Bloomberg

El fuego muestra 'el lado contaminante' de Australia que quizá no conocías

El país se vende como un lugar ecológico, pero los recientes incendios que ha sufrido han revelado el verdadero papel que juega en el cambio climático y cómo ha alimentado ese desastre, indica David Fickling.

OPINIÓN

Bloomberg Businessweek

Australia no es lo que el mundo pensó que era.

Un país que promociona sus cielos y aguas azules, así como su vida salvaje presenta de repente una cara diferente: turistas en destinos turísticos acurrucados en las playas para alejarse del inminente fuego; ciudades ahogadas por el humo anaranjado y la ceniza que cae; los canguros y los koalas se incineran al tratar de huir de los potreros y bosques.

Si había alguna duda de que este paraíso se está perdiendo, incluso la ciudad Edén fue evacuada esta semana mientras se acercaba lo que parece un fuego del infierno.

Es una grosera dosis de realidad para el primer ministro Scott Morrison, un exburócrata del turismo cuya respuesta inicial a los incendios fue desastrosa y obsesionada con su imagen, lo que ha provocado que sea ridiculizado en las redes sociales como #scottyfrommarketing.

Y, sin embargo, una generación antes de que Morrison apareciera en escena, Australia ya se estaba mintiendo a sí misma y al mundo sobre su papel en el cambio climático que ha alimentado este desastre. Si puede surgir alguna bondad de la devastación de estos incendios, comenzará con un cálculo más honesto sobre cómo los sucesivos gobiernos han vendido el futuro de Australia por un puñado de carbón.

La opinión convencional es la que Morrison presentó a las Naciones Unidas en septiembre pasado. "Australia es responsable de solo el 1.3 por ciento de las emisiones globales", dijo a la Asamblea General. "Australia está haciendo nuestra parte en el cambio climático y rechazamos cualquier sugerencia de lo contrario", indicó entonces.

Si bien las emisiones domésticas de Australia están en línea con las cifras de Morrison, las exportaciones son otro asunto. Este país es el mayor exportador neto de combustibles fósiles del mundo después de Rusia y Arabia Saudita, compitiendo con Indonesia como el proveedor número uno de carbón y con Qatar como el mayor cargador de gas natural licuado.

Las aproximadamente 1.2 mil millones de toneladas métricas de emisiones de las exportaciones de carbón y petróleo en el año hasta junio fueron casi tres veces mayores que el total descargado en el país, y más que las emisiones domésticas de cualquier nación, salvo China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón. Si se tiene en cuenta eso, un país con el 0.3 por ciento de la población mundial es responsable de aproximadamente el 5 por ciento de sus emisiones de carbono.

Hasta 2017, la mayoría de los países desarrollados disminuyeron sus emisiones domésticas, e incluso China restringió el crecimiento a una tasa del 2.5 por ciento. Las emisiones exportadas de Australia crecieron a una tasa del 4.5 por ciento anual, impulsadas por un auge en la extracción de carbón y GNL (gas natural licuado).

Es difícil explicar a los extraños lo poco que esto se presenta en el debate interno del país. Gracias a la magia de la contabilidad internacional del carbono, las exportaciones de combustibles fósiles se cuentan convencionalmente respecto a los países de destino y no del lugar donde se extrajeron.

Esta peculiaridad metodológica es conveniente para un país que no quiere parecer un paria climático, pero ha ayudado a ocultar la forma en que Australia se ha beneficiado al socavar los objetivos climáticos mundiales durante una generación. Como sabrán los residentes de las ciudades quemadas y los propietarios del ganado incinerado, el calentamiento resultante es el mismo independientemente de si el carbono se quema en Australia o en el extranjero.

¿Cuál sería una política más honesta?

Si bien Australia ha desempeñado hasta hace poco un papel constructivo en los foros climáticos multilaterales, su canal más activo de diplomacia comercial bilateral es casi seguro que promueve las exportaciones de carbón en Asia. Una razón por la que Morrison estaba de vacaciones en Hawái cuando los incendios forestales se convirtieron en una crisis total, tomando un descanso antes de los viajes programados este mes a Japón e India, donde su agenda incluía "discusiones comerciales más amplias" que probablemente se habrían centrado en gran medida sobre la venta de carbón australiano. (El material negro representa aproximadamente la mitad de todas las exportaciones de Australia a Japón, y las tres cuartas partes del total a India).

Parece poco probable que incluso la actual crisis de incendios forestales pueda conmocionar a los políticos de Canberra para que cambien su enfoque. Sin embargo, si lo hiciera, Australia se reuniría con sus principales clientes en Japón, Corea del Sur, China, Taiwán e India, todos los gobiernos con compromisos reales, aunque vacilantes, de limitar o reducir las emisiones, y planear una transición ordenada lejos de los combustibles fósiles.

Ese proceso sin duda será complejo y doloroso. Pero la pérdida de paisajes y medios de vida que Australia está viendo ya es compleja y dolorosa, y es solo un anticipo de lo que está por venir. Con los dos grados o más de calentamiento hacia el que se dirige el planeta, los cinturones de rocas de Australia se inclinarán más cerca del desierto, la Gran Barrera de Coral se convertirá en un cementerio blanqueado y los incendios en ciudades vacacionales como las que se han visto en los últimos meses se convertirán en rutina.

Este desastre ha sido una caída en desgracia para Australia. Esperemos que la redención aún esté al alcance.

*David Fickling es columnista de Bloomberg Opinion, ha cubierto temas de commodities, así como de compañías industriales y de consumo. Se ha desempeñado como reportero de Bloomberg News, Dow Jones, The Wall Street Journal, Financial Times y The Guardian.

También lee: