Reconocemos que de un día para otro cambió la escena del mundo y se produjo en la subjetividad una desestabilización fantasmática. De esta manera, el impasse en el que nos ha colocado la pandemia nos lleva a desafíos y a preguntarnos sobre muchas cuestiones que conciernen a diferentes aspectos de nuestra vida. Ahora bien, la pregunta que resulta importante pensar aquí es: ¿Cómo serán los duelos en las nuevas coordenadas generadas por la pandemia que signa nuestra actualidad? ¿Cómo serán elaboradas las muertes que se produzcan en aislamiento, sin posibilidad de una despedida o acompañamiento del enfermo, ni ritos funerarios para signifiquen la pérdida?
La situación excepcional de pandemia por el coronavirus nos ha obligado a cambiar nuestro estilo de vida personal y relacional en poco tiempo, al punto que la mayoría de las muertes de los seres queridos se producen lejos del ideal que desearíamos.
La crisis sanitaria que nos encontramos atravesando está generando grandes pérdidas y duelos en diferentes ámbitos de la vida cotidiana. La coyuntura mundial puede tener un carácter traumático, en función de las experiencias que cada uno esté teniendo en estos días. ¿Por qué podríamos llamarlo traumático? Muchas son las variables que lo explicitarían de esta forma: el corte total y radical de nuestras rutinas; la pérdida de empleo; el distanciamiento social; la pérdida parcial de nuestra libertad; la incertidumbre social; así como el contagio y fallecimiento por Covid-19.
Ahora bien, tras el fallecimiento se iniciaría un proceso de duelo. Como sabemos este es un proceso adaptativo, necesario y saludable que experimenta una persona ante la pérdida de un ser querido. Este proceso nos permite adaptarnos a la pérdida y a la nueva situación poco a poco. Desde la obra del padre del Psicoanálisis, Freud (1917) nos define al duelo como un proceso que tiene lugar luego de una pérdida significativa y tiene como objetivo metabolizar el sufrimiento psíquico producido: se trataría de establecer una "nueva normalidad" o una reconstrucción, ya que el mundo en el que el sujeto habita nunca será el mismo. Por lo tanto, pensar la forma transitar el proceso de duelo en estas circunstancias a las que nos enfrentamos, resulta importante ya que sabemos que si bloqueamos este proceso de duelo puede desembocar en patologías como depresión o estrés.
Actualmente, es posible que la fase de negación se acentúe más en el duelo por el Covid-19, debido a la imposibilidad de materializar la despedida.
Lamentablemente, con el coronavirus, la muerte se produce sin estar en contacto con la persona fallecida y en ausencia de los ritos sociales que aportan el apoyo emocional de la familia y de las personas del entorno.
Entonces, reconocemos que la recomposición subjetiva luego de la irrupción traumática por la muerte de alguien querido tiene lugar de la mano de ritos funerarios, o actos como despedirse de la persona que está por fallecer. Pero todo eso se ve trastocado en la actualidad, momento en el que las muertes de pacientes por coronavirus los obligan a morir en soledad. Los hospitales han prohibido las visitas de familiares y amigos de los pacientes, por lo que aquellos que se encuentran en proceso de fallecer, no tienen otra opción que transitarlo solos. Todo se ve trastocado, y el duelo no es una excepción. Es posible que, ante la falta de los ritos y costumbres tradicionales, comiencen a adquirir relevancia sustitutos de estos, tales como la despedida de seres queridos mediante dispositivos electrónicos, el acompañamiento luego de una pérdida a través de videollamadas que incluso pueden ser grupales, la creación de redes sociales en rememoración de los muertos u otros recursos.
La pandemia nos ha llevado a encontrar con un real que nos obliga a reinventar soluciones sin precedentes. En este impasse, también estamos frente al desafío de una reflexión de las prácticas y saberes previos sobre aquello que caracterizaba la vorágine que era nuestra vida. También en relación a las soluciones frente al malestar ahí aparece eso que Freud (1930) mencionaba como "quitapenas", es decir formas de apaciguar el malestar. Aquí nos encontramos con la invención en cada uno de manera singular. Esto tiene que ver con la cultura en la que veníamos viviendo, en donde cada uno de nosotros tiene recursos internos que seguramente desconoce. Puede ser una oportunidad para conectarnos con nuestros objetos internos: nuestras fantasías, fantasmas, recuerdos, deseos, con los otros que más allá de la virtualidad, están ahí para que entre todos atravesemos este momento.
Lejos de cerrar interrogantes, estos permanecen abiertos: se desconocen aún los efectos subjetivos que provocará la imposibilidad de transitar los ritos funerarios, el acompañamiento de los enfermos, la despedida de sus seres queridos en su lecho de muerte, el hecho de no tener un lugar físico en un cementerio al cual acudir a recordar el objeto perdido. El factor social se ve socavado; las muertes se sufren en soledad, y ello inevitablemente comportará efectos. Una reestructuración es necesaria: será relevante encontrar nuevos rituales o ceremonias significativos que permitan rememorar a la persona fallecida, así como reconocer su ausencia.
Concluyendo, seguramente de la cuarentena podamos aprender más de ese modo singular, de esa capacidad de inventar recursos para sobrellevar este momento y definitivamente harán que las subjetividades venideras estén construidas en función a las invenciones que nos toque hacer de esta coyuntura que nos atraviesa.
El autor es Director del Programa de Posgrado de la Escuela de Psicología de la Universidad de Monterrey. Cuenta con un Posdoctorado en Psicología con Orientación en Metodología de la Revisión por la Universidad de Flores, un Doctorado en Psicología por la Universidad Nacional de la Plata (Argentina), una Especialidad en Clínica Psicoanalítica con Adultos (UNLP-Argentina), una Licenciatura en Psicología por la UNLP, Argentina.
Referencias bibliográficas:
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. En Obras Completas, Tomo XIV. Amorrortu. Buenos Aires. 2004.
Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. En Obras Completas, Tomo XXI. Amorrortu. Buenos Aires. 2004.
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