Monterrey

¿Es la educación una mala inversión?

Como todo proyecto, presenta beneficios futuros inciertos a cambio de un costo directo de su adquisición, más algunos costos indirectos que deben también ser considerados.

La evidencia internacional es abrumadora: los rendimientos a la educación muestran una tendencia negativa y decreciente, acentuándose en los últimos años. En palabras simples, esto significa que el beneficio neto de un año adicional de escolaridad, en términos de las ganancias al salario, en promedio y para todos los países, son cada vez menores.

Para muchos, este mensaje se esgrime como evidencia positiva a favor de una mayor igualdad social: la diferencia entre los ingresos laborales de personas con diferentes niveles de escolaridad está convergiendo, reduciéndose así la enorme desigualdad asociada a las diferencias en los salarios percibidos, favoreciendo relativamente a los menos educados y más vulnerables.

Para otros, entre los que me incluyo, esto representa una advertencia seria desde un punto de vista privado y social pues la reducción en el beneficio de invertir un año más en educación reduce de manera directa el incentivo a estudiar, prepararse, y aspirar a una carrera profesional o un posgrado, esto es, una reducción en los incentivos privados a la acumulación de capital humano.

En un estudio reciente elaborado por el Banco Mundial, la evidencia internacional es concluyente al presentar argumentos y cálculos particulares de la reducción generalizada a nivel mundial en los rendimientos a la escolaridad. El estudio a cargo de Harry Patrinos y George Psacharoupoulos (2018) muestra las estimaciones internacionales de las ganancias asociadas a la educación para más de 60 años de investigación histórica. El artículo compila más de 1120 estimaciones en más de 139 países desde 1950 a 2018. En su estudio, los autores muestran que el rendimiento privado a la educación es en promedio 8.8 por ciento. Este beneficio, no integra las ganancias de acumulación en educación que podrían derivarse de mayores cuidados en salud, esto es, las complementariedades directas e indirectas asociadas al capital humano.

Estudios específicos para el caso de México, como las estimaciones realizadas en un trabajo previo que realicé para estudiar la naturaleza del sector informal (Moreno, 2007) y más recientemente en un artículo elaborado por la economista de la UANL Cinthya Camaal (2017), y en un documento de trabajo realizado en conjunto con la estudiante de doctorado de la UANL Cecilia Cuellar (Cuellar y Moreno, 2019) parecen fortalecer esta hipótesis histórica: a pesar de que existe un beneficio marginal positivo asociado a educarse, esta ganancia ha mostrado reducciones importantes para nuestro país en los últimos años, tanto para hombres como para mujeres.

La educación es una inversión, que, como todo proyecto, presenta beneficios futuros inciertos a cambio de un costo directo de su adquisición, más algunos costos indirectos que deben también ser considerados. Por una parte, el incremento en el costo directo en forma de cuotas, colegiaturas, y en el caso de estudios universitarios, por el costo de oportunidad de trabajar, merman el beneficio neto de educarse. Si a esto añadimos un entorno futuro incierto, que muestra ingresos laborales que no compensan el tiempo, esfuerzo y gastos de educarse, el resultado es una reducción abrupta para buscar mayores niveles educativos.

Dados todos los resultados anteriores, es fundamental responder a la pregunta que da origen a la presente columna con un enfatizado: ¡no! La educación sigue siendo una gran inversión privada y social, incluso cuando se compara con inversiones financieras en los mercados de capitales. Por ejemplo, en la revisión al trabajo de Patrinos y Psacharoupoulos, el semanario The Economist concluye que, a pesar de que la analogía es un tanto imprecisa, el rendimiento anualizado promedio en el mercado de capitales de Estados Unidos durante este mismo período (1950 a la fecha) es de aproximadamente 5.6 por ciento, siendo inferior al casi 9 por ciento encontrado para la educación por los autores.

En México, este resultado es cualitativamente similar. En particular, utilizando la Encuesta Nacional de Empleo y Ocupaciones de INEGI los resultados preliminares en Cuellar y Moreno (2019) muestran rendimientos a la educación del orden del 8 por ciento para hombres y de 10 por ciento para las mujeres para 2018, lo cual muestra que existen beneficios marginales a educarse, y que éstos son mayores para las mujeres en el mercado laboral. Así, la educación continua siendo una inversión rentable, y una apuesta necesaria para garantizar un mejor país y una mejor sociedad.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

También lee: