El presidente Joe Biden afirmó que ni Estados Unidos ni la OTAN tuvieron algo que ver en la breve insurrección del Grupo Wagner en Rusia, y calificó el alzamiento y los retos a largo plazo que representa para el poder del presidente Vladímir Putin como “una lucha dentro del sistema ruso”.
Biden y los aliados de Estados Unidos que respaldan a Ucrania en su defensa contra la invasión rusa hicieron énfasis en su pretensión de que se les vea al margen del sorprendente amotinamiento de los mercenarios, la mayor amenaza a Putin en sus dos décadas al frente de Rusia.
Les preocupa que el mandatario ruso pudiera utilizar acusaciones de que Occidente estuvo implicado en la revuelta para hacer que los rusos cierren filas con él.
Biden y funcionarios gubernamentales declinaron dar una evaluación inmediata de lo que el alzamiento de 22 horas por parte del Grupo Wagner podría significar para la guerra en Ucrania, para el jefe de los mercenarios, Yevgeny Prigozhin, o para Rusia misma.
EU evalúa consecuencias de Grupo Wagner en Rusia
“Vamos a seguir evaluando las consecuencias de los eventos de este fin de semana y las implicaciones para Rusia y Ucrania. Pero aún es demasiado pronto para llegar a una conclusión definitiva acerca de hacia dónde va esto”, declaró Biden.
En sus primeros comentarios públicos desde la rebelión, Putin declaró que los “enemigos de Rusia” tenían esperanzas de que el motín dividiera y debilitara al país, “pero calcularon mal”.
Dijo que esos enemigos eran “los neonazis en Kiev, sus patrocinadores occidentales y otros traidores nacionales”.
Y el canciller Serguéi Lavrov informó que los servicios especiales ya estaban investigando si servicios occidentales de inteligencia estuvieron involucrados en la rebelión de Prigozhin.
Durante el tumultuoso fin de semana en Rusia, los diplomáticos estadounidenses estuvieron en contacto con sus homólogos de Moscú para hacer hincapié en que el gobierno estadounidense consideraba el asunto como algo interno de Rusia y del que Estados Unidos era meramente un espectador, dijo Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado.
Los diplomáticos estadounidenses también le enfatizaron a Moscú que esperaban que el gobierno ruso garantizara la seguridad de la embajada de Estados Unidos en la capital rusa y la de los estadounidenses detenidos en Rusia.
En una videollamada entre Biden y aliados estadounidenses el fin de semana, todos se mostraron decididos a no darle a Putin “ninguna excusa para culpar de esto a Occidente”, les dijo Biden a los reporteros en la Casa Blanca.
“Dejamos claro que no estábamos implicados. No tuvimos nada que ver”, aseveró el mandatario estadounidense. “Esto fue parte de una lucha dentro del sistema ruso”.
Michael McFaul, exembajador de Estados Unidos en Rusia, dijo que en el pasado Putin ha alegado la participación clandestina de Washington en varios acontecimientos —como alzamientos democráticos en antiguas repúblicas soviéticas, y campañas en pro de la democracia dentro y fuera de Rusia— como una forma de disminuir el apoyo público entre los rusos a esos desafíos al sistema ruso.
Estados Unidos y la OTAN “no quieren que se les atribuya la apariencia de intentar desestabilizar a Putin”, reiteró McFaul.
Las fricciones entre Prigozhin y la cúpula militar rusa, que se han agudizado durante la guerra, derivaron en el motín en el que los mercenarios salieron de Ucrania para capturar un cuartel militar en la ciudad de Rostov del Don, en el sur de Rusia. Avanzaron cientos de kilómetros en dirección a Moscú antes de dar marcha atrás el sábado, mediante un acuerdo cuyos términos siguen sin conocerse.
El equipo de seguridad nacional de Biden le informaba cada hora mientras las fuerzas de Prigozhin se adentraban en Rusia, señaló el presidente.
Él les había pedido que se “prepararan para diversos escenarios” a medida que se desenvolvía la crisis rusa, agregó.
Biden no dio más detalles sobre esos escenarios. Pero el portavoz de Seguridad Nacional, John Kirby, se refirió a una preocupación planteada con frecuencia por el público, los medios de comunicación y otras personas mientras el mundo observaba cómo se abrían grietas en el poder de Putin: la preocupación de que el líder ruso pudiera tomar medidas extremas para reafirmar su dominio.