Todos los ojos están puestos el jueves en el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y en el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante una cumbre de la Unión Europea, ya que su presencia destaca la importancia que da el bloque a la protección de su flanco oriental de la agresión de Rusia y a reforzar la capacidad de defensa de Kiev.
Está previsto que Zelenski participe por videoconferencia y que Stoltenberg acuda a un almuerzo. Pero el mayor protagonismo recaerá en un asunto que no está siquiera en la agenda oficial: las consecuencias de la sorprendente rebelión del fin de semana en Rusia.
“El motín que vimos durante el fin de semana demuestra que dentro del sistema ruso hay grietas y divisiones. Al mismo tiempo, es importante subrayar que esas son cuestiones internas de Rusia”, dijo Stoltenberg a su llegada a la cumbre.
El presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, uno de los varios países del bloque que comparte frontera con Rusia, insistió en que lo ocurrido era un motivo más para adoptar una postura firme hacia el presidente ruso, Vladimir Putin.
“Algunos colegas dicen a veces que un Putin fuerte es menos peligroso que un Putin débil. Yo no estoy de acuerdo con eso. Tenemos que avanzar y ser contundentes, porque este es un momento crucial en la historia”, afirmó.
Krisjanis Karins, el primer ministro de Letonia, que también limita con territorio ruso, indicó que “no podemos controlar lo que ocurre dentro de Rusia, pero sí podemos controlar lo que hacemos fuera”.
Funcionarios de varios países miembro e instituciones comunitarias dijeron que el caos y la inestabilidad creados por la rebelión no solo obligarían a la UE a redoblar su apoyo a Ucrania con compromisos de más munición, sino que intensificarán los esfuerzos para garantizar que los combates y la violencia no se extiendan al propio bloque.
“No hay lugar para la indecisión”, dijo la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas. “Debemos seguir aumentando el precio de la agresión rusa”.
Dentro de la UE, algunos afirman que los efectos de la revuelta llegan hasta el Kremlin. “En cualquier caso, tendrá sin duda un impacto duradero en Rusia”, afirmó el canciller de Alemania, Olaf Scholz, en declaraciones a la televisora ARD. “Creo que (Putin) se ha debilitado”.
Scholz dijo en voz alta lo que muchos líderes de la UE estaban esperando. Y consideran clave el creciente impacto de las 11 rondas de sanciones impuestas por Bruselas junto con Estados Unidos.
Y aunque no se ofrezcan nuevas garantías militares, la idea predominante es que los líderes endurezcan su lenguaje en las conclusiones de la reunión. En el último borrador, obtenido por The Associated Press, los mandatarios señalan que “están dispuestos a contribuir, junto con los socios, a futuros compromisos de seguridad con Ucrania que le ayudarán a defenderse en el largo plazo, a disuadir los actos de agresión y a resistir los esfuerzos de desestabilización”.
La mayoría de los países de la UE forman parte también de la OTAN, y en la cumbre de la alianza prevista para el 11 y 12 de julio tratarán de dar a Kiev más garantías de seguridad, aunque sin llegar a su plena integración en la institución. Se espera que esta propuesta obtenga un respaldo total antes del final de la reunión.
Los países de la UE han aportado también miles de millones de euros (dólares) en ayudas tanto para reforzar los suministros militares como para garantizar que la economía ucraniana siga a flote. La cumbre de Bruselas revisará más detenidamente hasta qué punto pueden emplearse los activos del banco central ruso congelados, que se estiman en alrededor de 200 mil millones de euros, para este fin.
Varios de los socios temen que la base legal siga siendo demasiado inestable y el Banco Central Europeo advirtió que confiscar esos activos o sus beneficios podrían suponer un grave riesgo para la reputación del euro.