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Abuso policial, ¿salida para frenar la violencia en Brasil?

Según algunas cifras señalan que 2 mil 212 personas fueron muertas por la policía en Brasil durante 2013, pero en vez de desatar una amplia respuesta, está ocurriendo el fenómeno opuesto en buena parte del país: proponentes de severas tácticas de vigilancia policial se están volviendo más fuertes.

RÍO DE JANEIRO - Eduardo de Jesús estaba en la puerta de su Complexo do Alemao, vasto laberinto aquí de hogares de bloques de cemento, cuando su madre oyó el estruendo de disparos.

Unos cuantos segundos más tarde, ella vio a Eduardo, de 10 años de edad, yaciendo muerto por una herida de bala en la cabeza, y salió corriendo hacia el oficial de policía que sostenía el arma.

''Lo tomé por el chaleco y le grité: '¿Usted mató a mi niño, maldito?' dijo su madre, Teresita María de Jesús, de 40 años.

''Él me dijo, 'Justamente como maté a su hijo, también puedo matarla a usted', mientras apuntaba su rifle a mi cabeza'', prosiguió. ''Yo le dije: 'Adelante. Acaba de matar a una parte de mí. Llévese el resto'''.

Las imágenes del cuerpo sin vida de Eduardo y los penetrantes alaridos de sus vecinos denunciando a la policía, capturados en teléfonos celulares y compartidos a través de medios sociales por todo Brasil desde el episodio del mes pasado, ofrecen una inusual mirada a la sensación de desesperación en una sociedad en la que los asesinatos por parte de la policía son tan comunes, que empequeñecen a la cifra registrada en Estados Unidos.

Cuando menos 2 mil 212 personas fueron muertas por la policía en Brasil en 2013, con base en el Foro Brasileño de Seguridad Pública grupo independiente de investigación, y expertos dicen que el número real probablemente sea sustancialmente mayor, ya que algunos estados no informan de asesinatos cometidos por sus fuerzas policiales.

En Estados Unidos, que tiene mucho más de 100 millones más de personas que Brasil, el FBI contó muchas menos muertes a manos de la policía: 461 en 2013, el último año del que hay datos disponibles.

Otros estimados estiman la cifra de muertos en Estados Unidos en hasta mil 100, pero incluso eso no es siquiera la mitad de los asesinatos policiales que hay en Brasil.

Pero, aunque las muertes a manos de la policía han desatado febriles protestas por todo Estados Unidos, encendiendo ciudades como Baltimore y Ferguson, Misuri, a menudo son aceptadas sombríamente en Brasil como un elemento fijo y normal de la vigilancia en un país harto de la delincuencia violenta.

''Por supuesto, la sensación de indignación sería diferente si estas víctimas fueran niños de cabello rubio y ojos azules que vivieran en áreas ricas, pero no lo eran'', dijo Antonio Carlos Costa, pastor presbiteriano que ayuda a localizar casos de niños menores de 14 años que fueron muertos por la policía.

''Los menores, adolescentes y adultos asesinados por la policía de Brasil son víctimas de una matanza en la que las cifras de bajas son mayores que en algunas zonas de guerra''.

Ahora que las muertes a manos de la policía subieron en Río a medida que las autoridades aplican duras medidas de cara a la Olimpiada del año entrante, la ira estalla ocasionalmente.

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Tras la muerte de Eduardo, oficiales desarticularon manifestaciones disparando bombas de humo y balas de goma en Complexo do Alemao, serie de favelas, o áreas urbanas relativamente pobres que surgieron en su mayoría como asentamientos irregulares. Manifestantes en otra área de favelas de Río, Complexo de Sao Carlos, incendiaron autobuses este mes tras acusar a una unidad policial de haber perpetrado los asesinatos de dos hombres.

Pero, en vez de desatar una amplia respuesta a asesinatos de la policía, está ocurriendo el fenómeno opuesto en buena parte de Brasil: Proponentes de severas tácticas de vigilancia policial se están volviendo más fuertes.

Respondiendo a amplios temores en un país cansado de la delincuencia con más homicidios que cualquier otro - 50, 108 en 2012, con base en Naciones Unidas -, políticos conservadores con antecedentes en la aplicación de la ley y duras palabras sobre la delincuencia reunieron enormes conteos de votos en comicios estatales y federales efectuados en fecha reciente, apuntalando lo que frecuentemente se conoce como la ''delegación bala'' en el Congreso de Brasil.

Algunos miembros de la delegación bala celebran abiertamente el número de personas al que mataron mientras patrullaban las calles. Una estrella política en ascenso, Paulo Telhada, hizo alarde de haber matado a más de 30 personas como oficial de policía en Sao Paulo, diciendo en una entrevista reciente que él no sentía ''piedad alguna por maleantes''.

''Hay partes de la clase media que aceptan muertes a manos de la policía como una práctica legítima'', dijo Ivan C. Marques, el director del Instituto Sou da Paz, grupo que sigue de cerca temas policiales.

Tan solo en el estado de Río, la policía mató al menos a 563 personas en 2014, aumento de 35 por ciento responsable del año anterior, con base en el Instituto de Seguridad Pública del estado.

Eso es considerablemente más que lo registrado por el FBI para todo Estados Unidos, que tiene una población aproximadamente 20 veces más grande que la del estado de Río.

''A veces, hace falta que maten a un niño de 10 años para sacudir a la gente a fin que comprenda el hecho que esta tragedia se está desarrollando en una magnitud épica'', dijo Ignacio Cano, investigador de temas policiales. ''Tristemente, solo cuando la víctima es escandalosamente inocente es que toca un nervio sensible''.

Muchos casos sin resolver en los que se mató a niños son meramente llamados episodios de ''balas perdidas''. Algunos casos han ocurrido durante operaciones antidrogas en áreas atestadas, haciendo que surjan dudas con respecto a la estrategia regular de llevar a cabo grandes y agresivas incursiones de la policía en distritos residenciales.

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Los investigadores dicen que las razones para los grandes números de muertes de la policía son variadas. Para empezar, fuerzas policiales mal entrenadas y mal remuneradas en barriadas plagadas de delincuencia son imbuidas con frecuencia de un instinto de 'primero dispara' cuyo origen está en una mezcla de temor, paranoia y una sensación de impunidad.

Algunas unidas de élite, como el Batallón de Operaciones Especiales de la Policía en Río, promueven abiertamente, e incluso glorifican, su grado mortífero. E símbolo de la unidad es un cráneo y pistolas cruzadas.

Sin embargo, analistas dicen que ese tipo de escuadrones son meramente el extremo afilado de sistemas mayores de vigilancia en los que delincuentes, o personas percibidas como delincuentes, son considerados elementos indeseables que no pueden ser reformados.

Debido a que pandillas del narcotráfico controlan muchas prisiones en Brasil, arrestar a delincuentes y enviarlos a la cárcel es visto por algunos oficiales de policía como una forma de alimentar la delincuencia, no reducirla.

Muchos casos relacionados con la policía son registrados como ''muerte por resistencia'' o ''muertes en enfrentamiento con la policía'', aunque grupos por los derechos dicen que estos episodios a menudo equivalen a ejecuciones sumarias.

''Para la policía, es igualmente fácil, y se entiende que es una mejor solución, matar a quienes se percibe como delincuentes'', dijo Graham Denyer Willis, conferencista en la Universidad de Cambridge que estudia a la policía de Brasil. Debido a que los asesinatos son aceptados de rutina como un producto derivado de reducir la inseguridad en algunas ciudades, el resultado es ''inequívocamente una forma de limpieza social'', dijo.

A veces, las autoridades exaltan dicha práctica.

''Yo le daré una medalla por cada maleante al que haya enviado al infierno'', dijo André Puccinelli, el gobernador de Mato Grosso do Sul, mientras elogiaba a un oficial de policía fuera del deber que había matado a dos hombres armados que intentaron robar una tienda.

Aquí en el estado de Río, las autoridades informan que el número de asesinatos por parte de la policía registró una marcada caída, de mil 330 en 2007 a 563 en 2014, conforme enviaron fuerzas de seguridad a favelas e una mal llamada campaña de pacificación. Sin embargo, oficiales de seguridad reconocen que el problema persiste.

''Necesitamos mucho más entrenamiento para preparar a la policía para territorios en los que aún tenemos muchas dificultades para trabajar'', dijo el Coronel Robson Rodrigues, oficial de alto rango en la fuerza de policía estatal de Río.

''Las actividades de la policía siguen necesitando correcciones''. Grupos por los derechos ponen en duda que las autoridades estén intentando reducir las muertes a manos de oficiales de policía. En un estudio, Michel Misse, sociólogo en la Universidad Federal de Río de Janeiro, estudió 707 casos de asesinatos de la policía y encontró que la fiscalía se había negado a presentar cargos en contra de oficiales en más de 99 por ciento de ellos.

En el caso de Eduardo, el niño de 10 años que murió de un balzo en abril, una portavoz de la policía dijo que la muerte aún era investigada.

De Jesús, la madre de Eduardo, dice que ella se pregunta si la policía pensó de alguna forma que su hijo podría haber estado armado, aunque su muerte ocurrió a plena luz del día y el pequeño celular blanco en su mano difícilmente parecía un arma. De Jesús dijo que ella y sus vecinos se habían apresurado ahí para impedir que los oficiales manipularan el lugar de los hechos, temiendo que plantaran un arma de fuego cerca del cuerpo de Eduardo.

El gobernador de Río, Luiz Fernando Pezao, reconoció ante reporteros que había ocurrido un ''error'' en la muerte de Eduardo, diciendo que el episodio fue ''lamentable''.

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