Esta semana se presentó el Plan Mexico, “una visión del presente y el futuro sobre el desarrollo nacional”. Estas son algunas de las metas que plantea: Estar en el top 10 de economias del mundo; Elevar la proporción de inversión a 28% para el 2030; Creación de 1.5 millones de empleos en manufactura especializada; 50% de la proveduria y el consumo nacional en sectores específicos; Incremento de 15% en contenido nacional; Reducción de trámites para inversiones de 2.6 a 1 año con 50% menos tramites y requisitos; Formación de 150,000 técnicos y profesionistas anuales … Promover la sostenibilidad ambiental empresarial … Lograr que 30% de las PYMEs tengan acceso a financiamiento y colocar a México entre los 5 países más visitados del mundo. Ambicioso sin lugar a duda pero, ¿es realista?
De acuerdo con el CFA Institute, “La forma más sencilla de analizar el crecimiento de una economía es dividirlo en crecimiento a partir de cambios en el empleo que se divide en crecimiento en el tamaño y en la tasa real de participación y además, un crecimiento a partir de los cambios en la productividad laboral.
El crecimiento de la productividad laboral a su vez se divide en dos componentes: aumentos de la productividad proviente de inversión en activos fijos (crecimiento de los insumos de capital) y el crecimiento de la productividad total de los factores, conocido también como progreso técnico, que resulta de una mayor eficiencia en el uso de los insumos de capital.”
No es rocket science: fuerza laboral creciente y que sí trabaje; capital para invertir en activos y “un algo más” que se combina todo en progreso técnico. Para el logro de ésto último, implícitamente se asume la existencia de un estado de derecho, que solo puede garantizar los gobiernos (sin telarañas mentles).
La terca realidad se interpone en el logro de esas buenas intenciones. El siguiente párrafo nos lo dice todo:
A nivel de cancha, la inseguridad en las carreteras, ya no se diga en medio de la noche y en caminos apartados, sino a plena luz del día en carreteras de cuota, que azota tanto al transporte de carga como a familias.
El cobro de piso que equivale a un impuesto, aunque solamente el gobierno debiera ser el único ente en poder cobrar impuestos (hasta genera inflación). Las becas y apoyos de las que nadie estaría en contra de apoyar a los más necesitados pero que son, en efecto, compra de votos y peor, mal acostumbran a la población a recibir y no a valerse por sí misma.
Las ocurrencias que cuestan, y cuestan mucho como la cancelación del aeropuerto, que sige costándonos; el apostarle al petróleo con una refinería que no produce nada y un tren anti-ecológico y sin beneficio económico (¿cómo, debe haber “sostenibilidad ambiental empresarial” pero no “sostenibilidad ambiental gubernamental”?); entrarle al negocio de las aerolíneas cuando la experiencia muestra que aun las “mejor administradas” -en manos privadas-, quiebran; un auto eléctrico que aparenta ser de origen chino; “Colocar a México entre los 5 países más visitados del mundo”, solo esperemos que no piensen en promover Cancun por la mafia taxista que le da la bienvenida al turismo en el aeropuerto.
La vacuna patria y los ventiladores que fueron solo una más de las mentiras. La cancelación de entes autónomos que garantizaban piso parejo y transparencia, entre otras cosas sin motivo aparente.
Vamos, si se anuló la división de poderes para poner en manos de inexpertos la procuración de justicia, solo por resentimiento, ¿qué no harán con los particulares?
Desafortunadamente, largo el párrafo, ¿verdad?