Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó las cifras revisadas el Producto Interno Bruto (PIB) para el segundo trimestre del año. La economía decreció 18.7 por ciento anual en el segundo trimestre ligando cinco trimestres consecutivos de contracciones, es decir, la economía venía cayendo inclusive antes del Covid-19. Es un hecho que el confinamiento produjo una caída estrepitosa debido a choques de oferta, por la interrupción en los procesos productivos de la industria, y de demanda, por la disminución del consumo privado por el confinamiento de la población. Esto se vio reflejado en las disminuciones del sector industrial en 25.7 por ciento anual y del sector servicios en 16.2 por ciento anual, respectivamente.
Las buenas noticias provienen del mes de junio donde se observó un incremento de 8.9 por ciento comparado con el mes de mayo, lo que sugiere que la economía tocó fondo en mayo. Al interior destaca la sólida recuperación del sector secundario que se expandió 17.9 por ciento en su comparativo mensual. Lo anterior debido a la reactivación de la economía estadounidense que está muy ligada con el sector manufacturero nacional. De hecho, los indicadores de adelantados del sector industrial de EUA indican que la economía de ese país se encuentra en expansión. Cabe destacar que aún y con la recuperación mensual de la economía en el mes de junio, la economía aún se encuentra en niveles inferiores al mismo mes de 2019, es decir, a tasas anuales la economía continuó cayendo en junio (-14.5 por ciento).
Así, se espera que hacia adelante la economía comience a recuperarse si bien a un paso muy lento. El consenso de los analistas espera una caída de 10 por ciento este año y una expansión de alrededor de tres por ciento en 2021. A partir de ahí, las tasas de crecimiento probablemente serán menores al promedio histórico, es decir, menores a 2.5 por ciento anual. Considerando estas tasas de crecimiento, la economía recuperaría su PIB de 2019 en al menos cuatro años (si crecemos a una tasa de dos por ciento) y muchos más años si la tasa de crecimiento es menor.
La realidad es que es probable que la tasa de crecimiento en el mediano plazo sea menor al dos por ciento. Primero, porque la inversión, que es el componente más importante del crecimiento potencial (de largo plazo) se ubica en niveles de 17 por ciento del PIB, menores al promedio de 20 por ciento que se observó en las últimas tres décadas. La inversión fija bruta continúa cayendo y lo ha hecho desde mediados de 2018. Lo anterior disminuye el acervo de capital que es la capacidad productiva de un país. Entre menos capacidad de producción se crecerá a tasas menores. Segundo, por la falta de apoyos fiscales a las Pymes (representan solo el uno por ciento del PIB) que representan el 70 por ciento de los empleos del país. Se espera el cierre de miles de empresas y con ello la pérdida de miles de empleos que no se recuperarán pronto.
La solución debe ser incentivar a la inversión. La cancelación de proyectos como NAIM, la cervecería en Mexicali y la suspensión de las subastas petroleras entre otros proyectos, están desalentando a la inversión extrajera y privada. De continuar esta tendencia, aún con el TMEC, las tasas de crecimiento serán muy bajas lo cual implicará menos empleos y por ende mayores índices de pobreza.
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