El cubrebocas ya no es obligatorio en Argentina, pero las autoridades de la ciudad de Rosario volvieron a recomendar su uso por una razón diferente al coronavirus: una densa nube de humo proveniente de los incendios en los humedales del Delta de Paraná, el cual ha vuelto irrespirable el aire y afecta la salud de sus habitantes.
El Delta del Paraná, un sistema rico en biodiversidad alrededor del río del mismo nombre y que comprende parte de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, es epicentro desde hace más de dos años de incendios forestales que arrasaron miles de hectáreas y que se sospecha son provocados para favorecer la ganadería y los negocios inmobiliarios.
Rosario, en la provincia de Santa Fe, es uno de los centros urbanos más importantes del país y su puerto una de las principales salidas de la producción agropecuaria que se exporta a China y otros destinos. Esta semana la ciudad tomó un aspecto fantasmagórico al quedar cubierta por una inmensa nube de humo y ceniza originada por los incendios frente a sus costas.
“Hago deporte en el agua y estamos muy afectados por el tema de humo. No se puede respirar bien. Tuve que ir al doctor y mi familia también por el problema del humo que afecta los pulmones”, describió a The Associated Press Lara Barretos, de 18 años, sentada en un parque junto a una pintada en la que se leía “Basta de quemas”.
La Comisión Nacional de Actividades Espaciales detectó con información satelital altos niveles de dióxido de nitrógeno y aerosoles por partículas de humo en el aire de Rosario.
El secretario de salud pública local, Leonardo Caruana, afirmó que “hay una clara relación en daños de salud por no respirar un aire puro” y agregó que en “cada fecha de quemas intensas y presencia de humo en la ciudad, 48 horas después se registra un incremento de entre 15% y 25% en el número de consultas por problemáticas relacionadas con el humo”.
Por este motivo los médicos recomendaron el uso de cubrebocas, en especial para aquellos pacientes con asma y propensión a las alergias. “El barbijo puede ayudar, los de mayor resistencia pueden disminuir el ingreso de partículas, fundamentalmente los días de mayor presencia de humo”, explicó Caruana.
También se aconsejó mantener cerrados los ambientes, no fumar y evitar hacer ejercicio al aire libre para disminuir la exposición y los síntomas.
Más de un millón de hectáreas del Delta del Paraná ardieron a causa de los incendios ocurridos desde 2020, según cálculos de distintas organizaciones ambientalistas. La bajante histórica del río Paraná y la falta de lluvias vuelven incontrolable al fuego, generando humaredas que llegan hasta Buenos Aires.
“Esto es un desastre de proporciones inimaginables. Damos cuenta de territorios arrasados que se han quemado una, dos o tres veces en los últimos años y de una fauna prácticamente desaparecida en los territorios quemados. Hay especies que ya no se las ve. La magnitud del ecocidio es tremenda”, señaló Jorge Bartoli, ambientalista y coordinador de “El Paraná no se toca”.
Agregó que “además del desastre ambiental, en los últimos meses se ha convertido en un problema de salud... Se ha vuelto irrespirable con determinadas condiciones meteorológicas el ambiente y el aire de todas las ciudades costeras”.
Incendios son considerados intencionales
Para el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, los incendios en el Delta del Paraná son “intencionales” y están motivados por “proyectos inmobiliarios, caza furtiva -se quema para que los animales salgan y pueda cazarse- y la quema de pastizales por ganadería”.
Según reportó ese ministerio, este viernes todavía hay siete focos activos en la zona. Más de 100 efectivos del Ejército fueron enviados para colaborar con los bomberos locales.
Por otra parte, también se están combatiendo incendios en las sierras de la provincia de Córdoba, en el centro del país. Cinco personas fueron detenidas como presuntos autores.
“El cambio climático no sólo está golpeando en nuestras puertas, sino que ya lo tenemos dentro de nuestros hogares en forma de humo. Los temas ambientales lamentablemente se han convertido en una carrera contra el tiempo”, concluyó Bartoli.