Los manifestantes interrumpieron el tráfico en el principal aeropuerto de París y volvieron a congregarse en otras ciudades francesas este jueves en una nueva jornada de paros y movilizaciones que buscan que el presidente, Emmanuel Macron, retire las reformas de las pensiones que ha provocado una tormenta de ira pública que dura ya un mes.
En París, los desratizadores marcaron el tono arrojando cadáveres de roedores al ayuntamiento. Su protesta el miércoles fue una de las imágenes más impactantes de cómo los planes de Macron para aumentar la edad de jubilación en todo el país de los 62 a los 64 años han enfurecido a los trabajadores. La televisora BFM-TV mostró los cuerpos demacrados de los animales arrojados por los operarios, ataviados con trajes de protección de color blanco.
Natacha Pommet, responsable de la rama de servicios públicos del sindicato CGT, indicó el jueves que los desratizadores de la capital querían “mostrar la dura realidad de su misión” y apuntó que el malestar por la reforma de Macron se está transformando en un movimiento más amplio en el que los trabajadores expresan sus quejas salariales y de otro tipo.
“Toda esta rabia reúne todo tipo de enfados”, afirmó en una entrevista telefónica.
Las 10 jornadas previas de protestas convocadas desde enero no han conseguido que Macron cambie el rumbo su decisión, y no había indicio alguno de que la nueva convocatoria vaya a hacer retroceder al gobierno.
Las conversaciones entre los líderes sindicales y la primera ministra, Elisabeth Borne, se rompieron rápidamente el miércoles sin avances, lo que sentó las bases para la vuelta de los manifestantes a las calles.
En el aeropuerto Charles de Gaulle de París, un centenar de inconformes cortaron una carretera de acceso a la Terminal 1 el jueves en la mañana y entraron al edificio, explicó el operador aeroportuario. Los vuelos no se vieron afectados, pero los viajeros tenían que sortear a los manifestantes.
Un representante de CGT en el aeropuerto, Loris Foreman, dijo en declaraciones a BFM-TV que los manifestantes querían “mostrar al mundo y a Europa que no quieremos trabajar hasta los 64 años”.