PM2.5 se refiere a “material particulado” con diámetro de hasta 2.5 micras (micrómetros), una “mezcla compleja con componentes con diversas características químicas y físicas”. Según un artículo del 2016 en el Journal of Toraccic Disease, las PM2.5 “provocan asma, inflamación respiratoria, pone en peligro las funciones pulmonares e incluso favorece el cáncer.”
Otro artículo, del 2021, en el journal Neurology, indica que “las PM2.5 se asocian con un mayor riesgo de demencia y enfermedad de Alzheimer” en mujeres mayores. Y así podemos seguir enumerando los perjuicios de estas partículas, ahora desgraciadamente abundantes en Monterrey y municipios conurbados.
En el área metropolitana de Monterrey (AMM), NL, el organismo “responsable” (sarcasmo, por supuesto) de (suponemos) por lo menos de monitorear la calidad del aire es la Secretaría de Medio Ambiente.
En su sitio web, publican los “reportes” mensuales del “Estado de la Calidad del Aire”. A la fecha de escribir esta nota, no había información disponible más atrás de 2010. Muestreando esos reportes, nos falta información en 2013, y luego del 2020 al 2023. Reportan erráticamente: De reportar seis estaciones en marzo del 2012, luego fueron cinco en marzo del 2016, y tres en el mismo mes, pero del 2017.
Con los datos disponibles de esa muestra, el promedio agregado de concentración de PM2.5 está encima de 23 microg/m^3. Hay una ínfima tendencia a la baja, no significativa estadísticamente (p-valor=0.29), que implica que tardaríamos más de 45 años en llegar a la norma de la OMS, si fuera significativa. Las Directrices mundiales de la OMS sobre la calidad del aire (AQG, por sus siglas en inglés), indican que el nivel máximo de PM2.5 debe ser 5 microg/m^3.
Lo bueno es que tenemos nuestra Secretaría de Medio Ambiente. Ellxs parecen tener más información (o por lo menos masajean muy bien la que tienen), y presumen que en cuatro de seis estaciones (¿dónde están las otras siete?) tienen tendencia significativa a la baja de PM2.5. Aún si fuera esto cierto, debemos tener bien identificada la razón, para reforzarla, y esto no parece ser el caso. Veo difícil que se pueda establecer una causalidad significativa entre la supuesta tendencia y algunas políticas erráticas y débiles.
Aun usando su mejor “gallo” (-0.59 microg/m^3/año) del supuesto “Promedio de la tendencia” (sic), tardaríamos 28 años en llegar a la norma (global, por supuesto, porque la norma nacional es oootra historia). Hasta aquí hemos usado la norma anual. También hay norma tanto diaria (24h).
La norma mexicana dice que para este 2024 (año tres de la norma) el promedio anual de PM2.5 debe ser 10 microg/m^3, y el diario, de 33. Los valores de la OMS para un tercer año son 15 y 37.5. Sin embargo, para el quinto año, los valores nacionales son 10 y 25, mientras que los internacionales son 5 y 15 (nivel objetivo). ¿Cómo vamos a llegar a los niveles de la OMS, si ni siquiera los tenemos como meta?
Paréntesis: Combinando la media mencionada con los datos de la OMS, podemos estimar que la mortalidad atribuible a PM2.5 en el AMM es por lo menos 15% superior a lo que debiera ser si cumpliéramos con la norma de la OMS.
El gobierno de California dice “Las emisiones procedentes de la combustión de gasolina, petróleo, combustible diésel o madera producen gran parte de la contaminación PM2.5”. El “INRIX 2023 Traffic Scorecard Report” pone a Monterrey por encima de CDMX en horas perdidas en el tráfico, y a un muy alto nivel global, como si eso fuera motivo de orgullo. Y aún así no atinamos a la solución (no faltan los “complejistas”, que se la pasan diciendo “es una problemática muy compleja”, y no hacen nada más que cobrar). Como lo hemos puesto en esta columna, el transporte colectivo es una importante solución.
El metro es un paso en la dirección correcta, pero las líneas en construcción son un paso muy pequeño: Debemos tener ya un metro hasta García, no nada más Santa Catarina; hasta Allende o Montemorelos, no nada más a La Estanzuela; hasta Ciénega de Flores; y hasta Cadereyta.
Exijamos gobernantes y directivos empresariales con visión, coherencia, y respeto por la vida y la salud. Nuestro aire es un mugrero.