Con Donald Trump a un paso de regresar a la presidencia de Estados Unidos, México enfrenta un panorama comercial lleno de desafíos. Trump ha intensificado su presión para que los países aliados frenen el transbordo de bienes chinos hacia territorio estadounidense. Entre sus propuestas están aranceles del 25% al acero, 10% al aluminio y un sorprendente 200% a los automóviles fabricados en China. Estas medidas, aunque diseñadas para proteger la industria estadounidense, implican retos significativos para México, especialmente en su capacidad para equilibrar la relación con nuestros vecinos del norte y aprovechar nuevas oportunidades de inversión extranjera.
Para hacer frente a estas demandas y otros factores, la presidenta Claudia Sheinbaum ha creado el Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización (CADERR). Este organismo reúne a los principales empresarios del país con el objetivo de atraer inversiones, descentralizar el desarrollo económico y posicionar a México como un destino estratégico en las cadenas globales de suministro. No obstante, para que esta estrategia sea exitosa, México necesita enfrentar un problema crítico: la falta de infraestructura básica en parques industriales, un factor clave para atraer y retener inversiones.
Aunque Tesla inicialmente mostró interés en establecer una gigafábrica en Nuevo León, las crecientes tensiones comerciales con Estados Unidos han complicado su viabilidad. Por otro lado, BYD, el gigante automotriz chino, avanza hacia la posible construcción de una planta en territorio mexicano, una iniciativa que podría posicionar al país como un líder en la manufactura de vehículos eléctricos. Sin embargo, este movimiento también podría intensificar el escrutinio de Estados Unidos hacia las relaciones comerciales entre México y China.
Además, el desarrollo de infraestructura energética y de suministro de agua es fundamental para fortalecer las cadenas de suministro locales y fomentar el crecimiento económico regional. La inversión en estos sectores no solo aumentaría la capacidad de México para atraer proyectos como el de BYD, sino que también contribuiría a descentralizar el desarrollo económico, creando empleos y mejorando la calidad de vida en comunidades industriales clave.
El CADERR tiene la oportunidad de actuar como un puente entre el sector público y privado para coordinar estas inversiones estratégicas. La implementación de soluciones como redes de suministro eléctrico confiables, plantas de tratamiento de agua eficientes y gasoductos modernos debe ser una prioridad inmediata. Si México logra garantizar la disponibilidad de estos recursos, podría consolidar su posición como un actor clave en el comercio global y reducir los riesgos de tensiones comerciales con Estados Unidos.
No obstante, el tiempo es un factor crítico. Mientras Estados Unidos endurece su postura comercial bajo el liderazgo de Trump, México debe actuar rápidamente para cerrar las brechas de infraestructura. Esto no solo permitirá atraer inversiones extranjeras, sino también evitar la dependencia de mercados que podrían ser percibidos como riesgosos por sus socios comerciales.
La inversión en infraestructura no es solo un tema económico; también es una estrategia geopolítica. Al fortalecer su capacidad para ofrecer a las empresas internacionales los recursos básicos que necesitan, México puede mejorar su posición en la renegociación de acuerdos comerciales y proteger su acceso al mercado estadounidense.
En conclusión, México tiene el potencial de convertir las amenazas de Trump en una oportunidad para crecer y fortalecer su economía. Pero para lograrlo, debe priorizar la inversión en infraestructura clave, como el acceso al agua, gas y electricidad en sus parques industriales. Estos avances no solo atraerán proyectos estratégicos, sino que también asegurarán que el país esté preparado para enfrentar los desafíos de un entorno comercial cada vez más complejo.
El desafío es claro: ¿Puede México adaptarse lo suficientemente rápido para aprovechar esta coyuntura y evitar quedar rezagado? Las decisiones que se tomen ahora determinarán no solo el rumbo de las relaciones comerciales con Estados Unidos, sino también el futuro económico del país.