Diferentes expertos en salud chinos señalaron que son varias las razones que han llevado a un aumento de casos graves de COVID en Pekín y destacaron que el norte del país, donde está la capital, suele registrar más infecciones respiratorias en invierno.
En las últimas semanas, después de que China relajase la política de ‘cero COVID’ en favor de una estrategia de convivencia con el virus, la capital china sufrío una ola de contagios que dejó largas colas en los departamentos de urgencias de los hospitales, según testimonios en las redes sociales del país.
“Algunos pacientes mayores desarrollaron condiciones graves después de contraer la variante ómicron, pero se recuperarán de la infección después del tratamiento”, afirmó Li Yanming, jefe del departamento de medicina respiratoria y de cuidados intensivos del Hospital de Pekín, informó este viernes 23 de diciembre la agencia estatal de noticias Xinhua.
Uno de los expertos de la Comisión Nacional de Sanidad, Jiao Yahui, declaró que el país preparó instalaciones médicas para hacer frente a más casos graves de la enfermedad, ante el aumento en número de este tipo de pacientes tras la decisión de las autoridades de relajar la política de ‘cero COVID’ que había regido durante casi tres años.
Tong Zhaohui, vicepresidente del Hospital de Chaoyang en la capital, dijo que su centro ha recibido en promedio cada día hasta 400 pacientes con fiebre y alrededor de 500 en emergencias.
“El tiempo de espera en la sala de emergencias de nuestro hospital es de entre tres y seis horas”, aseguraba una doctora capitalina a The Economic Observer en un artículo que posteriormente desapareció de su página web, aparentemente presa de la censura, en el que añadía que “ya es difícil encontrar una cama disponible entre las 80 plazas de cuidados intensivos”.
Según las autoridades pequinesas, el sistema sanitario podría estar viendo la luz al final del túnel: este miércoles, visitaron los hospitales locales 65 mil pacientes con fiebre, cifra inferior en un 11 por ciento a la de 73 mil que se registró en jornadas anteriores.
En las últimas semanas, las autoridades chinas han retirado buena parte de las draconianas medidas que conformaban su estrategia de tolerancia cero contra COVID, asegurando que en esta “nueva situación” el virus provoca menos muertes.
Sin embargo, el fin de la obligación de someterse a pruebas PCR rutinarias para la mayor parte de la población se ha traducido en una detección de casos sensiblemente menor, toda vez que los asintomáticos y aquellos con síntomas leves tienen luz verde de las autoridades para hacer cuarentena en su casa.
En los últimos días, también han surgido dudas sobre la fidelidad de los datos de fallecimientos que ofrecen las autoridades sanitarias, que apenas cuentan un puñado de ellos debido, según un experto citado por la prensa oficial, a que las muertes causadas por enfermedades subyacentes en pacientes que estaban infectados por el coronavirus no se cuentan como muertes por COVID.
Asimismo, las autoridades se preparan para hacer frente a la siguiente oleada de contagios, prevista según los expertos chinos para las vacaciones por el Año Nuevo Lunar, la mayor migración anual del mundo y que en 2023 tendrán lugar entre el 21 y el 27 de enero.
Así, el Ejecutivo ya ha pedido a los Gobiernos locales que den prioridad a los servicios de salud en las zonas rurales “para proteger a la población”, señalando “su relativa escasez de recursos de atención médica”, la alta movilidad durante las vacaciones y los viajes de los trabajadores migrantes que regresan a sus lugares de origen.
Según los datos oficiales, China sumó el 22 de diciembre 3 mil 761 nuevos casos de COVID y no registró ninguna muerte por la enfermedad, aunque entidades investigadoras internacionales como la británica Airfinity estiman que el país asiático está lidiando con un millón de nuevos infectados y hasta 5 mil muertes por el virus cada día.