Las lluvias recientes en la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM), y la falta de éstas durante los meses previos justo en la época de mayor consumo del año, revelaron las diversas dimensiones de la problemática que este tema representa para nosotros, sus habitantes. En particular la escasez del recurso en las presas que resguardan las reservas del vital líquido, y la incapacidad de poder capturar eficientemente el recurso y hacerlo llegar a las presas, mostraron una infraestructura inadecuada que se traduce, entre otras cosas, en acumulamientos masivos que entorpecen el complicado flujo vial metropolitano. Así, el problema de escasez es, según expertos, la peor crisis reportada en 20 años.
El crecimiento observado de las zonas urbanas ha traído como consecuencias: un incremento en la demanda por la distribución y provisión de este servicio para consumo humano, la mayor dependencia de estas áreas por este líquido (algunas veces transportado desde comunidades muy lejanas), pero también, la reducción de áreas verdes y el incremento en la necesidad de infraestructura para capturar la lluvia que se genera en la ciudad. A lo anterior, debemos añadir el hecho de que para la ZMM el agua representa el insumo esencial e insustituible de la industria local de producción de alimentos, bebidas (azucaradas, gaseosas, energizantes, lácteas y alcohólicas), así como un bien necesario en los complejos procesos de limpieza de las diversas empresas que operan en la zona.
Dado que el conocimiento (ya no digamos el control) de la precipitación pluvial es todavía una herramienta tecnológica inalcanzable, su conservación depende fundamentalmente del almacenamiento y distribución, definidos por la capacidad de aprovechamiento de cada lluvia, y de la organización y reducción de desperdicio por parte de usuarios y redes de distribución del recurso.
En este caso, el aprovechamiento de las lluvias es un tema fundamentalmente de logística e inversión en la infraestructura pública necesaria para transportar de manera costo-efectiva el agua de dónde se genera, a dónde se requiere su almacenaje, todo lo anterior antes de que el calor propio de la zona evapore de nuevo la precipitación. De acuerdo a la información brindada por Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey, a pesar de las precipitaciones registradas, los niveles de capacidad de las presas Cerro Prieto, La Boca y El Cuchillo disminuyeron durante esas primeras lluvias, y siguen distantes a sus capacidades totales (con registros de 35.76, 40.85 y 62.64 por ciento de sus capacidades, al día 3 de septiembre). Si a esto sumamos los enormes encharcamientos registrados en avenidas y colonias, y la saturación de alcantarillas bloqueadas por basura y escombro, notamos que además de la falta de infraestructura adecuada, la ZMM adolece del mantenimiento necesario para que la existente pueda cumplir cabalmente sus funciones básicas de recolección y transporte del líquido.
Con respecto al consumo de agua ¿cómo coordinar efectivamente la escasez actual con los incentivos a su uso y la búsqueda del aprovechamiento y el castigo al desperdicio? Considerando que un mecanismo puro de precios regido por oferta y demanda es políticamente inviable (esto es, que el precio se ajuste de manera automática para reflejar al consumidor el costo de almacenaje, distribución y su escasez) resulta fundamental informar de manera oportuna y transparente los niveles de almacenamiento de las presas, buscando concientizar a la sociedad de su uso, y en caso necesario, aplicar multas estrictas a su desperdicio.
Sin duda, la escasez del agua es un problema económico con grandes repercusiones financieras y sociales, y por tal motivo existen acuerdos e instituciones nacionales e internacionales que a través de su intervención buscan la forma de resolver los conflictos que pudieran desencadenar peligros mayores e incluso violencia por poseer dicho bien.
Para la ZMM, es momento de recuperar el centro de nuestra atención en torno a esta problemática en precisamente regresar el valor real del agua a algo más allá del precio que mes a mes llega en nuestro recibo, pero también, demandando de nuestras autoridades acciones concretas para desarrollar la infraestructura necesaria que garantice su aprovechamiento en el largo plazo, pues el crecimiento urbano no se detendrá y evadir la responsabilidad de hacerlo creará un mayor problema al que actualmente ya experimentamos.
Doctorado en Economía en la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1.
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