concluye dicha nota, pone en tela de juicio la capacidad del país para aprovechar su potencial en un momento en que el entorno global demanda economías competitivas y adaptativas.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx