El papa Francisco estableció, con un nuevo documento publicado en julio de este año, que el Opus Dei (Obra de Dios en Latín) pase a depender del dicasterio (ministerio) para el Clero y tenga que realizar un informe anual sobre el estado de la Prelatura y sobre su labor apostólica.
Con este documento papal titulado Ad charisma tuendum, el pontífice estableció nuevas normas para adaptar el Opus Dei a la nueva Constitución de la Curia vaticana, “Praedicate Evangelium”.
Se trata de los primeros cambios desde hace cuarenta años, cuando, bajo la Constitución “Ut sit”, Juan Pablo II erigió la Prelatura del Opus Dei, una institución eclesiástica regida por un prelado con su propia jurisdicción, como una diócesis, pero sin estar vinculada a un territorio determinado.
En esta nueva norma se establece que las prelaturas personales, y hasta ahora la única existente es la del Opus Dei, pasarán a depender de la Congregación del Clero y no más de la Congregación de obispos, como era hasta ahora.
La reforma del papa Francisco es histórica porque le marca limites al Opus Dei, límites que nunca había tenido.
“La institución, que oficialmente se llama Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei, tendrá ahora ciertos límites como reportar sus finanzas y la educación que ofrece a sus sacerdotes, además de que su líder ya no es obispo, por lo que no podrá ordenar sacerdotes de su propio grupo, explicó Fernando Manuel González González, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), de la UNAM.
“Francisco es el primer papa de origen jesuita y de una ideología identificada dentro de la Iglesia católica como de izquierda, y ahora le marca al grupo conservador límites para acotar su poder paralelo dentro de la curia”, señala el experto.
De acuerdo con Manuel González, el Opus Dei era la única de todas las congregaciones católicas que no tenían que rendir cuentas a nadie, más que a la Comisión de Obispos y directamente al papa. “A diferencia de otras congregaciones religiosas en las que están organizados en determinadas diócesis y tienen que reportar sus finanzas a los obispos del sitio en el que se encuentran, el Opus Dei tenía esta excepcionalidad como prelatura apostólica de no entregar cuentas a ningún obispo sino a sus propias autoridades y eventualmente al papa”.
El Opus Dei fue fundado por el sacerdote español Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928. Está presente en cerca de 70 países y cuenta con 90 mil miembros. El grupo, que fue ampliamente favorecido por el papa Juan Pablo II, quien canonizó a Escrivá en 2002, tiene un estatus único en la iglesia y reporta directamente al pontífice. Muchos de sus integrantes son laicos y mujeres con trabajos seculares y familia que buscan “santificar la vida ordinaria”, mientras otros miembros son sacerdotes y laicos célibes.
Mujeres denuncian años de explotación laboral del Opus Dei
Lucia Giménez fue durante 18 años Numeraria Auxiliar, como se denominan a las mujeres dedicadas a tareas del hogar y que cumplen con el celibato. Asegura que lavaba ropa, limpiaba baños y atendía a miembros del Opus Dei en jornadas de trabajo mayores a las ocho horas que fija la ley laboral y que los descansos se limitaban a las horas de comer y rezar. Pese al esfuerzo, jura, “nunca vi un billete en mis manos”.
Ahora, a sus 56 años, Giménez impulsó junto a otras 41 mujeres una denuncia contra el Opus Dei ante el Vaticano por presunta explotación laboral, abusos de poder y de conciencia. Procedentes de Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia trabajaron para la orden en Sudamérica, Italia y Kazajistán entre 1974 y 2015.
“Yo odiaba hacer los baños y me mandaban siempre a hacerlos. Estaba harta del dolor de rodillas, de arrodillarme para hacer las duchas”, relató Giménez en una reciente entrevista con The Associated Press. “Yo no veía la plata, nos decían que iba a un sobre directo al centro del que supuestamente dependía”.
La mujer aseguró que aceptaba las condiciones porque “no te dan tiempo de pensar, de hacer crítica de lo que estás haciendo y no te gusta. Tenés que aguantar porque tenés una entrega total a Dios”. Contó que recién este año presentó una denuncia colectiva porque antes nadie la quiso escuchar. “Decís el Opus y te dicen ‘no, es muy complicado’. Empecé a hablar con ex Numerarias, había varias en la misma situación”.
Las denunciantes tienen en común un origen humilde. Fueron reclutadas y separadas de sus familias entre los 12 y 16 años. En algunos casos, como Giménez, fueron llevados a centros y residencias del Opus Dei en otro país, burlando los controles migratorios.
Según la demanda, las menores cumplían sus tareas bajo “condiciones manifiestamente ilícitas: remuneración inexistente y sin alta en el régimen de Seguridad Social, jornadas laborales que se extendían más de 12 horas, con períodos de descanso breves; sin documentación personal o con retención de la misma y otras vulneraciones de derechos básicos”.
Aseguran que sacerdotes y Numerarias —de escala superior a las Numerarias Auxiliares— ejercían “coacción de las conciencias” sobre las mujeres para afianzar su vocación por servir y disipar crisis de fe, atemorizándolas con males espirituales si no cumplieran con la supuesta voluntad de Dios. También que controlaban sus relaciones con el mundo exterior.
La mayoría de las mujeres solicitaron la dispensa al volverse intolerable la exigencia física y psicológica a la que fueron soportadas durante los años de servicio. Sostienen que quedaron libradas a su suerte, sin dinero y muchas necesitaron tratamiento psicológico tras abandonar el Opus Dei.
Con información de AP y EFE.