Ese es el título del libro que escribí y que fue presentado este pasado miércoles en la Bolsa Mexicana de Valores, en el marco de su aniversario 130, en una presentación muy emotiva. Sin embargo, no es la intención de esta columna la promoción del libro sino simplemente comentar la fundamentación de la necesidad del libro.
La ecuación fundamental de la contabilidad establecida por Fray Luca Pacioli en 1494, cuando publicó Summa de arithmetica, geometría, proportioni et proportionalità, nos dice que el activo, es decir, los recursos con los que cuenta la empresa es igual al pasivo más el capital contable. Esto se da como consecuencia del sistema de la partida doble.
Si así es, ¿para qué haberle dedicado algo así como un año y medio en la escritura de este libro? La razón está en que los registros contables reflejan la actividad económica de la empresa a una fecha determinada. De hecho, el balance se establece que es al 31 de diciembre de un determinado año. El estado de resultados es por el período comprendido entre el 1 de enero de un año y el 31 de diciembre de dicho período, por ejemplo.
Cuando una empresa trató de reflejar los ingresos esperados en su contabilidad, no resultó en nada positivo. Esa empresa fue ENRON -aunque básicamente era un fraude- y tuvo como consecuencia que, de haber existido 5 firmas grandes de auditoría, solo quedan 4.
Sin embargo, los inversionistas invierten su dinero por las expectativas razonables de los rendimientos futuros que esperan. De hecho, dejando de lado que principios contables se siguen, la definición de un activo establecida en la NIF A5 dice que: “Un activo es un recurso controlado por una entidad, identificado, cuantificado en términos monetarios, del que se esperan fundadamente beneficios económicos futuros, derivado de operaciones ocurridas en el pasado …”. Esa es la esencia de la valuación de empresas: el cuantificar dichos beneficios económicos futuros al día de hoy. ¡Tan sencillo como eso!
Como siempre el diablo está en los detalles. Hay que cuantificar esos beneficios futuros; hay que establecer a cuantos años hacia adelante se van a determinar si la duración de una empresa, desde hace unos años y de acuerdo con la Ley de Sociedades Mercantiles, es indeterminada; una vez que se cuantificaron, ¿a que tasa de descuento se harán equivalentes al día de la valuación?
Niels Bohr ironizó que es difícil hacer predicciones, especialmente acerca del futuro. Esos beneficios futuros mencionados se pueden dar o no. Tal vez sean hasta mayores o no se lleguen a materializar. Por lo tanto, se necesita otro marco de valuación y se le conoce como valuación relativa. Para esto nos sirven precisamente los mercados accionarios: no nos importarán los mencionados beneficios sino se toman los precios de las acciones que cotizan en bolsa para determinar los múltiplos: la relación entre el precio de mercado con las ventas de la empresa, el flujo de operación, la utilidad neta y el capital contable. Esos múltiplos se aplican a la empresa valuada y ¡listo! Ya la valuamos sin necesidad de hacer proyecciones ni supuestos.
Más aún, se pueden tomar como referencia las operaciones de compraventa de empresas del mismo giro que se hayan presentado lo más recientemente posible. En este sentido, se está sujeto a que tanto se hayan efectuado dichas compraventas como el que se hagan público los montos pagados.
Tampoco se pueden dejar de lado aspectos como ESG, las finanzas conductuales, etc. No nos alcanza este espacio para comentar todo: el libro abarca 364 páginas.