La primera ministra británica, Liz Truss, reconoció que podría haber hecho un mejor trabajo “preparando el terreno” para presentar su propuesta de recortar impuestos, pero insistió en que seguirá adelante con un plan económico que ha causado turbulencias en los mercados financieros y debilitado la opinión pública sobre las finanzas del país.
Afirmó que Reino Unido enfrenta “un momento muy turbulento y tormentoso”, pero aseguró que sus políticas conducirán a una “economía de alto crecimiento y bajos impuestos” a largo plazo.
Es poco probable que los comentarios calmen al Partido Conservador, el cual inauguró su conferencia anual de cuatro días en Birmingham, en medio de una caída en los índices de audiencia y un creciente descontento público.
Truss asumió el cargo hace menos de un mes y prometió remodelar radicalmente la economía británica para poner fin a años de lento crecimiento. Pero el anuncio del gobierno, el 23 de septiembre, de un paquete de estímulos que incluye 45 mil millones de libras (50 mil millones de dólares) en recortes de impuestos, que se pagarán con préstamos del gobierno, hizo que la libra se desplomara a un mínimo histórico frente al dólar.
El Banco de Inglaterra se vio obligado a intervenir para apuntalar el mercado de bonos, y los temores de que el banco suba pronto las tasas de interés hicieron que los prestamistas hipotecarios retiraran sus planes más baratos, lo que generó confusión entre los compradores de viviendas.
Truss se mantuvo firme en que los problemas económicos de Gran Bretaña eran parte de un aumento global en la inflación y los precios de la energía provocados por la invasión rusa a Ucrania.
En un intento por calmar la agitación del mercado, Truss y su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, dijeron que presentarán un plan fiscal a mediano plazo el 23 de noviembre, junto con un pronóstico económico de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, que es independiente.