Monterrey

Jorge O. Moreno: La reconstrucción de la economía mexicana post Covid-19

Nuestro país necesita reconstruir las instituciones públicas necesarias para la implementación de una mejor política económica y social.

La publicación de los indicadores económicos sigue acumulando nuevos saldos negativos día tras día, como resultado de la crisis económica derivada de la combinación del confinamiento por el virus Sars-CoV-2 y la enfermedad Covid-19 en conjunto con la enorme incertidumbre económica, financiera y política internacional. Conforme nuevos estudios revelan aspectos desconocidos sobre el virus, la enfermedad, su sintomatología, sus efectos, la efectividad de las medidas de prevención en lo individual y colectivo, y el potencial resurgimiento de esta enfermedad en personas recuperadas, también cada nuevo indicador de la economía mexicana muestra el tamaño de la tragedia social que enfrentamos, cuya dimensión la cataloga en las peores de nuestra historia. En particular, desde un confinamiento que resultó incompleto e insuficiente, y una apertura a las actividades económicas desastrosa en su planeación e implementación, la pregunta que planteo en la columna de hoy es cuándo y cómo comenzar un proyecto de reconstrucción de la economía mexicana, y, por tanto, qué esperar en los próximos meses de nuestra crítica situación social.

El primer paso consiste en dimensionar el tamaño del daño en sectores que deben ser estratégicos y los cuales deberán concentrar la atención de los distintos ámbitos de gobierno en los próximos años, si es que realmente su prioridad es restaurar el bienestar de los ciudadanos de a pie, al menos al nivel que tenían antes del surgimiento de la crisis actual. En esta columna, y por constituir una de mis áreas de interés científico, concentraré mis siguientes reflexiones a presentar algunas ideas en torno al capital humano de nuestro país.

Como lo dijo el mismo Robert Lucas Jr. (Premio Nobel en Economía, 1995), una vez que comenzamos a dimensionar la importancia que tiene el capital humano en los procesos de desarrollo económico y movilidad social, resulta imposible dejar de pensar en otra cosa. Como un comentario personal, esa fue mi propia experiencia cuando muy temprano en mi formación, siendo estudiante de primer semestre en la Facultad de Economía en 1995, escuché de voz de Gary Becker (Premio Nobel en Economía, 1992) la definición de este concepto, la importancia de su estudio en la ciencia económica, y su naturaleza social en la transformación de las personas y de la sociedad como un todo.

Si por definición, el capital humano es el conjunto de habilidades que incrementan la productividad de una persona y su capacidad de disfrutar un mejor nivel de vida, por tradición el estudio del capital humano se ha enfocado en dos aspectos relevantes de una persona, ambos igual de importantes y sumamente afectados por la presente crisis: la salud y la educación.

En términos de inversión en salud, es difícil dimensionar la gravedad del daño ocasionado por la pandemia, cuando en México no se ha logrado aún controlar la tasa de contagio, el crecimiento en el número de casos de personas enfermas y en condiciones críticas ya ha ocasionado niveles alarmantes en el uso de la capacidad hospitalaria, y México ya ocupa un triste lugar destacado en el número de decesos. Lo que resulta evidente es la carente estrategia de salud pública reflejada la debilidad institucional del INASBI, y la necesidad de reintegrar la prioridad, el orden y la coherencia al sistema de salud, particular en torno a los más vulnerables que son quienes carecen de seguridad social. La reconstrucción de un sistema de salud nacional que sea socialmente accesible, económicamente sólido, y financieramente viable, no es una tarea fácil, pero propuestas existen, como las planteadas por Santiago Levy, así como la experiencia de destacados ex-secretarios de salud como Julio Frenk, Salomón Chertorivski, Juan Ramón de la Fuente y José Narro, por mencionar a los más activos en sus propuestas. La participación de los estados en satisfacer la enorme demanda por aseguramiento y provisión de salud en todos sus niveles debería tener un lugar prioritario en la agenda de trabajo de la reconstrucción de la economía, como también lo debería tener en estos momentos críticos de la pandemia.

El segundo punto clave corresponde la enorme inversión pública y privada que se requerirá para recuperar la pérdida en los indicadores de cantidad y calidad educativa, resultantes del confinamiento. En este caso, la errática e incompleta transición hacia una educación digital, sin duda va a ocasionar enormes dificultades en las capacidades de los estudiantes en todos los niveles educativos, además de que esta migración es terriblemente regresiva al excluir del proceso educativo a grupos sin acceso a medios digitales. De no corregirse en los próximos meses esta tendencia, o de no contar con políticas educativas correctivas adecuadas, dada la naturaleza dinámica de los procesos educativos, esto habrá de ocasionar una terrible escalada en los indicadores de deserción escolar, y una caía en las habilidades cognitivas de quienes permanezcan estudiando, mismos que se reflejarán en menores oportunidades de educación superior y por tanto en menores niveles de ingreso.

Así, aún sin haber tocado el "fondo" de esta crisis, es importante dimensionar los siguientes pasos en la política social, mismos que deberían estar en la agenda de trabajo de nuestras autoridades en todos sus niveles. El enorme reto que nuestro país enfrenta, sin precedente en términos de la población total en riesgo, requiere de todos los sectores sociales para aportar valor, reformar nuestra sociedad ante la nueva realidad que enfrenta, y reconstruir las instituciones públicas necesarias para la implementación de una mejor política económica y social; acciones concretas desde las ideas y lo mejor que nuestra experiencia como país puede ofrecernos, reaprendiendo y no olvidando lo que nos costó décadas entender: las buenas intenciones no son un criterio de política pública efectiva, y los incentivos privados y personales importan en el diseño de cualquier programa social que respete la libertad del individuo y procure su verdadero bienestar en el largo plazo.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad única de quien la firma y no hay que hacer que la postura editorial de El Financiero.

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