‘Papito ¿por qué?’, preguntaban los pequeños Brayan y Elsa Catarina, de 11 y 10 años, frente al ataúd de su padre Roberto González Hernández, una de las víctimas del incendio en la estación migratoria provisional de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Mientras, su viuda Manuela Gómez y Catarina Hernández madre del fallecido, se aferraban al ataúd con los restos de su ser querido en medio del llanto y dolor. Los restos de 17 guatemaltecos arribaron la tarde del martes 11 de abril a las instalaciones de la Fuerza Aérea de Guatemala con casi tres horas de retraso y, posteriormente, trasladados a su lugar de origen.
La carroza con los restos de Roberto González Hernández arribó pasada la media noche a la entrada a este poblado hablante del idioma Kiché, donde lo esperaban más de un centenar de carros particulares, del transporte público y mototaxis que en caravana lo acompañaron hasta donde se realizaron los actos funerarios.
El pasado 19 de marzo, Roberto, de 32 años, dio el último abrazo y se despidió de su esposa, madre, hermanos e hijos para ir a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida para brindarle a su familia. Las primeras horas del miércoles 12 de abril, Roberto regresó a esta pequeña aldea, que se ubica en el departamento de Totonicapán; adentro de un ataúd metálico color café, cubierto por la bandera de Guatemala.
De acuerdo a familiares, Roberto trató de salir adelante trasportando a personas en un moto-taxi y haciendo ropa en un improvisado taller de costura en su humilde vivienda, pero el sueldo de 35 quetzales al día (unos 80 pesos) no le alcanzaba para cubrir los gastos de estudios, alimento, ropa, calzado y pago de luz; por ello, decidió, como la mayoría de los jóvenes de este poblado, buscar el “sueño americano”.
La última conversación que Roberto tuvo con su esposa fue para informarle que había sido detenido por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y que estaba encerrado en una cárcel. Tres días después, se enteraron a través de redes sociales que Roberto había sido unas de las 40 personas fallecidas en el incendio de la estación migratoria provisional de Ciudad Juárez.
Como lo había anunciado su familia, a las 14:00 horas el pastor Rolando Pérez de la congregación religiosa Ministerios del Reino inició la culminación de los actos fúnebres con despedida de Roberto González Hernández, quien dio una reseña de lo que fue su vida.
“Se fue como un guerrero, como un campeón, pensando en buscar una mejor vida para su familia, hoy lo vamos a despedir con honor”, señaló el religioso; mientras sus hijos, esposa, hermanas, tíos, primos, sobrinos, compañeros de trabajo y vecinos rompían en llanto frente al féretro. Cuatro jóvenes cargaron el ataúd y lo depositaron en la carroza fúnebre y así enfiló el cortejo fúnebre hasta el panteón de la aldea.
“Quiero a mi papito, quiero a mi papito, lloraba desconsolada la pequeña Elsa Catarina, mientras se aferraba a la foto de su padre con ella de pequeña y lo apretaba a su pecho”.
Durante el trayecto al panteón el cuerpo de la niña se desvaneció junto al de su tía Estela Elena González. La viuda de Roberto hizo un llamado al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que cumplan con la indemnización que prometió a familiares de las 40 víctimas.