Nicolás Maduro ha tomado medidas en contra la creciente obsesión de la élite venezolana por el pádel, bloqueando la construcción de canchas a medida que la proliferación desordenada de este deporte amenaza los espacios verdes de la capital.
Recientemente, funcionarios del llamado Ministerio de Ecosocialismo acordonaron el perímetro de un club que pretendía abrirse paso en el este de Caracas, luego de que los vecinos protestaran contra la construcción en una zona boscosa establecida desde hace tiempo.
Actualmente, hay más de 100 canchas en la capital de Venezuela, frente a menos de 30 hace un solo año, según la Federación Venezolana de Pádel, y habrá al menos 250 en todo el país a finales de 2023.
“Hay muchos lugares en Venezuela donde se pueden construir unas canchas de pádel”, dijo Maduro la semana pasada en la televisión estatal. “Pero no destruyendo las áreas verdes comunes de una comunidad”. Aunque reconoció el creciente atractivo de este deporte, añadió que los residentes afectados podían contar con todo el apoyo de su gobierno.
Pádel, un deporte de ricos en Venezuela
Altos ejecutivos, abogados y políticos venezolanos se disputan los horarios de las instalaciones recién construidas, donde se entretienen tomando batidos de frutas de seis dólares o cócteles de ocho dólares en los bares situados junto a las canchas.
Una sesión de 90 minutos cuesta unos 40 dólares, pero se puede negociar por más en grupos de WhatsApp donde la gente revende las escasas reservas durante las horas más populares del día.
El deporte aterrizó en Venezuela en 2005 con una única pista utilizada principalmente por funcionarios de la embajada española. La popularidad de este deporte se disparó cuando el país salió de la pandemia de COVID-19 y las instalaciones disponibles se volvieron insuficientes.
Una dolarización de facto de la economía venezolana hizo de los clubes de pádel un negocio rentable, dijo Luis García, director de la federación de pádel.
La participación en torneos de pádel se ha duplicado desde principios de año, con 4 mil competidores en las principales categorías a escala nacional, según García. En octubre, Venezuela será el anfitrión por primera vez del Campeonato Panamericano Absoluto de Pádel, en el que participarán los mejores jugadores de 11 países.
El pádel también se ha expandido en otros lugares. Un estudio reciente de Deloitte anticipa que se convertirá en un deporte global, con un número de canchas que se duplicará hasta las 85 mil en todo el mundo en 2026, mientras se extiende por Europa, Oriente Medio y Asia.
En Latinoamérica, es popular en Chile, Paraguay y Argentina y hasta la estrella del futbol Lionel Messi lo juega.
A diferencia del pickleball, que amenaza la hegemonía del tenis en Estados Unidos, el pádel requiere una pista construida a tal efecto, ya que las paredes son parte del juego.
Según Carlos García, quien dirige una academia de pádel con 600 alumnos y es cofundador de Zusset, una marca venezolana de equipamiento de pádel con sede en Panamá, la inversión inicial puede recuperarse en menos de dos años, dado el reciente auge.
Tanto para los propietarios de las canchas como para los jugadores, el pádel no es sólo un deporte, también puede servir para establecer contactos y socializar, afirma María Manuela Muskus, cofundadora de Zero Project, una empresa que gestiona clientes para academias deportivas. “Alguien me comentó que el pádel era en ‘nuevo golf’”.
Pero la creciente necesidad de nuevas canchas hace que los promotores busquen terrenos vacíos, a menudo en zonas residenciales tranquilas, lo que provoca la indignación de quienes viven cerca.
La intervención de Maduro fue en respuesta a un proyecto en una zona residencial llamada La Alameda, hogar de unas mil personas en nueve edificios de apartamentos. El conflicto se hizo viral en redes sociales cuando los vecinos denunciaron a los promotores por lo que describen como permisos ambientales que no consideran adecuadamente los impactos sobre la vida silvestre y la estabilidad del suelo.
El alcalde Darwin González dijo que busca una solución al problema que beneficie a todas las partes, ya que el tema involucra tanto los derechos de propiedad y ambientales, como la armonía social. El club iba a construirse en una propiedad privada, pero los residentes cuestionan la titularidad del terreno.
“Estamos atacando a los organismos públicos que permitieron esto, no a la empresa”, dijo Alberto Albarracín, presidente de una asociación de vecinos y uno de los principales activistas contra las pistas de pádel.
Los representantes del grupo promotor no respondieron a una solicitud de comentario. La construcción sigue paralizada mientras las autoridades revisan su impacto ambiental.
Otro proyecto polémico se sitúa en un barrio cercano, dentro de un polideportivo comunitario. Los vecinos se quejan de que se pretende aprovechar gratuitamente de una infraestructura de uso público.
“El polideportivo es nuestro”, reza una pancarta con letras rojas colgada a la entrada de las instalaciones. “No a la privatización”.
Aunque los entusiastas del pádel creen que la popularidad de este deporte se ha extendido fuera del círculo de la clase alta, la mayoría de las pistas están situadas en zonas adineradas o clubes privados. Eso las pone fuera del alcance de muchos venezolanos que aún luchan contra una inflación galopante y salarios estancados -y también, desde la semana pasada, el deporte está en la mira del Gobierno de Maduro.