Por primera vez desde los mortíferos ataques de Hamás contra ciudades fronterizas israelíes el 7 de octubre de 2023, que dejaron al menos mil 200 muertos, el gobierno israelí acordó el 22 de noviembre suspender su campaña aérea y terrestre en Gaza durante cuatro días en a cambio de la liberación de al menos 50 rehenes en poder de Hamás.
Tras casi seis semanas de elaboración, el acuerdo de alto el fuego también exige la liberación de 150 palestinos detenidos en prisiones israelíes. El destino de los rehenes restantes aún no está claro.
Lo que está claro es que la guerra continuará tras el breve alto el fuego. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dijo el 21 de noviembre que la pausa permitiría a las Fuerzas de Defensa de Israel prepararse más para los combates.
“La guerra continuará hasta que logremos todos nuestros objetivos”, dijo Netanyahu. Esos objetivos incluyen el regreso de todos los rehenes y la eliminación de Hamás para garantizar que “Gaza ya no sea una amenaza para Israel”.
Guerra en Gaza, sin cambios
El acuerdo entre Israel y Hamas –impulsado por la presión de Estados Unidos sobre Israel– para intercambiar 50 rehenes por 150 prisioneros palestinos y suspender los combates durante cuatro días es sin duda un bienvenido descanso en una guerra horrible.
No menos importante, permitirá que alimentos y combustible entren en una Gaza devastada.
Sin embargo, no cambia fundamentalmente la horrible geometría de la guerra: Netanyahu ha prometido que Israel continuará la lucha, y parece haber pocas señales de que Israel esté más cerca de un plan sobre qué hacer con Gaza o los palestinos que cuando el comenzó la guerra.
Por su parte, los acontecimientos se han desarrollado en gran medida como Hamás podría haberlo planeado.
Hamás sabía que su ataque provocaría una respuesta israelí brutal
Hamás sabía, cínicamente, que cuantos más palestinos murieran, mejor para su causa. La opinión mundial se volvería contra Israel y su patrocinador estadounidense, y así ha sido. Y Hamás probablemente esperaba que la cuestión del Estado palestino , casi olvidada por el mundo, incluido el mundo árabe, volviera a tener prominencia internacional.
En el proceso, Hamás probablemente anticipó que, paradójicamente, se volvería más popular, no menos, en Gaza.
Una esperanza lejana la paz en Gaza
A corto plazo, lo mejor que se puede esperar es que este intercambio y pausa se extiendan o sean los primeros de muchos que están por venir.
Ciertamente, Israel ha estado bajo presión global –y especialmente estadounidense– para que acepte alguna pausa, y el gobierno de “unidad” de Netanyahu ha sentido la presión, a nivel interno, por parecer ignorar a los rehenes.
A largo plazo, después de muchas más matanzas y sufrimientos, las alternativas siguen siendo desalentadoras. Israel no tiene valor para ocupar Gaza y seguramente ninguno para permitir que Hamás vuelva a pretender gobernar. La Autoridad Palestina sigue siendo corrupta, débil e inepta a los ojos de sus gobernantes y, como resultado, es un mal candidato para enfrentarse a Gaza.
La mejor esperanza es lejana: que alguna coalición de Estados en su mayoría árabes, pero que quizás también incluya a Estados Unidos, pueda gobernar Gaza, tal vez ejerciendo cierta tutela sobre una Autoridad Palestina reformada.
Pero eso está muy lejos, y el intercambio de rehenes y la pausa no acercan mucho más a la región ni al mundo a una paz duradera.