El presidente ruso Vladimir Putin reavivó este martes las preocupaciones por una inminente guerra nuclear luego de haber suspendido su participación en el tratado START con Estados Unidos, el cual limita los arsenales nucleares estratégicos que ambos países pueden desplegar y permite a ambos inspeccionarse mutuamente.
Una de las consecuencias de esta decisión podría ser la catástrofe climática a largo plazo derivada del intercambio de ojivas nucleares conocida como “invierno nuclear”, sugiere el investigador Paul Ingram del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge quien considera que los riesgos de un intercambio nuclear están en su nivel más alto en 40 años debido al conflicto que involucra a Rusia, Ucrania y a los miembros de la OTAN.
¿Qué es el invierno nuclear?
La teoría científica del invierno nuclear explica que las detonaciones de los intercambios nucleares arrojan grandes cantidades de escombros a la estratosfera, lo que finalmente bloquea gran parte del sol hasta por una década, provocando caídas globales en la temperatura, pérdida masiva de cultivos y hambruna generalizada.
Combinados con la lluvia radiactiva, estos efectos colaterales provocarían la muerte de millones más a raíz de una guerra nuclear, incluso si están lejos de cualquier zona de explosión, señala un comunicado del investigador publicado en el portal del CSER.
Las ideas del invierno nuclear no son nuevas. Durante la Guerra Fría impregnaron la cultura británica y estadounidense a través de programas de televisión y películas como Threads y The Day After, así como en novelas como Z for Zachariah.
“Las ideas del invierno nuclear son predominantemente una memoria cultural persistente, como si fuera parte de la historia, en lugar de un riesgo terriblemente contemporáneo”, indicó Ingram en el comunicado.
No hay suficiente consciencia sobre un posible invierno nuclear
En una encuesta elaborada por Ingram el mes pasado se preguntó a 300 personas -la mitad estadounidenses y la otra mitad británicas- que informaran sobre si creían saber mucho del invierno nuclear y si habían oído sobre el tema en distintos medios.
El 3.2 por ciento de los británicos y el 7.5 por ciento de los estadounidenses respondieron que efectivamente habían escuchado del tema en medios de comunicación y cultura contemporánea. El 1.6 por ciento y el 5.2 por ciento, respectivamente, afirmaron haberlo hecho en estudios académicos recientes, mientras el 5.4 por ciento de Reino Unido y el 9 por ciento de Estados Unidos dijeron que aún recordaban las creencias mantenidas durante la década de 1980.
“En 2023 nos encontramos frente a un riesgo de conflicto nuclear mayor que el que hemos visto desde principios de los años ochenta. Sin embargo, hay poco en el camino del conocimiento público o el debate de las consecuencias inimaginablemente nefastas a largo plazo de la guerra nuclear para el planeta y las poblaciones globales”, dijo Ingram.
La encuesta también presentó a todos los participantes informes de medios ficticios del futuro cercano fechados en julio de 2023, que transmitían noticias de ataques nucleares de Rusia a Ucrania y viceversa con el objetivo de medir el apoyo a las represalias occidentales.
En el caso de un ataque nuclear ruso contra Ucrania, menos de una de cada cinco personas encuestadas apoyó las represalias en especie en tanto que los hombres de ambos países fueron más propensos a respaldarlas.
Asimismo, a la mitad de la muestra de cada país se les mostró una infografía sobre los efectos del invierno nuclear antes de leer las noticias ficticias de los ataques nucleares, mientras que a la otra mitad, un grupo de control, no. El apoyo a las represalias nucleares fue un 16 por ciento menor en los Estados Unidos y un 13 por ciento en el Reino Unido.
Este efecto fue más significativo para quienes apoyaban al partido demócrata y al gobierno del Reino Unido. El apoyo a las represalias nucleares fue un 33 por ciento menor entre los votantes del Partido Conservador del Reino Unido y un 36 por ciento entre los votantes demócratas.
“Hay una necesidad urgente de educación pública dentro de todos los estados con armas nucleares que esté informada por las últimas investigaciones. Necesitamos reducir colectivamente la tentación que los líderes de los estados con armas nucleares puedan tener de amenazar o incluso usar tales armas en apoyo de operaciones militares”, concluyó Ingram.