En menos de una semana, la incertidumbre sobre el futuro del comercio internacional para México y el mundo se incrementó a niveles que pondrán a prueba, una vez más, la solidez de nuestra economía.
Por una parte, el anuncio del presidente Donald Trump de comenzar una nueva estrategia de "guerra de aranceles", elevando las tarifas a la importación de acero y otros materiales a Estados Unidos (EU), simultáneamente que amenazando con su eventual salida del TLCAN; y por contraparte, la firma en Chile del Acuerdo Global y Progresivo para la Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), lo cual representa un esfuerzo de México para diversificar la cartera de países receptores de nuestras exportaciones.
Así, y cumpliendo una promesa de campaña, el presidente Trump anunció ayer una nueva guerra arancelaria en el acero y aluminio, con tarifas diferenciadas y discrecionales entre países y socios comerciales de dicho país, ignorando las implicaciones legales y obligatorias de todos los acuerdos comerciales internacionales vigentes para EU como son el TLCAN y el GATT. Lo que es más, en su discurso Trump se declara convencido de que estas guerras "son buenas y se ganan fácilmente", lo cual fue motivo para que uno de sus principales asesores económicos, Gary Cohn, renunciara a su gabinete, al mostrarse en contra de las medidas proteccionistas adoptadas por ese gobierno. En particular, ayer jueves Trump anunció la aplicación de aranceles a las importaciones de acero y aluminio del 25 y 10 por ciento, con cierta flexibilidad para países aliados de EU, mientras que Canadá y México tendrán una exención siempre y cuando siga la renegociación del TLCAN.
Por contraparte, y no obstante a la salida de EU de las negociaciones, también ayer se firmó la integración formal del CPTPP, el cual incluye específicamente a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Este acuerdo establece nuevos mecanismos para coordinar los incentivos comerciales entre estos países y eliminar aranceles sobre productos industriales y agrícolas en una zona con un intercambio comercial que actualmente supera los 3.84 billones de dólares al año.
Si bien actualmente no existe entre países un ejercicio del libre comercio desde el más ortodoxo punto de vista (es decir, sin aranceles a importaciones, o subsidios y apoyos a sectores exportadores, o sin límites al flujo de factores como trabajo y capital) el fundamento de las ganancias derivadas del comercio, determinadas por la especialización internacional, las ventajas comparativas, y el libre flujo de mercancías y servicios entre países, siempre serán la referencia sobre la cual se construyen los grandes acuerdos comerciales.
Estas ganancias comerciales son referencia para la implementación y diseño de una política comercial que busca el mayor beneficio de los consumidores de cada país, al brindarles más y mejores alternativas de consumo y servicios, siempre a un menor precio, garantizando además el mejor aprovechamiento de los recursos internos de una nación. Conforme se introducen distorsiones al mercado en forma de tarifas, impuestos, y subsidios diferenciados, las potenciales ganancias del comercio internacional se ven mermadas, y en muchos casos, el alza en la protección diferenciada entre sectores productivos genera incentivos e ineficiencias que destruyen los beneficios originales planteados por el comercio.
Así, como en toda guerra existen daños colaterales, en un conflicto comercial como el iniciado ayer, estas pérdidas son inevitables y serán afrontadas principalmente por los consumidores, quienes verán en los próximos meses subir los precios de mercancías y productos, de la mano de las tasas de interés y el tipo de cambio. Sin duda la protección habrá de generar rentas extraordinarias en aquellos sectores protegidos por aranceles y tarifas. Será entonces, cuando se refleje en su bienestar inmediato, cuando los votantes norteamericanos habrán de ponderar qué tanto valor dan a una medida proteccionista como la implementada, y si están dispuestos a dejar de ganar o seguir perdiendo para mantener dicha postura.
El autor es Doctor en Economía en la Universidad de Chicago, y Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1. jorge.o.moreno@gmail.com
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