La pandemia sanitaria ocasionada por el Covid-19 ha revolucionado el comportamiento convencional de los mercados.
Los precios de los contratos de futuros del petróleo, que jamás habían tocado números negativos, permanecieron en estos niveles durante el mes de abril del 2020. El precio del WTI cotizó alrededor de los -40 dólares por barril despertando el nerviosismo de los tenedores de contratos y bancos por la baja demanda del mercado y la falta de espacio suficiente para su almacenamiento.
El desplome de las ventas de la industria automotriz, que por más de una década demostraban un comportamiento estable y en crecimiento, así como el incremento en el gasto eléctrico per cápita debido al trabajo desde casa, representaron factores de cambio que por más de 20 años no se habían presentado en los mercados.
Hace una década, cuando los inversionistas pensaban sobre cómo el cambio climático pudiera afectar sus portafolios, su atención se enfocaba básicamente en las empresas en las que invertían: factores como la inversión en tecnología limpia, eficiencia de procesos, huella de carbono, eco-eficiencia y la posición de esta empresa en función a su competencia. Hoy en día la mitigación del riesgo climático está en función de las acciones sustentables, específicamente instrumentos o vehículos financieros emitidos por los gobiernos de los países.
Al elegir activos, los inversionistas están preocupados, principalmente, por dos obstáculos que el cambio climático presenta. El primero de ellos es el riesgo de transición. Este riesgo se presenta en economías de países que dependen en extremo de industrias contaminantes y que, por las tendencias de consumo actuales, ya no son bien vistas. Ejemplo de esto es el petróleo, por la transición en la adquisición de automóviles eléctricos. Cuando el mercado no está dispuesto a adquirir acciones de empresas contaminantes, la empresa y el país entienden esta nueva filosofía de inversión entonces se promueve un cambio a prácticas sustentables.
El segundo obstáculo es el riesgo físico. El riesgo físico es más complicado. Cuando los inversionistas determinan el riesgo de que una empresa es altamente vulnerable a incendios, inundaciones, sequías, etc., esto empuja sistemáticamente a la administración a tomar precauciones, aún cuando esto vuelva a las empresas menos atractivas al conseguir financiamiento con estos fines. La combinación del riesgo de transición y el riesgo físico representa un efecto exponencial y sin precedentes para empresas y países, y, desafortunadamente, las economías emergentes son las más vulnerables.
Los países emergentes enfrentan, hoy en día, los estragos devastadores del Covid 19 y están pagando el precio por estar más expuestos. En el reporte realizado por el Banco de Desarrollo en Asia, se demuestra que 20 de los países más vulnerables al cambio climático pagaron un costo mayor de financiamiento traducido en más de $62 billones de dólares durante la pandemia. Lo irónico es que los países más vulnerables a los efectos del cambio climático y a crisis sanitarias son los menos responsables en la generación de emisiones. Estos países son los más necesitados de fuentes de financiamiento con tasas bajas para construir la resiliencia necesaria e invertir en energías limpias.
De acuerdo con el Banco de Desarrollo Interamericano, parte de la estrategia de crecimiento en países emergentes es la inversión sustentable. América Latina es una de las regiones con mayores recursos naturales y que al mismo tiempo se ha visto afectada por los efectos del cambio climático y por la crisis sanitaria. La promoción de vehículos financieros que promuevan valores ambientales y sociales es pieza clave en el desarrollo de estas economías y los bancos centrales juegan un rol fundamental.
Las inversiones sustentables en América Latina incrementaron exponencialmente al alcanzar el trillón de dólares en los fondos de inversión. Esto refleja la atracción de flujos de capitales hacia estos mercados. La gran ventaja de Latinoamérica, en relación con las inversiones sustentables, es la pequeña participación de mercado que representa crecimiento y capacidad potencial de recuperación económica en la región. Ejemplo de esto es el mercado de bonos verdes que tiene una capitalización de 4.7 billones de dólares y su crecimiento ha alcanzado más de dos dígitos en los últimos años. Esto se traduce en inversión extranjera directa que soporta a su vez, el crecimiento del PIB regional.
Mientras que los presupuestos nacionales reflejan tensión por los efectos del Covid-19 y los impactos del cambio climático crecen en escala e intensidad, las medidas de escrutinio sobre los instrumentos y activos financieros en países emergentes latinoamericanos han cobrado un mayor impulso por los efectos focalizados en promover beneficios a largo plazo, incrementar desempeños financieros superiores, potenciar el desarrollo económico y generar bienestar en la población.
La autora es Profesora de EGADE Business School, Tecnológico de Monterrey .
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