A Patricia * a veces le preocupaba que su hermano se metiera en problemas por beber demasiado. Un día lluvioso sus temores se hicieron realidad. "Mi hermano estaba borracho y les dijo que no quería pandillas en su vecindario. A menudo recuerdo ese día. Me llamaron para decirme que, la próxima vez que se metiera con ellos, lo matarían".
Las pandillas en Honduras cuentan con redes poderosas y no dudan en localizar a los familiares de quienes se crucen con ellos. Nadie está a salvo una vez que se ha dado la orden. "Les pedí que lo perdonaran, intenté explicarles que estaba ebrio. Pero igual nos amenazaron y no escucharon razón alguna", dice Patricia.
Poco después, Patricia empezó a recibir amenazas de muerte. "Un día, la policía llegó al lugar donde se reunía la pandilla", recuerda. "Algunos lograron escapar, pero otros fueron golpeados y detenidos. La pandilla pensó que yo había contactado a la policía y me llamaron nuevamente".
Esta vez le dieron una fecha límite: "Me llamaron para decirme que tenía una hora para irme, de lo contrario, matarían a mi hijo, a mi marido y a mí". Agobiada por el miedo, Patricia huyó con su familia, dejando todo atrás.
"Las pandillas te encuentran dondequiera que vayas en Honduras". Patricia huyó a Belice donde está rehaciendo su vida con su familia.
Esta nota es de ACNUR y se publica bajo una alianza editorial con El Financiero para difundir el trabajo de la institución. Si quieres conocer más del trabajo que ACNUR hace, da clic aquí.