México está frente a una aparente paradoja social que nos presenta de manera asimétrica la enorme popularidad del presidente de la República (Andrés Manuel López Obrador) en las diversas encuestas que evalúan su desempeño, y las expectativas económicas de nuestro país, las cuales muestran un ajuste a la baja y parecieran indicar niveles cada vez más moderados en su comportamiento global.
Por una parte, de acuerdo a las diversas encuestas que evalúan los primeros 100 días de la nueva administración federal, la popularidad y el apoyo al presidente es abrumadora, y en algunos casos, sin precedente en nuestra historia reciente. Niveles de aprobación que van del 86% (Parametría) hasta una aceptación nada despreciable del 67.1% (Mitofsky), muestran indicadores de aceptación que la administración federal interpreta como apoyo incondicional a su agenda de trabajo, y sobre los cuales construye sus argumentos para tomar decisiones, algunas de ellas abruptas y contradictorias, en los distintos ámbitos económico y financieros.
Sin embargo, de acuerdo a la información de FocusEconomics, en lo que va del mes de marzo diversas corredurías y despachos financieros han reducido las expectativas de crecimiento para México, cambiando el pronóstico anterior recabado por ellos mismos, para dejarlas en 1.8% el cual apuntaba originalmente a una expansión del PIB de 1.9%. Este ajuste en las previsiones de crecimiento económico se coloca lejos del pronóstico oficial de 2.1%, y se aproxima al nivel inferior del crecimiento estimado que tiene el Banco de México para este año, ubicado entre el 1.1 y 2.1 por ciento. Por otra parte, si bien la inflación se ha mantenido en los niveles dentro de los objetivos decretados por Banxico, diversos analistas han sugerido que este nivel se ha alcanzado por el decrecimiento en la actividad industrial más que por el control de las expectativas en esta variable.
¿Cómo es posible esta aparente falta de correspondencia entre los niveles de aprobación política y las expectativas económica? Una primera conjetura es que mientras el primer indicador (aprobación) se fundamenta precisamente en el deseo y la ilusión (todavía presente) asociada a un cambio de rumbo que se percibe genuino en sus intenciones, la segunda se fundamenta en esa "terca racionalidad" que día a día integra nueva información sobre la toma de decisiones económicas por parte del gobierno federal, información que en conjunto con el ámbito internacional muestran una falta de solidez y una mayor exposición al riesgo-país por la ausencia de sustento en la liquidez para garantizar los compromisos financieros adquiridos por el nuevo gobierno en estos primeros días de actividades.
Por ejemplo, en esta misma semana hubo una serie de noticias en torno a la construcción de la refinería en Dos Bocas, Tabasco. Por una parte, la versión del Financial Times sobre una serie de reuniones de Arturo Herrera, subsecretario del ramo de la SHCP, ante inversionistas institucionales, y en donde su visión y mensaje era hacia la prudencia financiera de Pemex. De acuerdo con la nota, Herrera señaló que se había deteniendo momentáneamente el proyecto de la refinería, para vincular los recursos de inversión a la producción y extracción de petróleo, recuperando así ingresos necesarios para garantizar la rentabilidad de Pemex en el corto plazo. Lo que pasó después, también fue nota, pues al día siguiente en su conferencia matutina, el presidente desdijo la información anterior y enfatizó que la refinería se construirá.
Una nueva nota del FT plantea que esta contradicción entre las declaraciones de presidencia y la SHCP ha sido recibida con desconcierto por los mercados financieros internacionales, y ha perjudicado la credibilidad de la segunda ante los inversionistas y las agencias calificadoras, esto en un entorno nada favorable de expectativas de crecimiento a la baja y mayor presión internacional en otros rubros.
La ilusión permanece hasta que la realidad se muestra, muchas veces en forma sorpresiva y devastadora. Como ciudadanos de a pie, no nos queda más que seguir señalando que el capital político de la aceptación no es "patente de Corzo" para tomar decisiones indiscriminadas de carácter público, y recordar que, no importando orientación política o aprobación al nuevo gobierno, la ciencia económica nos garantiza que todos reaccionamos igual ante un golpe a la parte más sensible del cuerpo: el bolsillo.
Doctorado en Economía en la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1.
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