Apenas en julio, el presidente Joe Biden defendió su retirada de Afganistán diciendo que “la probabilidad de que los talibanes invadan todo y se adueñen del país es muy poco probable”.
Las imágenes de los combatientes talibanes dentro del palacio presidencial en Kabul, después de la rápida caída en sucesión de capitales de provincia, y la huida del presidente mostraron cuán errónea fue la predicción de Biden.
En lugar de que un ejército afgano entrenado en Estados Unidos mantuviera a raya a los militantes talibanes durante meses o más, la guerra más larga de Estados Unidos está terminando con una evacuación apresurada de diplomáticos desde aeropuerto de Kabul. Su partida repentina está planteando preguntas difíciles sobre el enfoque de Biden al conflicto y creando una calamidad política en espiral para un presidente que había prometido ser un administrador de la política exterior de EU.
Y mientras los estadounidenses se quedaron recordando los agitados días finales de Saigón, al final de la guerra de Vietnam, los mayores adversarios de Estados Unidos vieron una señal potente de las vulnerabilidades del país y su inestable reclamo de liderazgo después del tumulto de los años de Trump.
Incluso algunos aliados cercanos de Biden no pudieron ocultar su frustración.
“Nadie quiere que Afganistán sea una vez más un ‘caldo de cultivo’ para el terrororismo”, dijo el domingo el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson. “Es justo decir que la decisión de Estados Unidos de retirarse ha acelerado las cosas”.
Para Biden, el colapso fue un golpe de castigo que solo puede empeorar con el tiempo. El presidente había pasado los primeros meses de su administración disfrutando el éxito de una campaña de vacunación y acuerdos presupuestarios y de infraestructura destinados a sanar una economía estadounidense en apuros.
Las escenas de Kabul socavarán esos logros.
“No podría verse peor, y eso tendrá un impacto”, opinó Charles Lister, investigador principal del Middle East Institute. “Es muy fácil decir, Donald Trump dejo planeado esto y nosotros simplemente lo estamos cumpliendo, pero en realidad cualquier líder responsable que escuchara todos los consejos que estaba recibiendo habría adoptado un enfoque más mesurado”.
A pesar de todas las fallas en el acuerdo que Trump firmó con los talibanes el año pasado, luego de las conversaciones en Qatar en las que el gobierno del presidente afgano Ashraf Ghani fue marginado, Biden retrasó el plan que heredó solo tres meses. Luego, su administración fue tomada desprevenida cuando quedó claro que los aliados que querían salir del país no serían evacuados antes de la salida de las tropas.
A nivel nacional, la indignación política por la caída de Afganistán por parte de los republicanos era predecible. Muchos tampoco apoyaban los planes de Trump de retirarse, pero los demócratas también estaban enojados.
“Dada la cantidad de vidas estadounidenses perdidas y la cantidad de soldados que regresaron con heridas que cambiaron sus vidas, es devastador ver que 20 años de apoyo estadounidense al ejército de Afganistán equivalen a casi nada”, dijo el senador Chris Murphy de Connecticut.
El senador Ben Sasse, un republicano de Nebraska que a menudo chocaba con Trump, dijo que era un “abandono de Kabul vergonzoso, parecido al de Saigón”.
¿Una batalla que ya estaba perdida?
“La historia debe ser clara al respecto: las tropas estadounidenses no perdieron esta guerra; Donald Trump y Joe Biden decidieron perderla deliberadamente”, agregó Sasse.
Con 6 mil soldados estadounidenses que se espera estén de regreso en Afganistán protegiendo su aeropuerto, Biden tendrá mucho de qué responder, incluido: ¿cómo pudo Estados Unidos, con todo su poder militar e infraestructura de inteligencia, no ver que los talibanes retomarían rápidamente el país? ¿Cómo pudo un ejercito afgano construido con el apoyo de 80 mil millones de dólares de contribuyentes estadounidenses colapsar en unos cuantos días?
Después de que anunció su decisión en abril de retirar las fuerzas para septiembre, Biden dijo que Estados Unidos no descartaba un regreso a Afganistán si fuera necesario para contrarrestar a los terroristas.
Pero la misión estadounidense ahí, sea realista o no, se planteó durante mucho tiempo como algo más que perseguir a los perpetradores de los ataques del 11 de septiembre.
Los trabajadores humanitarios y los contratistas, respaldados por las fuerzas militares estadounidenses y de la OTAN, invirtieron miles de millones de dólares en proyectos de infraestructura y esfuerzos para alejar a los agricultores afganos de la producción de amapola, la base del comercio del opio.
Derechos de las mujeres
La presencia militar extranjera también ayudó a abrir más espacio para las niñas y mujeres, cuya difícil situación bajo el anterior gobierno de los talibanes fue condenada rotundamente y cuyo futuro nunca había parecido tan precario.
No solo fue la guerra más larga de Estados Unidos, sino también una costosa: cuatro presidentes gastaron casi un billón de dólares en un conflicto lejano que mató a unos 2 mil 400 soldados estadounidenses, pero ninguno hasta ahora encontró la manera de irse. Al justificar su retiro, Biden dijo que había poco que ganar con quedarse más tiempo.
Esa era una perspectiva que los talibanes sabían que podrían aprovechar si pudieran mantenerse. Y durante 20 años, se reconstruyeron a sí mismos a pesar de una presencia de tropas estadounidenses que aumentó a 100 mil en un momento.
“En última instancia, depende de los propios afganos”, declaró el domingo el secretario de Estado Antony Blinken en Meet the Press de NBC. “Depende del gobierno afgano, depende de los talibanes decidir la manera de llevar al país”.