Las familias que viven en los vecindarios controlados por las pandillas en El Salvador enfrentan desde extorsión y amenazas de muerte hasta agresiones y asesinatos. Gerardo*, un hombre de 60 años, perdió a tres hijos, a algunos de sus sobrinos y a su hermano. Y al final, la violencia separó al resto de su familia y lo obligó a huir a Guatemala.
"Cómo los extraño y me duele que hayan salido lastimados", dijo. A salvo en el exilio, Gerardo lucha por reconstruir su vida lejos de su esposa, que no quiso abandonar su casa.
Para los salvadoreños, la violencia y la persecución continúan siendo parte de sus vidas diarias.
"Siempre he creído en la justicia, por eso presenté una denuncia por la muerte de mi primer hijo. Pero de una sentencia de 30 años, ellos solo cumplirán 15. Es por eso que tuve que venir a Guatemala, con temores, pero con una maleta cargada de sueños y esperanzas", dijo Gerardo.
Esta nota es de ACNUR y se publica bajo una alianza editorial con El Financiero para difundir el trabajo de la institución. Si quieres conocer más del trabajo que ACNUR hace, da clic aquí.