La representante Cori Bush es una veterana de las manifestaciones de protesta. Se pasó años participando en ellas en las calles de San Luis y de Ferguson (en el estado de Missouri), en una militancia que la llevó a ocupar cargos públicos cada vez más importantes.
Y cuando esta demócrata vio por la ventana de su oficina en el Capitolio el 6 de enero de 2021 —en apenas su tercer día como legisladora nacional—, de inmediato supo que esa no sería una manifestación pacífica. Las banderas de la Confederación que portaban los manifestantes y los patíbulos con sogas para ahorcar que aparecieron afuera lo dejaban claro.
“He participado en cientos de manifestaciones de protesta y he organizado tantas que perdí la cuenta. Sé lo que es una protesta. Eso no lo era”, declaró Bush, quien es de raza negra, durante una reciente entrevista con Associated Press.
La insurrección de partidarios de Donald Trump y miembros de agrupaciones de extrema derecha hizo que por primera vez reinase la inseguridad en el Capitolio, donde los manifestantes trataron de impedir la certificación de la victoria de Joe Biden en las elecciones.
Para las personas de minorías, incluidos muchos legisladores y legisladoras, el ataque fue algo más que un cuestionamiento de unas elecciones libres y justas: Fue una nueva manifestación de supremacía blanca en la misma sede de la democracia estadounidense.
“Para empezar, en mi condición de mujer de raza negra, es una experiencia más fuerte que la que puede tener una persona blanca”, expresó Bush aludiendo a las imágenes y la retórica asociadas con el ataque, especialmente la bandera confederada con la que muchos manifestantes ingresaron el edificio del Congreso. “Es algo muy distinto para los afrodescendientes por nuestra historia. La historia de este país ha estado plagada de ese tipo de lenguaje y de imágenes, dirigidas en contra nuestro de forma muy negativa y a veces violenta”.
Bush y sus colaboradores lograron salir del Capitolio y refugiarse en su oficina, en un edificio contiguo, pero decenas de policías enfrentaron por horas, mano a mano, a una multitud enardecida. Más de 100 agentes sufrieron lesiones, algunas de ellas graves.
Varios policías declararon ante el Congreso en julio y relataron los abusos físicos y verbales que sufrieron a manos de los partidarios de Trump. Harry Dunn, un agente de raza negra, relató un encuentro con manifestantes que cuestionaban la victoria de Biden.
Cuando Dunn dijo que había votado por Biden y que su voto debía ser respetado, una muchedumbre comenzó a lanzarle insultos racistas.
“Una mujer con una camisa rosada con la inscripción MAGA (Make America Great Again, la consigna del trumpismo, que quiere decir “Recuperemos la Grandeza de EU”), gritó, ‘¿escucharon eso, muchachos? ¡Este n... votó por Joe Biden!’”, expresó Dunn, quien lleva más de 12 años como policía del Capitolio, usando un término muy ofensivo para aludir a la población de raza negra.
“Unas 20 personas se le sumaron y empezaron a gritar ‘¡n... de m...!’”, agregó el agente.
Esa noche, relató, se sentó en la Rotonda del Capitolio y lloró.
Durante el ataque, un puñado de legisladores quedó atrapado en las galerías de la Cámara de Representantes y del Senado, sin posibilidades de escapar, mientras la turba trataba de ingresar a esos salones.
Luego de que un agente mató a Ashli Babbitt cuando intentaba ingresar a la cámara baja por una ventana rota, el representante demócrata Jason Crow decidió que lo mejor era que los legisladores se quitasen los pins que los identificaban como miembros del Congreso.
Para legisladores de minorías como la representante Pramila Jayapal, sin embargo, esa no era una opción.
“Pensé que no debía sacarme el pin, porque o me reconocían los atacantes o me ignoraba la policía del Capitolio por ser una mujer de piel cobriza o negra”, manifestó Jayapal a AP en diciembre.
“Conozco muchos legisladores de minorías que no se sacaron sus pins”, agregó.
El representante demócrata de raza negra Bennie Thompson, quien preside un panel que investiga el ataque del 6 de enero y que quedó varado en la galería, dijo que ese día le hizo recordar “experiencias desagradables” de sus primeros pasos en la política en Mississippi.
“Percibí odio en los ojos de la gente que irrumpió en el Congreso. El mismo tipo de odio que percibí en la gente que quería impedir que las minorías votásemos por nuestro candidato preferido en las elecciones de Mississippi”, contó.
Después del ataque, Crow y otros legisladores blancos hablaron de la odisea vivida por sus colegas de minorías ese día. Crow le relató a su colega demócrata Val Demings, una afroestadounidense que fue jefa de la policía de Orlando (Florida) y que también quedó atrapada en las galerías, que en su momento no se dio cuenta de lo difícil que era para los legisladores de minorías pasar inadvertidos.
“Jason dijo que, por ser blanco, él podia quitarse el pin, o dejárselo y correr hacia el sector donde estaban los republicanos”, donde probablemente no le pasaría nada, manifesto Demings.
El representante demócrata Jim Himes también aludió al hecho de que podía pasar inadvertido más fácilmente.
“Me dije a mí mismo que, de ser necesario, me podía sacar la camisa del pantalón y tirar mi saco. Pasaba a ser un hombre blanco como tantos”, aseguró Himes. “Había buenas posibilidades de que me mezclase con esa turba sin que me pasase nada. Ahora me doy cuenta de que eso no era posible para Ilham Omar”, acotó, aludiendo a la representante demócrata de raza negra.
Crow afirmó que los hechos del 6 de enero fueron “aleccionadores”.
“Por primera vez sentí la violencia de los supremacistas blancos”, expresó.