Alemania acoge este año la cumbre de líderes del Grupo de las 7 principales economías del mundo, en el balneario bávaro de Elmau. Antes de que la invasión rusa en Ucrania provocara una sucesión de crisis alimentarias, energéticas y de seguridad internacional, se esperaba que el tema principal de la reunión fuera el cambio climático.
El gobierno alemán que dirige el canciller Olaf Scholz sigue tratando de que el G7 se comprometa a progresos colectivos para frenar el calentamiento global, y una de las ideas planteadas es la creación de un “club del clima” para países que quieren acelerar sus medidas.
¿Qué es el club del clima?
La idea fue presentada en primer lugar por el economista de Yale y ganador de un Nobel William Nordhaus, que dijo que la naturaleza voluntaria de los acuerdos climáticos actuales no ha ofrecido progresos suficientes.
Él propuso que los países que se toman en serio reducir sus emisiones pudieran formar un club en el que marcar objetivos ambiciosos y exceptuarse unos a otro de aranceles comerciales para miembros ajenos al club.
“Básicamente funcionaría como palo y como zanahoria”, dijo Domien Vangenechten, asesor de política del grupo de estudios medioambiental E3G, con base en Bruselas.
¿Quién se uniría?
Scholz confía en que todo el G7 se sume a la idea. Francia e Italia están prácticamente garantizadas, dado que los dos países también forman parte de la Unión Europea, que es en sí misma un club con firmes objetivos climáticos. Canadá quiere completar un acuerdo comercial con la UE tras largas negociaciones, y unirse al club ayudaría.
Gran Bretaña abandonó la UE en 2020 y es escéptica sobre sumarse a cualquier acuerdo con el bloque. Pero un club que incluye miembros más allá de la UE probablemente sería aceptable para Londres, especialmente si está Estados Unidos.
Washington siempre ha tenido problemas para entrar en acuerdos vinculantes sobre cambio climático, especialmente dada la oposición republicana. El expresidente George W. Bush retiró a su país del Protocolo de Kioto de 1997 y el expresidente Donald Trump sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París de 2015, un pacto mucho menos estricto. Sin embargo, Estados Unidos regresó a París bajo el mandato del actual presidente, Joe Biden, y hay una creciente concienciación de que su estrategia de ir por libre podría no ir en el mejor interés de Estados Unidos, especialmente si quiere forzar a China a apostar por reducir las emisiones.
Japón también podría ser persuadida por la perspectiva de presionar a su gran vecino y de lograr un acceso privilegiado a los mercados europeos y norteamericanos.
¿Qué hay de China?
Es improbable que el mayor emisor de gases de efecto invernadero se sume en un principio. Pero si quiere exportar sus mercancías al resto del mundo sin que se le impongan aranceles climáticos, podría tener que unirse.
Es de esperar que Beijing sea muy crítico con la idea, como ha sido con el “mecanismo de ajuste fronterizo de carbono”, que también implica aranceles para países contaminantes que no siguen las normas del bloque. China ha intentado movilizar a otras economías como Sudáfrica e Indonesia para oponerse al plan. Ese es uno de los motivos por los que Scholz ha invitado a esos dos países a la cumbre del G7 y dejado claro que el club del clima está abierto a todos.
¿Saldrá adelante la idea?
Los expertos señalan que hace falta un mínimo de países para que el club sea lo bastante atractivo como para que otros se sientan motivados a unirse.
Los detalles exactos sobre cómo funcionaría el club aún están por definir. El apoyo general del G7, sin compromisos formales, podría ayudar a poner el tema en la agenda de próximas cumbres, en especial en la cumbre climática de la ONU en noviembre. Recabar apoyos allí mostraría que el club no es un proyecto limitado a países ricos, sino un nuevo recurso genuino para los esfuerzos climáticos actuales.
¿Salvará el planeta?
Johan Rockstrom, director del Instituto Potsdam de Investigación de Impacto Climático, cree que merece la pena intentarlo dado que las medidas actuales no están logrando los recortes de emisiones que requiere el acuerdo de París para limitar el calentamiento global.
“El margen de dióxido de carbono que le queda al mundo se acaba tan rápido que pronto no tendremos oportunidad científica de mantener (el calentamiento) en 1.5 grados Celsius”, dijo. “De modo que en la comunidad científica nos aferramos a cualquier cosa que pueda ayudar, y una manera es que todos los grandes emisores acuerden una serie de principios colectivos sobre planes de emisiones y precios de las emisiones de dióxido de carbono”.
Rockstrom dijo que la esperanza es que esos esfuerzos lleven a un punto de inflexión como ocurrió con el Protocolo de Montreal de 1987, en el que el mundo se puso de acuerdo para combatir el problema del ozono. El principio fundamental del club de clima daría la vuelta a la situación actual, en la que los países menos ambiciosos marcan el ritmo, para convertirla en un carrera por ser el más rápido, señaló.