RÍO DE JANEIRO.- Algunos afirman que está manteniendo un romance prohibido. Pero lo más probable es que la soledad la obligue a buscar compañía en el zoológico de Río de Janeiro.
Sea como fuere, se cree que la guacamaya azulamarilla a la que los cuidadores del centro han bautizado como Julieta es el único ejemplar salvaje de su especie en una ciudad donde en su día volaban por todas partes.
Casi todas las mañanas durante las dos últimas décadas, Julieta ha acudido a su cita. Entra al recinto del zoo donde están los guacamayos y, a través de la cerca, inicia un acicalamiento que parece un cortejo conyugal. A veces solo se queda allí, disfrutando de la presencia de los demás. Es más tranquila — ¿o más tímida? — que sus chillones camaradas.
Los guacamayos azules y amarillos viven alrededor de 35 años y Julieta, que ya no es una cría, debería haber encontrado a su pareja para toda la vida hace años, afirmó Neiva Guedes, presidenta del Instituto de Guacamayos Azules, un grupo ambientalista. Pero Julieta no se ha emparejado aún, ni ha construido un nido ni ha tenido polluelos, así que, como mucho, “sigue teniendo citas”.
“Son pájaros sociales, y eso significa que no les gusta vivir solos, ya sea en la naturaleza o en cautividad. Necesitan compañía”, afirmó Guedes, quien también coordina un proyecto de investigación de guacamayos en entornos urbanos. “Es muy probable que (Julieta) se sienta sola, y por esa razón acude al recinto para comunicarse e interactuar”.
Además de Julieta, el último que vio un guacamayo azul y amarillo volando libre en Río fue un naturalista austriaco en 1818, explicó Marcelo Rheingantz, biólogo de la Universidad Federal de Río de Janeiro, y en la ciudad no hay más tipos de guacamayos. Los tortolitos que aparecen en la película de 2011 Río son guacamayos de Spix, naturales de otra región del país y que posiblemente están extintos en la naturaleza.
Ser ruidoso y tener un plumaje brillante ayuda a los guacamayos a encontrarse en la densidad de la selva, pero también los convierte en un objetivo fácil para cazadores y traficantes de animales. Suelen avistarse en otros estados y en la Amazonía, y se sospecha que Julieta escapó de un cautiverio.
Los biólogos de BioParque no están seguros de si los coqueteos de Julieta se limitan a un único Romeo enjaulado o a varios. Ni siquiera tienen claro que sea hembra ya que el sexo de los guacamayos es casi imposible de determinar a simple vista, y para hacerlo se necesita un análisis genético de plumas o sangre o explorar sus gónadas.
Cualquiera de estas opciones sería una interferencia para satisfacer únicamente la curiosidad humana sin un fin científico, dijo la bióloga Angelita Capobianco dentro del recinto. Tampoco considerarían encerrar a Julieta, que suele volar sobre su cabeza y parece bien alimentada.
“No queremos proyectar sentimientos humanos. Miro al animal y veo a un animal que está a gusto”, afirmó Capobianco, añadiendo que la guacamayo nunca ha mostrado un comportamiento que indique problemas, como picotear la cerca con insistencia.
“¿Quién soy yo para decidir que solo debería estar aquí? No lo haré. Viene y va, y sus plumas son hermosas”, añadió.
Tras más de un año de cuarentena y de limitaciones para viajar por coronavirus, el atractivo de vagar sin restricciones es evidente para los humanos. Los guacamayos están acostumbrados a recorrer grandes distancias de más de 30 kilómetros (20 millas) al día, explicó Guedes.
El año pasado, BioParque dio más espacio a sus guacamayos: un aviario de mil metros cuadrados (10 mil 700 pies cuadrados) donde vuelan con loros verdes y cotorras doradas en un remolino tecnicolor. Es un gran cambio con respecto a su antigua residencia, de apenas 100 metros cuadrados.
BioParque reabrió al público en marzo, tras la privatización del dilapidado zoo de Río y casi 17 meses de obras de renovación.
Entre los objetivos del parque está incluir especies asociadas con programas de investigación en universidades e institutos. Una de estas iniciativas es Refauna, que reintroduce animales en zonas protegidas para reconstruir ecosistemas y colabora con BioParque para criar guacamayos azulamarillos.
El plan es que los padres críen unos 20 polluelos que serán entrenados para alimentarse en bosques, para identificar el peligros de los predadores y para evitar las líneas eléctricas. Entonces, las crías serán liberadas en el inmenso Parque Nacional Tijuca de Río, un bosque donde se ha visto a Julieta y donde se cree que duerme cada noche.
“Su rol podría ser importante en términos de ecosistema y reforestación. Es un animal grande con un pico grande que puede romper las semillas más grandes, y no todas las aves pueden”, afirmó Rheingantz, quien también es el coordinador técnico de Refauna. “La idea es comenzar a dispersar esas semillas, complementando a los animales del bosque que no pueden”.
Tras algunas demoras causadas por la pandemia, el programa se ha reactivado lentamente y Rheingantz espera liberar a los guacamayos en Tijuca hacia finales de 2022.
Tras dos décadas de relativa soledad, Julieta tendrá entonces ocasión de volar acompañada. Según Neves, podría enseñarles a orientarse en el bosque, e incluso encontrar el amor.